Año: 18, Diciembre 1976 No. 380
N:D. El Centro de Estudios Económico-Sociales es una institución que durante diecisiete años ha venido diseminando la filosofía de la libertad. Concuerda el CEES con Cervantes:
«La, libertad, le dijo Don Quijote a Sancho, es uno de loa más preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre». «Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida».
Quienes creemos en la libertad, no podemos oponernos a que algunos prefieran ser esclavos, aunque ellos se opongan a que nosotros seamos libres. Sin embargo, quienes trabajan para imponer sus ideas a otros, en ocasiones acusan a los que preferimos la libertad, de incurrir en el mismo intento de imponer. El siguiente artículo aclara la diferencia entre ambas posturas.
¿CONSTITUYE IMPOSICIÓN DEFENDER LA LIBERTAD?
Manuel F. Ayau
Quienes luchan por la libertad son acusados, en algunas ocasiones, de querer, al igual que sus opositores, imponer su propio sistema.
Pero hay una gran diferencia. ¿Se podrá decir, correctamente, que exigir la ausencia de imposición es imponer?
El sistema libre se basa en que todos pueden hacer lo que desean, siempre que no infrinjan iguales derechos ajenos. Es decir, en que todo acto pacífico y compatible con los derechos ajenos no se prohíbe ni se dirige coercitivamente.
El ámbito de acción libre dentro de una sociedad ya de por sí es muy limitado. Está limitado, como se dijo, por los derechos ajenos. Pero también por el hecho de que todo acto tiene consecuencias; porque todo acto lleva implícito un costo de oportunidad; por la escasez de los medios; por las leyes físicas; por las decisiones propias y ajenas, pasadas y presentes. No existe el acto neutro. Si otros compiten con nosotros, son libres de hacerlo y nos afectará de la misma manera que nuestra participación pacífica afecta a otros. No podemos actuar irresponsablemente sin sufrir las consecuencias. No podemos estar cambiando de opinión. Tenemos indefectiblemente que escoger y actuar. Tenemos que aportar algo al beneficio ajeno para obtener cosas y servicios. Y así, al hombre que se le dice libre, sin embargo, tiene forzosamente que someterse a una serie de limitaciones que constriñen las alternativas dentro de las cuales puede escoger.
Tiene que coordinar sus actos con los demás, pacíficamente. Tiene que respetar la voluntad de otros que quieran tratar con él. No puede obligar a otros a que produzcan exactamente lo que él desea, al precio que él desea. Tiene que complacer a otros para que libremente escojan participar o negociar con él. Y solamente puede recurrir a la persuasión y nunca a la coerción o a la violencia.
La sociedad libre es coordinada por el sistema de precios. Ellos son los indicadores que determinan dentro de cuáles actividades escogerán los hombres trabajar y a cuáles usos se destinará el tiempo y los recursos. Mediante los precios se determina, indirectamente, en qué se invertirá el limitado capital y en qué no. Determina las proporciones entre cuánta gente se dedica a cada oficio y profesión.
Este proceso no es desordenado, a pesar de que nadie lo dirige, y no necesita que se entienda cómo funciona para que funcione. En esto se parece al lenguaje, que nadie inventa, y en que no es necesario saber gramática para poder hablar. Recuérdese que lo más vital, la comida, es producida en su mayor parte bajo este sistema, en la mayoría de los países del mundo, inclusive Rusia, que tiene que violar su propio totalitarismo para poder producir. De modo que sería absurdo decir que no funciona. Sería negar la realidad. Cualquier sistema que no sea libre, es totalitario, sea impuesto por un dictador o por una mayoría de votantes, o por una minoría. La imposición es imposición, aunque sea democráticamente adoptada.
En el sistema libre no se impone ni directamente, por medio de órdenes, ni indirectamente con cuotas, permisos o impuestos prohibitivos, la voluntad de unos sobre otros. Nadie tiene derecho prioritario sobre lo pacífico y legalmente obtenido por otros. No se despoja legalmente a unos en beneficio de otros. No existe, pues, la transferencia de riqueza utilizando el poder coercitivo del Estado democráticamente legalizado para dar a unos trato diferente que a otros. El único proceso de adquisición permitido es el trabajo e ingenio propio y los intercambios voluntarios.
El sistema libre es el sistema natural . Es el sistema que hasta un niño, intuitivamente, reconoce como justo. No es un sistema inventado, en el cual la gente tiene que actuar de acuerdo con el diseño del planificador Estado, so pena de ser privado en una cárcel o privado de su patrimonio de acuerdo con leyes que le han destruido sus derechos y su libertad.
Todo sistema que no es libre tiene que ser impuesto por la fuerza. El nazismo, el mercantilismo, el fascismo, el comunismo, el socialismo, el peronismo y todos esos «ismos» son, por naturaleza, imposición. Si no hay imposición, por definición se está en el sistema libre.
La causa última de algunos tipos de violencia es el intento de imponer un sistema que no respeta la libertad individual, sino, por el contrario, impone a las personas lo que «el plan». o «diseño» considera mejor. Es generalmente aceptado como justo el evitar por la fuerza que unos violen derechos ajenos, pero se rebela el espíritu cuando alguien desea imponer a otros la actividad a la que debe dedicarse o el inhibirle de manera directa o indirecta el hacer algo que, en ojos del actor, no daña a nadie. En los casos que no es evidente que un acto daña a alguien, se inventa, para prohibirlo, que daña «a la nación», que es «malo para el país»; los «crímenes económicos» con que todo gobierno totalitario justifica su imposición.
Y es natural que esos intentos de imposición generen violencia. Las personas, intuitivamente, resienten los intentos de privarles de libertad aunque se les diga que es por su propio bien, aunque los proponentes de la dirección estatal de la economía bajo el nombre que sea estén bien intencionados. Lo que más engendra violencia es el anuncio de que se despojará a algunos para beneficio de otros, en cuanto logren pasar la legislación que lo autorice y pongan el aparato coercitivo del gobierno al servicio de su causa. Desde luego, racionalizan que dicho despojo está justificado por razones históricas que han producido desigualdades injustas. Sin embargo, el anuncio de despojo no puede evitar que los posibles sujetos de despojo se defiendan.
El único camino de progreso pacífico no es el de corregir lo pasado. Es el de mantener un estado de cosas en el cual la gente se siente libre y respetada en sus derechos y acepta solamente aquellas restricciones a sus actos que son necesarias para mantener la libertad y que se aplican sin discriminación por razón de raza, religión o riqueza. Ese es el cambio de estructuras que hay que promover. De la estructura actual a una estructura de libertad.
El defender la libertad no es pretender imponer algo: ¿Es, acaso, imponer algo el estar en contra de la imposición?
«La experiencia nos debe enseñar que debemos estar más alertas para proteger nuestra libertad cuando los propósitos del gobierno son de beneficencia. Los hombres que nacen en libertad están alertas espontáneamente para repeler la invasión de su libertad por parte de gobernantes malos. El peligro más grande a la libertad acecha insidiosamente en los hombres bien intencionados e impacientes, pero carentes de comprensión».
Juez Brandeis, Corte Suprema de Justicia, EE. UU.