Año: 18, Agosto 1976 No. 371
El Capital y la Liberación de la Pobreza
Manuel F. Ayau
Cuando se dice que la diferencia entre un país pobre y uno rico radica en el promedio del capital invertido por persona, se está diciendo que disfrutará de más cosas quien relega a la maquinaria aquel arduo que hacer que no le permite al hombre dedicarse a las actividades en que precisamente consiste tener un alto nivel de vida: las actividades menos necesarias.
Es decir, relega a las ruedas, resortes y motor del camión el acarrear lo que antes llevaba en la espalda. Al tractor y al arado lo que antes hacía con el azadón. A la tubería lo que antes hacía con la tinaja. Al generador eléctrico la calefacción que antes obtenía con la leña cortada con su propio esfuerzo. A la sierra eléctrica lo que antes cortaba con el machete. Cuando el hombre se libera de las primitivas tareas porque ha «ahorrado» su trabajo y sus recursos (destinándolos a su consumo futuro y no a su consumo presente) haciendo una máquina que le evita trabajo, entonces deja de ser pobre porque es así como aumentará lo que produce por día.
Obviamente, sólo se puede disfrutar de lo que es producido. El capital es, pues, el secreto de la liberación de la pobreza, pues permite producir más con menos trabajo.
¿Hasta dónde es importante quién es el propietario del capital?... ¿Cuál es el efecto de si el capital es privado o del gobierno?
Analicemos la pregunta desde el punto de vista de cómo afecta el nivel de vida del pobre.
Para tal análisis consideremos:
1) ¿ Cuál es el costo de formar el capital, según quien va a ser su dueño?
2) ¿ Cómo afecta la eficiencia del capital cuando es del gobierno en comparación a cuando es privado, y
3) ¿ Cuál sistema impositivo es el más conveniente para la formación de capital?
Hablemos en términos reales: para producir máquinas hay que gastar recursos reales como hierro, máquinas, horas-hombre, energéticos, etc., que por lo tanto no quedan disponibles para otros usos. ¿Cuáles otros usos? Las necesidades de consumo presente. Son estas necesidades de consumo presente sacrificadas las que constituyen el costo real del capital. Puesto que todos los recursos económicos son escasos, no es posible evitar el desatender una cosa cuando se produce otra y lo desatendido es, como se dijo, el costo real.
Un país socialista obliga coercitivamente, «por el bien del pueblo», a producir bienes de capital en un 30% de la producción total del país. Es decir, las autoridades disponen encauzar tantos y tantos recursos humanos y naturales reates para esa finalidad. Los ciudadanos no tienen oportunidad de expresar su voluntad. Se restringe el consumo del pueblo simplemente reduciendo arbitrariamente la oferta de bienes de consumo.
En una economía de mercado, en la cual el capital es privado, típicamente se capitaliza el 15% de la producción total del país. Es decir, se restringe el consumo presente del pueblo en la mitad de lo que se hace cuando el capital es del gobierno. Pero es más, el pueblo, a través de lo que compra o se abstiene de comprar, determina en que se capitalizará. A través de escoger entre cuáles necesidades o satisfacciones gasta su limitado ingreso escoge también cuál empresario se queda con su dinero; es decir, quien se enriquece y quien no. El empresario que no ha aprendido que el cliente siempre tiene la razón fracasa.
Es así que quienes capitalizan, donde los consumidores y los empresarios son libres, son aquellos que satisfacen no sacrifican las necesidades de consumo presente mejor que otros. Todos tratarán de ser los mejores servidores, pues todos son tan egoístas o tan virtuosos como los consumidores mismos, y todos quisieran pertenecer a la minoría «rica» (no importa cuán rica o pobre sea una sociedad, siempre habrá una minoría que tiene más, otra minoría que tiene menos y la mayoría que está en medio, «la clase media»).
Lo importante es, pues, que en una sociedad libre, la capitalización se hace con el mínimo sacrificio del consumo presente y se canaliza hacia las necesidades de consumo futuro, las cuales decide el consumidor mismo.
De hecho es un plebiscito diario que compara beneficios y sacrificios presentes con beneficios y sacrificios futuros.
Ahora bien, es necesario mantener un gobierno, al igual que necesitamos producir comida. Así como si viviéramos del aire, todo el esfuerzo y recursos que hoy gastamos en producir alimentos los utilizaríamos para otras satisfacciones, así también si todos fuésemos buenos igualmente emplearíamos los recursos que hoy consumimos en tener policías para otras satisfacciones. Entonces, así como hay que gastar en comer, también hay que distraer recursos para mantener el gobierno. ¿A sacrificio de otros consumos presentes o de capitalización?, es decir, ¿a sacrificio de cuál consumo, el presente o el futuro?
Hoy día es muy popular la filosofía impositiva «del menor sacrificio». Es decir, que se considera más justo poner impuestos según represente menor sacrificio pagarlo. Es así que se dice que para un millonario es menor el sacrificio de pagar mil quetzales que para un pobre pagar diez.
Aquel rico que gana lo suficiente para consumir lo que quiera y además capitalizar, pagará sus impuestos más a sacrificio de su capitalización que de su consumo.
Precisamente por eso consideran que será para el rico menor sacrificio porque en realidad no sacrifica satisfacciones que consumen recursos reales, sino satisfacciones psíquicas, que insumen (no consumen) recursos reales: el rico tendrá menos títulos de propiedad de capital porque habrá menos capital.
El resultado es, pues, que cuando es a sacrificio de la capitalización del rico que se sostiene un gobierno (o en la medida que así sea) no ocurre un traslado de recursos reales del consumo presente a aumentar la capacidad de consumo futuro. No se produce, por tanto, suficiente capitalización para aumentar la productividad del pobre. El sacrificado resulta ser el pobre: su consumo futuro será menor.
Del pobre no se puede esperar que capitalice cuando su ingreso es inclusive insuficiente para vivir decorosa y saludablemente. Pero no es realmente importante que sea otro el dueño del capital. En tanto alguien capitalice, se le podrá pagar mayores salarios al trabajador, mientras que baja simultáneamente ¿ costo de mano de obra y de lo que produce, y eventualmente de lo que compra.
El dueño del capital simplemente es aquel quien dirige su uso en tanto lo haga bien según el consumidor. Pero ese capitalista no puede consumir sus máquinas, sus fábricas, sus camiones o sus tierras, ni tampoco se los puede llevar cuando muera. De hecho es solamente un director en el uso de recursos; en cualquier otro sistema también habrá necesidad de escoger director. La diferencia es que en el socialismo, cuando el capital es del gobierno, el poder económico se obtiene como consecuencia de la habilidad política y no según la habilidad de satisfacer deseos y necesidades ajenas.
La conclusión es, pues, obvia en cuanto a qué le conviene al pobre respecto a quien es el dueño del capital.
El efecto beneficioso del capital en cuanto a ser el factor decisivo en elevar el nivel de vida de un pueblo depende de su existencia misma. Es exclusivamente en ese sentido que no importa en la caja de quien está guardado el título de propiedad, pero en cuanto a la eficiencia con que se usa y a la velocidad de su formación, sí es de suma importancia que sea privado, sujeto al mandato real del pueblo.
Y, para los efectos del costo de capitalizar, éste será menor bajo el sistema de capitalización privada por las economías inherentes al sistema y por tanto, la sociedad entera será más rica, más pronto.