Año: 7, Marzo 1965 No. 97
Riesgos en el Mercado Común Centroamericano
Por M. F. AYAU
Los pueblos centroamericanos están siendo encauzados hacia un estado de cosas que podría fácilmente garantizarles su prolongado subdesarrollo o la ruptura del Mercado Común.
El subdesarrollo es, obviamente, relativo; es decir, en comparación con países desarrollados y también con el desarrollo que estos mismos países podrían obtener. Podrían también entrar en una etapa de desarrollo regresivo, si el progreso no es ni lo suficiente, comparado al crecimiento de la población.
La aseveración anterior, en estos momentos, la considerarán algunos una barbaridad. Pero analicemos objetivamente lo que está sucediendo, ya que con oír no se pierde nada y es lo menos que le debemos a las generaciones que vienen atrás.
Recordemos, al hacer este análisis, que el objetivo final principal de toda producción e intercambio es el consumo; vale decir, la satisfacción de necesidades individuales, sean de carácter material o espiritual. El último cartabón para medir los aciertos o desaciertos de una política económica, es el resultado de tal política en el nivel de vida del consumidor.
Estructura Básica de Mercado Común
La justificación económica para la organización del Mercomún consiste en la ampliación del mercado regional que permita la instalación económica de industrias de cierta envergadura que con los cinco mercados aislados, por la falta de carreteras y las barreras arancelarias, no estarían justificadas.
El establecimiento del Mercomún implica por lo tanto la construcción de vi as de comunicación entre los mercados del área y una tarifa común para la importación de productos que provienen de afuera del área.
Además, consideran algunos que es necesario lograr la equiparación de sistemas impositivos, sistemas de incentivos a la producción, legislación laboral, y hasta la unión monetaria. Hay quienes van más allá, insistiendo en la equiparación de códigos civiles, mercantiles, planificación de infraestructuras, sistemas financieros, etc.
La primera condición básica, o sea la construcción de medios de comunicación, es de todo punto de vista deseable, exista mercado común o no, y se puede decir, sin concretar cuantitativamente, que mucho del comercio centroamericano se ha podido llevar a cabo principalmente debido a que hoy existen medios de comunicación. Cuánto del nuevo comercio hubiese ocurrido sólo por contar con carreteras, aún sin Mercomún, no puede establecerse; pero sí se puede decir que antes de la construcción de buenos caminos, la barrera al comercio era casi insuperable.
La segunda condición, que la tarifa arancelaria sea común a todos los países del área, no se pone en duda, ya que de lo contrario podría suceder que la importación se llevara a cabo por el país donde la tarifa sea menor, y re-exportar luego a los otros países, cobrando así el país de tarifas bajas los impuestos de importación aún cuando no sea el destinatario final.
Pero una cosa es una tarifa común, y otra cosa es aislamiento económico del área a través de tarifas excesivas.
POLITICA ERRADA:
Aislamiento a Base de Tarifas
El peligro se deriva no tanto de la política aislacionista errada y dañina pues al fin y al cabo ésta se podría corregir cuanto de la inflexibilidad que adquiere debido a los tratados. Un país soberano e independiente siempre conserva la prerrogativa de cambiar su política, cuando se da cuenta que ha cometido un error. Lo importante es que el país puede corregir, re-encauzar y adaptar su política a las condiciones siempre cambiantes de la economía.
Pero ese ya no es el caso cuando un país sacrifica su independencia legislativa a base de tratados. Ello no quiere decir que por esa razón no se pueda justificar un tratado, mas si quiere decir que ya no se puede modificar legislación sin la anuencia de los otros miembros del tratado, y que esto constituye una inflexibilidad extrema, casi absoluta.
Refutarán lo anterior los defensores de la política actual, diciendo que ello no tiene por qué ser así, y que de hecho, la experiencia demuestra la flexibilidad con que se puede actuar. Es cierto que ha habido flexibilidad en cambiar aforos, pero porque todos los cambios se han efectuado de acuerdo con la política prevaleciente. La verdadera flexibilidad no se ha puesto a prueba, ya que todos los técnicos que tienen autoridad en la Secretaría del Tratado y los técnicos actualmente empleados en las dependencias gubernamentales relacionadas al tratado, suscriben una misma escuela económica, y cualquier persona de la escuela económica libre-cambista no podría ni siquiera conseguir empleo en esas ramas, menos aún oportunidad de que se le oiga. En tal caso, cómo va siquiera a proponerse una alternativa?
De modo que la «flexibilidad» no se ha puesto a prueba. Pero el mundo cambia y todo progreso por definición significa cambio. Las ideas referentes a comercio internacional que hoy están de moda, estuvieron de moda antes; por ejemplo, el mercantilismo del Siglo XVIII. Hubo después el cambio al comercio relativamente libre y la tendencia siguió hasta que los neo-mercantilistas prevalecieron nuevamente.
El que se opone al cambio se opone al progreso, y el que trata de evitarlo no es un conservador sino un ignorante fatuo que considera que sus ideas deben gobernar a los hombres «ad infinitum» y esta de acuerdo en hacer lo más posible para que las generaciones que vienen atrás no puedan cambiar las cosas sin incurrir en graves sacrificios. Los tratados internacionales constituyen el ejemplo más claro de inflexibilidad, pues las partes tienen que estar todas de acuerdo. No se aceptan cambios democráticos por mayoría porque resultaría que la mayoría de países podrían legislar para la minoria de paises disidentes, normas y política que voluntariamente no aceptarían.
Los tratados deben ser y son inflexibles. De lo contrario no tendrían ninguna utilidad. Esto es lo importante reconocer, y actuar con cautela en esta era de entusiasmo unificador.
Política Económica Actual Equivocada
Los mercados comunes de la actualidad no aumentan el comercio total de una región. Están diseñados para reencauzar comercio de un área a otra; del proveedor A al proveedor B. Ello se logra poniendo un impuesto al producto del proveedor A, lo suficiente alto para que al comprador le resulte más conveniente el producto del proveedor B.
Así por ejemplo, un señor necesita un automóvil. En Alemania se lo venden más barato que el producido en el hermano país centroamericano. Se sube el impuesto al producto alemán, y el señor se ve compelido a comprar el centroamericano. El señor ahora tiene su carro, pero tiene menos dinero para comprar otras cosas, y el país menos divisas. Para agravar la cosa, como el carro que compró no paga impuestos, al señor probablemente le han puesto o le han aumentado otro impuesto, porque el gobierno nunca disminuye sus gastos. Y para empeorar más aún la cosa, el señor tiene un carro probablemente de menor calidad, más caro de operar y mantener, por la simple circunstancia que al productor centroamericano se le ha eliminado la competencia se le ha otorgado un monopolio con los altos aforos que lo «protegen».
Pero sigue el cuento: el señor ahorra menos; por consiguiente al invertir y gastar menos, el país produce menos, emplea menos gente, el gobierno obtiene menos impuestos y se exporta menos.
Podrá decirse que eso ocurre solamente cuando tal industria es antieconómica. Y ello es cierto; pero, precisamente, ¿cuál es la prueba de que es económica una industria? La prueba irrefutable estriba en que si es económica, no necesita protección arancelaria, y que es antieconómica (es decir, que es económicamente indeseable) cuando la razón de su existencia es el privilegio arancelario. En este caso, la objeción al argumento del párrafo anterior queda desvanecida, ya que se refiere a industrias que sí necesitan protección arancelaria.
El mercado común no necesariamente requiere aislamiento económico del área. Perfectamente puede existir con un arancel común no proteccionista, que proporcione el mercado ampliado sin forzar a industrias antieconómicas a establecerse dentro del mercado.
El fomento industrial no necesariamente tiene que significar industrialización a cualquier costo. Puede llevarse a cabo sin crear monopolios y manteniendo una competencia sana con productos de otras partes. Si la economía de Centro América se convierte en una economía artificial toda su productividad bajará y su posición competitiva en el mundo irá en mengua, aún en la producción de productos agrícolas, que son su principal fuente de divisas. Un país no puede ser ni más rico, ni más productivo, ni más competitivo, cuando todo lo que usa para producir es más caro y de peor calidad.
Unificación de Otras Leyes. Estereotipación
Que los países y las personas son diferentes, es característica esencial que hay que reconocer. Los minerales, los climas, las poblaciones, están distribuidas en el mundo en forma desigual. Las personas son desiguales en todo, y las diferencias de grados en las mismas aptitudes y las mismas características, son también desiguales. Por ello existe la división del trabajo interpersonal e internacional. Si todos fuesen iguales, nunca hubiera resultado beneficio alguno de la división del trabajo.
La sociedad surgió al ser evidente el beneficio de la división del trabajo, que permite el aprovechamiento de las ventajas (diferencia en capacidad) de unos, y evita dedicar la acción productiva a actividades de mayor desventaja comparativa. Tanto la política arancelaria actual como la estereotipación legislativa son estrictamente hablando anti-sociales, pues funcionan contra el objeto y razón de la asociación del hombre. La tendencia actualmente característica de la política centroamericana de legislar para que todos queden en igual pie competitivo, para eliminar las diferencias y las ventajas, es por tanto, totalmente contraproducente para el bienestar económico de los pueblos del área, porque tiende a prohibir el aprovechamiento de ventajas.
Ese aprovechamiento de ventajas no es unilateral, beneficiando únicamente al que posee las ventajas; puesto que al ocuparse en la actividad de mayor ventaja, deja el campo libre para que otros produzcan algo en lo cual tienen menor desventaja. Y el intercambio mutuo es entonces provechoso para ambos. Ambos aprovechan las ventajas.
Por ejemplo: las ventajas del Nor-Este de EE.UU. no atrasaron más a los pueblos del sur, Louisiana, por ejemplo. Si hubiesen establecido medidas para equiparar ventajas entre los Estados de esa nación, todo el país sería más pobre.
Además, si bien es condición sine-qua-non el establecer una tarifa arancelaria común para el área, ello no quiere decir que las leyes de incentivos fiscales a la industria tienen que ser iguales. Es más, por ser una ley de incentivos una ley tan arbitraria y de dudosa calidad prueba de ello es la diversidad de las mismas y sus frecuentes modificaciones no conviene que se implante con la rigidez propia de un tratado.
Protección a la Industria Incipiente
Se supone que dicha protección es necesaria para comenzar a industrializarse y que después se va a quitar el privilegio. La experiencia demuestra que ello nunca ocurre, porque los intereses creados alrededor de esa industria y el hecho que por falta de competencia se acostumbró a operar ineficientemente y vender a altos precios, crea una situación de presión política que no permite eliminar el privilegiato.
Pero aún suponiendo que dicha protección es temporal, su instalación implica la canalización de recursos hacia destinos antieconómicos, privando así el sistema financiero del país, a canalizar esos fondos para fines de mayor prioridad, que si son económicos. Se pretende refutar esto en ocasiones, diciendo que los empresarios no necesariamente van a invertir en las industrias deseables económicamente y de mayor prioridad, porque quizás esta actividad esté fuera de su órbita de acción y conocimiento. Pero, cuando las personas no saben en que invertir, o no desean arriesgarse, el dinero no lo destruyen, sino lo depositan en el sistema bancario y es éste el que lo canaliza hacia donde tiene mayor demanda (mayor prioridad). En tanto los intereses bancarios no bajen por causas naturales a, digamos un 4%, el argumento anterior es falaz, porque la tasa de interés misma demuestra que sí hay demanda para inversiones que rinden lo suficiente para dar utilidad económica, además de cubrir intereses. Y, al canalizar las inversiones hacia fines anfieconómicos aunque temporalmente privan al país del beneficio económico de las otras inversiones. Se han creado plazas de trabajo, cierto; pero en industrias antieconómicas y a sacrificio de las plazas que no se crean en industrias que si son económicas. Lo que ocurre es un desplazamiento antieconómico de empleo.
Otro efecto de las tarifas altas, es que como algunas inversiones nacionales tienden a ser desplazadas, o absorbidas por las inversiones extranjeras que han sido forzadas a entrar al área para conservar mercados que tenían o desean, pronto surge el clamor por el control de todas las inversiones extranjeras y como consecuencia no sólo se restringe la inversión que desplaza la nacional sino la inversión completamente nueva, con el consiguiente daño para el país.
Pero no para allí la política neomercantilista de hoy. La estructuración de un arancel es cosa complicada. Como las industrias grandes en las que los técnicos fijan su atención están casi siempre exentas de impuestos de importación sobre materia prima, entonces no se da mucha importancia a los aforos sobre materia prima y bienes de capital. Pero, la industria pequeña que no importa materias primas directamente, se ve obligada a pagar los aforos elevados al comprar a través de comerciantes importadores que ya pagaron impuestos. Así, colocan a una serie de empresas de poca envergadura, muchas veces de carácter familiar, en situación de quiebra. Resulta, por ejemplo, el fabricante de ventanas pequeño que compite con ventanas im portadas pagando muchísimo más por cada una y todas sus materias primas que sus competidores extranjeros. El único remedio que se les ocurre es convertir en prohibitiva la importación de ventanas.
Y así, todo el costo de vivienda sigue subiendo, la gente queda con casa más pequeña, o sin otras cosas que pudo haber comprado; el consumo y la producción bajan, etc. El damnificado, como siempre, es la persona olvidada de todos: el consumidor.
La forma más rápida y efectiva de reducir salarios es disminuyendo lo que se puede comprar con el salario. Y subiendo los aforos en la forma que se viene haciendo es una manera efectivísima de obtener este resultado.
Ojalá que algún día no se desmorone el Mercado Común Centroamericano, cuando el pueblo (el consumidor) se dé cuenta del sacrificio que para su bienestar ha significado una política económica empobrecedora, y que al fracasar en sus intentos de convencer a cada uno y todos los otros países del Istmo sobre los errores de la política económica actual, no le quede otra alternativa que independizarse.