Año: 19, Febrero 1977 No. 383

CÓMO SE PAGAN LOS IMPUESTOS

Manuel F. Ayau

Dicen que el gasolinero es principalmente un recaudador de impuestos que, además, vende la gasolina. Es quien usa la gasolina quien paga el impuesto. Así, con todos los impuestos. Y si el precio no incluyera los impuestos, ya que a nadie se le puede obligar a seguir siendo gasolinero, abandonaría esa actividad que implica pérdida o rentabilidad menor que otra actividad o empleo de sus recursos. Si por cualquier razón no abandona una actividad que da pérdida consumirá su capital y su trabajo hasta que agote sus recursos: la quiebra.

Así como no es posible que dos cosas ocupen el mismo espacio, tampoco es posible evitar que TODOS los costos se paguen a sacrificio del consumo. Y ello es inevitable por una razón. Toda la actividad económica tiene un fin: el consumo, ya sea el consumo del presente o del futuro.

En el caso de un hombre primitivo autosuficiente, fácilmente se aprecia el proceso: si quiere comer pescado tiene que pagar por él con todo aquello de que prescinde, por el hecho de tener que ocupar su tiempo y esfuerzo para ir a pescar. (El Costo de Oportunidad).

Igualmente, tiene que «pagar» una tribu por todo lo que consume. E igualmente una sociedad, por compleja que sea. Es en este sentido que es absolutamente cierto el dicho, «no hay tal cosa como un almuerzo gratis». Siempre es, ha sido y será, pagado por alguien, a sacrificio de otra satisfacción.

Los impuestos constituyen simplemente un traslado de consumo: de lo que el contribuyente hubiese comprado y consumido si no tuviésemos gobierno, a lo que consumirá el gobierno. Tener gobierno que imponga orden es un gasto de consumo tan necesario como el de tener que comer para poder vivir, ya que en ausencia de orden y paz no sería posible la producción de comida con la eficiencia necesaria para una sociedad avanzada.

Las inversiones de capital, como las carreteras, se hacen a sacrificio del consumo presente para poder consumir más mañana. Se pagan a sacrificio del consumo absteniéndonos de disfrutar inmediatamente para disfrutar su utilidad en el futuro, en mayor cantidad. La inversión de capital se justifica en función del consumo futuro. Los costos de la carretera también se pagan a sacrificio de algún consumo: el consumo presente. Su justificación está en que a cambio del «pago» se obtiene, diferidamente, mayor consumo que el que se hubiese tenido en ausencia del capital, la carretera o la máquina.

Los gastos necesarios para satisfacciones presentes siempre los paga, directa o indirectamente, quien obtiene la satisfacción, salvo que exista coerción. Como veremos, así tiene que ser necesariamente.

En el caso del pescador mencionado, el asunto es obvio. El pescador «paga» por todos los gastos de obtener el pescado, salvo que alguien, coercitivamente se lo quite y consuma el pescado. No se consideran aquí los casos de robos, coerción, estafa, engaño o cualquier transacción coercitiva como lo es la redistribución coercitiva de riqueza que se realiza a través del sistema impositivo, como resultado de lo cual unos consumen a costillas de otros.

Cuando alguien compra un galón de gasolina, tiene que pagar la parte alícuota de los gastos de exploración, de perforación, de financiación, de transporte, de seguro, de distribución, es decir, tiene que pagar los gastos y las utilidades de todos aquellos involucrados en el proceso. De lo contrario, la gasolina no llega al usuario. Si encima de esos gastos se le carga un impuesto, esto constituye simplemente otro gasto desde el punto de vista del costo de llevar la gasolina al cliente. Si el cliente no paga, ¿quién lo pagaría? Nadie tiene los recursos ilimitados y casi todos los tienen muy escasos. ¿De la bolsa de quién saldría el impuesto?

Quien se transporta en camioneta tiene que pagar su parte alícuota del sueldo del chofer, la gasolina, las reparaciones, la administración, las utilidades (remuneración al que invirtió su patrimonio en la camioneta) y los arbitrios e impuestos que el gobierno o la municipalidad han decidido recaudar a través de la venta del boleto de la camioneta.

No es el tendero quien paga el impuesto al licor. Es quien lo va a beber. El tendero es el recaudador, quien inclusive cobra al consumidor los gastos que impliquen el actuar como recaudador «gratuito» del gobierno. ¿O es que se supone que no será remunerado por su trabajo?

No son los importadores de carros, radios, leche en polvo o herramientas quienes con su actividad sostienen al gobierno. El gobierno tiene que ser sostenido a sacrificio del consumo presente o futuro de quienes se benefician de su existencia, pues simplemente no es factible hacerlo de otra manera.

Muchos creen que los negocios existen porque tienen que existir. Que las actividades productivas «resultan» automáticamente. Que las «fuerzas productivas de la naturaleza», en alguna forma misteriosa, se encargan de que la producción de bienes y servicios existan. Ignoran que existen relaciones de causa y efecto insoslayables e ingenuamente persisten en buscar el «almuerzo gratis».

Lo que sí se puede hacer, mediante el uso de la coerción, sea ésta privada o legalizada, es transferir la restricción del consumo de unos a otros. Por ejemplo, se podría establecer un impuesto a los consumidores de leche para que con el producto el gobierno pagara parte del costo de todos los automóviles que se importan al país y lograr así que fuesen más baratos. O bien, se puede hacer al revés.

En tal caso, se ha disminuido la capacidad de los que consumen leche, coercitivamente, para aumentar la de quienes consumen automóviles. O al revés. Se puede poner un impuesto al ingreso susceptible de formar capital (el impuesto progresivo sobre la renta) para que con su producto se pague parte del costo de tener gobierno. Pero el capital aumenta más la capacidad de consumo del pobre que la del rico. Al rico le representa la pérdida de solamente el consumo de la satisfacción psíquica de ser menos rico por el hecho de reducir sus inversiones (no su consumo). Pero el pobre pierde el consumo de las satisfacciones materiales que se hubieran derivado del aumento general de productividad, la cual depende de la inversión de capital más que de cualquier otro factor.

¿A quién le cuesta más el impuesto al capital? ¿Quién actúa como recaudador, como agente para transferir capacidad de consumo, o a quién realmente le resulta reducida su capacidad de consumo?