Año: 19, Noviembre 1977 No. 402
Las Empresas Mixtas: Concesiones Modernas
Manuel F. Ayau
Se han criticado mucho las concesiones que antaño se les otorgaban a empresas extranjeras, concesiones que involucraban una serie de privilegios monopolistas. La forma moderna de otorgarlas es a través de lo que se ha dado en llamar «empresas mixtas».
Veamos cuáles son las diferencias. Antaño, los objetivos que buscaba el inversionista a través de las concesiones eran: primero, obtener seguridad legislativa para que una vez invertido el capital, no fuere sujeto de expropiación mediante el expediente de inventar legislación casuística, con apariencia de ser general (ej: «todos» los dueños de ferrocarriles pagarán tal o cual impuesto). Sin los «contratos concesionarios» no se hubiese obtenido el flujo de capitales extranjeros, y, desde ese punto de vista, se podría considerar que estaban justificados para la finalidad buscada. Sin embargo, la seguridad jurídica se debería obtener a través de la legislación general, y no por medio de contratos individuales. Segundo, se buscaba obtener garantía de monopolio, es decir, disponer del uso de la fuerza pública para garantizar que ninguna otra empresa pudiese entrar en competencia.
Hasta qué punto estaban entonces, a la luz de aquellas circunstancias, justificadas tales intervenciones de nuestros gobiernos en la economía es materia ajena a este artículo. Lo que aquí deseo contrastar y resaltar es que lo que hoy se considera inconveniente de esas concesiones, es aplicable en mayor grado a lo que hoy se llaman empresas mixtas.
Téngase presente la esencia de las concesiones: utilizar la fuerza pública para garantizar el éxito económico de la empresa.
Normalmente, en ausencia de la intervención del Estado a favor de una empresa o grupo de presión, el éxito de una empresa lo determinan las prioridades de todos los miembros de la comunidad, haciendo a algunas empresas rentables y a otras no, según cada cual sirva mejor al ciudadano, económicamente llamado «consumidor». El objeto del monopolio creado por el gobierno es precisamente evitar que surja otro que sirva mejor y ponga en riesgo el capital del inversionista.
El riesgo de quebrar es lo que causa la eficiencia y el buen servicio. Y la única razón por la que se consideran malos los monopolios creados por el gobierno es esa: que se pierde el acicate para el buen uso de los recursos, ya que entonces se pueden manipular la oferta y el precio, a manera de cubrir cualquier ineptitud en la administración de dichos recursos.
El hacer socio al gobierno en cualquier empresa logra todo lo que se consigue a base de concesiones monopolísticas legales en forma mucho más efectiva, pues: 1o. Se obtiene al gobierno como cliente, y, en muchos casos, es por mucho el cliente más grande del país. 2o. Si hoy día se protege. a la industria nacional, con mayor razón y con más facilidad se legislará para proteger a la inversión «semiestatal», y la protección es lo que busca el socio privado. 3o. La influencia del «gobierno-socio» se usa para evitar, por ejemplo, competencia de empresas aéreas o marítimas en contra de Flomerca o Aviateca, si fuesen mixtas. 4o. Los socios privados confabularán con su poderoso «socio-gobierno» para proteger las inversiones del Estado o «del pueblo»., y naturalmente, de paso, como corolario, las propias. 5o. Se utiliza también, en esos casos, la coerción estatal para neutralizar peticiones laborales.
En algunos casos, para otorgar privilegios a la inversión «mixta», se le considerará una «empresa nacional», inclusive, «semioficial»; y para otros casos, para rebatir a quienes critican la administración pública como ineficiente, se le considerará como empresa privada. Obtiene, entonces, el inversionista privado todos los privilegios de la concesión monopolista sin el calificativo de «concesionario monopolista», a través de la unión de poder político y económico del Estado, para su beneficio particular. Si usted va a invertir capital, ¿qué prefiere? ¿Ser dueño de todo el negocio en un mercado competitivo, o ser dueño de solamente la mitad y a cambio de ello gozar de la seguridad y el privilegio de tener como socio al gobierno?
Si se reconoce que el Estado es mal administrador de recursos económicos, hay que saber exactamente por qué es así, para darse cuenta que el remedio de hacer empresas mixtas puede ser peor que la enfermedad. La causa no es la ineptitud nata del funcionario, pues se pueden obtener expertos del ámbito privado; ni tampoco es deshonestidad innata, pues no podemos aceptar que necesariamente todo funcionario va a ser deshonesto. Las causas son: 1o. la ausencia del riesgo de perder patrimonios propios, y 2o. la observancia de normas de probidad necesarias en el manejo de la cosa pública, pero diferentes a las que rigen lo privado, y que de por sí no permiten la flexibilidad, libertad y velocidad en el quehacer diario de un negocio privado que tiene éxito. Y ¿cuál es el beneficio que para la sociedad justificaría la participación del Estado?
Cuando las empresas son particulares, sin correr riesgos de pérdidas, el Estado participa de las ganancias a través del sistema impositivo, y obtiene beneficios que, con contadas excepciones, son superiores a los que obtienen los dueños. Obtiene beneficios, aun cuando la empresa está perdiendo, a través de los impuestos indirectos, sin participar en dichas pérdidas.
Y ¿cuál es el costo para el pueblo? Como los recursos del gobierno provienen de los ingresos del ciudadano, y este ingreso tiene límite (muy precario la mayoría de las veces), todo lo que pierda el Estado se lo tiene que cobrar de un modo u otro al ciudadano que sin ser consultado se convirtió en socio. . . a pesar de que sus prioridades probablemente son otras.
Todo lo que el gobierno invierte en empresas resta recursos para hacer hospitales, caminos, proveer seguridad, etc. Este es el costo más alto: todo aquello de que se priva al pueblo para que el gobierno sea empresario.
¡Que sigan con su «Estado-empresario» Italia, Francia, Inglaterra y, por supuesto, Rusia y sus oprimidos satélites! Por el hecho de que ese disparate es popular, no tenemos que empobrecernos para estar de moda.
«Se deben eliminar todas las leyes que conceden poderes a unos para lesionar derechos de otros. Esto no es atrasar las agujas de la historia. Es hacer que el reloj funcione bien».
William Ropke, (A Human Economy)