Año: 34, 1992 No. 761
N. D. Este artículo fue publicado por el diario LA NACION de Buenos Aires, Argentina, el 19 de abril de 1992
El Dr. Alberto Benegas Lynch (h) es fundador y Director del ESEADE de Argentina. Fue Profesor Visitante (1973-76) de la Universidad Francisco Marroquín. Ha sido asesor de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y de la Cámara Argentina de Comercio.
F. A. HAYEK: UN EJEMPLO DEL ESPIRITU LIBERAL
Por Alberto Benegas Lynch (h.)
A los 92 años ha muerto el profesor Hayek, sin duda uno de los intelectuales más destaca dos del mundo contemporáneo. Sus fecundas contribuciones científicas incluyen las áreas de la economía, la filosofía moral, en derecho y la historia. En la Hoover Institution se está preparando una edición de sus obras completas, las cuales comprenderán veintidós volúmenes. Hayek ha continuado con renovado vigor la tradición liberal moderna emprendida por Locke y, más adelante, por Adam Smith, Hume, Ferguson, Von Humboldt y Constant.
Tal vez la característica más sobresaliente de Hayek haya sido su honestidad intelectual y su indeclinable apego a los principios en los cuales creía. En este sentido, dice Hayek que «necesitamos líderes intelectuales preparados para resistir los halagos del poder y dispuestos a trabajar por un ideal, por más que parezca reducida la perspectiva de su realización inmediata. Debe haber hombres apegados a los principios, decididos a pelear por su plena realización aunque ésta aparezca remota>. Hayek otorga especial importancia al pleno funcionamiento de mecanismos institucionales de control al poder político y considera que, ante todo, el liberalismo se basa en principios éticos. Sobre esta base, muchos son los matices que enriquecieron al liberalismo en el transcurso del tiempo. Precisamente, los ensayos escritos en honor a Friedrich Hayek para conmemorar Sus 85 años se titularon Caminos de libertad subrayando el plural y anteponiéndolo al trabajo de Hayek titulado Camino de servidumbre, donde el singular se hace imperativo, puesto que el totalitarismo, en última instancia, responde a un solo molde.
Escuela Austríaca
Las primeras inquietudes e inclinaciones intelectuales de Hayek simpatizaban con la perspectiva fabiana. Ludwig von Mises a quien Hayek solía llamar «mi gran maestro» fue el principal responsable de haberlo disuadido de los errores de aquella concepción y de persuadirlo de los aciertos de una visión completamente distinta acerca de la ciencia económica y las ciencias sociales en general.
De este modo, Hayek se integró a la Escuela Austríaca fundada en la segunda mitad del siglo XIX por Bhom-Bawerk y Menger, quienes habían contribuído a formular la revolucionaria teoría subjetiva del valor. Desde esa nueva perspectiva, Hayek ha señalado los errores inherentes a la visión neoclásica del equilibrio y la competencia perfecta que han dominado durante décadas los centros académicos de mayor renombre. Hayek muestra cómo el mercado es un proceso que coordina información dispersa y cómo el modelo de la llamada competencia perfecta encierra una contradicción insalvable, entre otras cosas, debido a que la información que se supone disponible hace que pierda sentido el verbo competir. Asimismo, describe los errores inherentes en la idea de la «justicia social», ya que, en el mejor de los casos, se trata de una redundancia (la justicia no puede ser vegetal ni mineral) y, en el peor, se traduce en la antítesis de la justicia a secas sacándoles a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece. Más aún: Hayek muestra cómo, generalmente, un sustantivo seguido del adjetivo social lo convierte en su antónimo (por ejemplo, constitucionalismo social, democracia social, derechos sociales, etcétera). Respecto de una expresión muy difundida destaca lo siguiente: «Mientras que conozco el significado de la economía de mercado, no tengo la menor idea de lo que significa la economía social de mercado como no sea que se violaran las leyes del mercado». Hayek explica las causas del mejoramiento de los salarios en términos reales cuando describe la situación en que vivía la población en Inglaterra con anterioridad a la época capitalista y cómo el espíritu liberador de la energía creadora inherente a la Revolución Industrial permitió un crecimiento vegetativo y una elevación del nivel de vida de las masas nunca antes vista por la humanidad, dando así por tierra con los mitos y mentiras tejidas en torno de esta parte de la historia económica.
Moneda y racionalismo
Por otro lado, en lo que se refiere a la moneda, explica cómo las distorsiones monetarias y las consecuentes alteraciones en los precios relativos son un resultado necesario del establecimiento del curso forzoso y de la existencia de la banca central. Muestre cómo las diversas «autoridades monetarias», en mayor o menor grado, se debaten en problemas tendientes a administrar eficientemente aquello que por su naturaleza es, precisamente, la causante de los desórdenes monetarios. De este modo, dicha autoridad se apega a la quimera de la política monetaria y a la cantidad óptima de dinero, sin percibir que el problema estriba en la existencia misma de la autoridad monetaria.
Por otra parte, Hayek enseña que el totalitarismo resulta, en gran medida, consecuencia de adoptar la postura del positivismo legal donde no hay parámetros ni puntos de referencia suprapositivos y donde, por lo tanto, la omnipotencia del legislador, la degradación del sistema democrático y la tergiversación del constitucionalismo abren los diques de contención al poder político ilimitado. Hayek atribuye la fiebre planificadora de los gobernantes a la arrogancia y a la presunción del intelecto basadas en lo que denomina «racionalismo constructivista» que conduce a los proyectos de ingeniería social que tantos inconvenientes han creado.
Evolución cultural
Aquella actitud presuntuosa inherente a la planificación pretende sustentarse en modelos que, al decir de Hayek, son «lindos sistemas de ecuaciones» basados en «pura ficción». Estos modelos diseñados para controlar «las variables» a través de lo que curiosamente se ha dado en llamar fine tuning. no producen el resultado esperado porque, según La inefable tecnocracia, «no estuvieron bien instrumentados» y las manipulaciones no fueron administradas por los personajes adecuados. Dice Hayek que estos procedimientos son lo que más se asemeja a la magia y explica que el proceso de evolución cultural es un mecanismo de selección de órdenes espontáneos. Proceso de evolución sustancialmente distinto al de la evolución biológica puesto que, por un lado, en aquél se seleccionan normas, mientras que en éste, especies y, a diferencia de la evolución darwiniana, el proceso de evolución cultural hace que los más fuertes transmitan su fortaleza a los más débiles a través del aumento de salarios como una consecuencia no buscada de la capitalización. Este proceso es obstaculizado cuando la legislación laboral traba la asignación de los valiosos recursos humanos.
También Hayek ha contribuido a señalar las necesarias diferencias metodológicas entra las ciencias naturales y las sociales que, aún computando las influencias popperianas, han servido para advertir acerca de los errores a los que puede conducir el tratamiento de las ciencias de la acción humana como si se tratara de problemas físicos o químicos. En su discurso en Estocolmo cuando recibió el premio Nobel de Economía, Hayek resumió esta idea afirmando que «en mi opinión, el fallo de los economistas en la consecución de una política más acertada se halla íntimamente relacionado con la propensión a imitar en todo lo posible los procedimientos de las prestigiosas ciencias físicas, lo cual, en nuestra materia, puede conducirnos a un completo error. Es éste un procedimiento que ha sido calificado de actitud ‘científica pero que, como ya dije hace treinta años, es decididamente científica en el verdadero sentido de la palabra ya que supone una aplicación mecánica y acrítica de unos hábitos de pensamiento a campos diferentes de aquellos en que dichos hábitos se han formado».
Hayek era un ser humano excepcionalmente generoso y cálido con sus numerosos discípulos y amigos. Tenía una forma de explicar sus ideas que invitaba al estudio y despertaba curiosidad por el tema abordado. Su personalidad ejercía una influencia decisiva en la audiencia. La vida no era nunca la misma después de oírlo a Hayek. Tan grande ha sido la repercusión del pensamiento hayekiano que, con razón, The Times de Londres ha dicho que la época por la que hoy atraviesa nuestro mundo es la «era de Hayek»
«A través de los años les he preguntado una vez y otra a los partidarios de la sociedad libre cómo fue posible que pudieran escapar al contagio del ambiente intelectual, proclive al colectivismo que los rodeaba a todos. Ningún nombre ha sido más frecuentemente mencionado como fuente de inspiración y comprensión que el de Friedrich Hayek».Milton Friedman.