Año XLV Una vista retrospectiva 34 años después, marzo
de 2005, No. 926
Nota del Editor: consideramos
oportuno publicar esta charla del Dr. Manuel F. Ayau
con ocasión de la II Reunión Intercitadina de los
Clubes Rotarios de Guatemala el 11 de noviembre de 1961. Si bien es cierto de que algunas de las circunstancias
de ese año ya han sido superadas el lector podrá sacar sus propias conclusiones
si hemos progresado respecto a nuestro camino a una sociedad libre sin
coerciones ni privilegios ó no.
Una Vista Retrospectiva
34 años después
II Reunión Intercitadina
1961-62
De los Clubes Rotarios de Guatemala
Celebrada en Antigua
Los dias 11 y 12 de
Noviembre de 1961.
TRABAJO PRESENTADO POR EL ROTARIO
MANUEL F. AYAU
DEL CLUB DE LA CIUDAD DE GUATEMALA.
Compañeros
Rotarios:
Quiero agradecer a ustedes el privilegio de dirigirles
la palabra con el cual me han honrado en esta ocasión.
El tópico sobre el cual
hablaré es el documento llamado “Carta de Punta del Este” y la “Declaración a los Pueblos de América”.
Desde luego, este es un
tema de mucha amplitud, que cubre casi todos los aspectos del desarrollo
económico de la America Latina, y por lo tanto en una
ocasión como esta, únicamente se pueden tocar muy pocos aspectos. Yo me voy a
referir únicamente a algunos aspectos de la filosofía económica y social en los
cuales se han basado los participantes de este plan, según se desprende del
enfoque a los problemas y las soluciones propuestas.*
Antes de entrar en materia quiero
dejar patente mi reconocimiento sincero al gran espíritu humanitario del pueblo
de los Estados Unidos de Norteamérica que con un desprendimiento y un sentido
de responsabilidad único en la historia, ha demostrado y está demostrando con
hechos efectivos, su deseo de elevar el nivel de vida de todos los pueblos que
se dejen ayudar. Todos y cada uno de los ciudadanos de ese gran país se están
privando de algo al pagar sus impuestos para permitir este tipo de ayuda
material.
Ahora bien: para remediar una
situación, así como para curar una enfermedad, no es el valor y la cantidad de
la medicina lo que va a determinar su eficacia, sino primero, lo acertado del
diagnóstico y segundo, la efectividad de la medicina que se aplique. En muchos
casos, muchas situaciones así como enfermedades se curan con sólo evitar las
causas que las provocan.
No me quiero referir a los
objetivos, en los que considero que el diagnóstico y la medicina han sido
acertados, pues bastante se ha dicho en favor por un sinnúmero de comentaristas
y por representantes oficiales de los diferentes estados. Por ejemplo, los
puntos relacionados a fortalecer y perfeccionar las instituciones democráticas;
el de ejecutar programas de vivienda en la ciudad y en el campo; el de aumentar
sustancialmente y en forma sostenida el ingreso por habitante; el de “mantener
una política monetaria y fiscal que sin las calamidades de la inflación o la
deflación defienda el poder adquisitivo del mayor número, garantice la
mayor estabilidad de los precios, y sea adecuada para la promoción de las
economías”; el de acabar con el analfabetismo; los programas de salubridad e
higiene; y sobro todo, los programas educacionales a los que con tanta razón
les han dado mucho énfasis en estos documentos y planes.
Quisiera mencionar otro
objetivo no menos laudable, que también persiguen los americanos, además del
que ya mencioné de carácter humanitario, y que es puramente de estrategia en
esta guerra fría; y éste es el que está basado en la teoría de que elevando el
nivel de vida de los pueblos se evitará el comunismo y el socialismo. Y lo
quiero mencionar porque considero que tal razonamiento -el cual es muy
generalizado- está en un error: creo que no se ha dado el caso en la historia
de la humanidad, en que un movimiento hacia el establecimiento de una economía
colectivista (de las cuales ha habido muchas y también mucho antes que Marx) que nunca se ha dado el caso de que tales movimientos
emanen de las masas. Generalmente han sido pequeños grupos de personas
bien o mal intencionadas, con o sin razón, quienes apelando a los instintos más
bajos que todos los hombres tenemos, como la envidia, etc., han pregonado la
igualdad económica y como medio para obtenerla, el sistema económico
colectivista, ya sea socialista o comunista.
Para demostrar el error de
este razonamiento, que muchas personas comparten, y en el cual se ha basado
mucho de la política Norteamericana, y el que como ya indiqué consiste en la
teoría de que al elevar el nivel de vida de un pueblo ya no se podrá establecer
el comunismo o el socialismo, bastaría citar los casos como Suecia y el Nazismo
o Nacional Socialismo del tiempo de Hitler.
Pero para ilustrar este espejismo en apreciaciones, me voy a permitir traducir
un párrafo de un artículo que recientemente leí en la revista Norteamericana “Fortune”:
“Para ilustrar el punto de
que el progreso material no va automáticamente a producir estabilidad política,
construyamos una situación hipotética; Los Estados Unidos deciden mejorar
rápidamente y lo más posible la condición económica de un país pequeño que se
llama Cenicienta, y que
recientemente se ha emancipado del yugo colonial. Supongámos
que los Estados Unidos inmediatamente
erradica las enfermedades tropicales que están matando ciudadanos de
Cenicienta; que contribuye a la construcción de ferrocarriles excelentes y de
un sistema de comunicaciones que en general abre oportunidades para la
industrialización y para un más alto nivel de vida. Los Estados Unidos también
hace arreglos especiales favorables para Cenicienta mediante el cual su
producto de exportación va a tener acceso garantizado al mercado
Estadounidense.*
La población de Cenicienta
se cuadruplica y empieza a prosperar; la industrialización y la urbanización
crecen rápidamente hasta que disminuye el número de trabajadores agrícolas a la
mitad. Hombres de negocios, doctores, ingenieros, abogados y otros trabajadores
de cuello blanco, son educados en los Estados Unidos y su número aumenta y
también su influencia social. La presencia de una clase media, grande y
creciente en Cenicienta, se llega a constatar por el número de automóviles per cápita más o menos en la misma proporción que en
Italia; por el número de llamadas telefónicas per
cápita más o menos igual que en Bélgica. El ingreso nacional per cápita de Cenicienta alcanza a 400 dólares al año, el
cual es aproximadamente igual al del país del cual se independizó.** El rápido adelanto de Cenicienta se puede proyectar
hacia un futuro indefinido donde hombres de negocios, nacionales y extranjeros,
invierten en la expansión de la electrificación.
¡Afortunada Cenicienta!
De acuerdo con el
diagnóstico de Mr. Rusk, la
prosperidad de Cenicienta debería producir una democracia estable, un definido
anticomunismo y un fiel aliado de su benefactor: los Estados Unidos. Ahora
debemos descubrir que este caso del progreso de Cenicienta no es un caso
hipotético. Es hecho por hecho, y estadística por estadística, el récord de
Cuba; el récord de los últimos 60 años de Cuba y de su asociación económica con
los Estados Unidos. No obstante, cuando sonó la campana de media noche en la
Sierra Maestra, Cenicienta le rompió la zapatilla en la cabeza al Príncipe, le
restregó vidrio en los ojos, le bolseó la cartera y al mismo tiempo, le acusaba
de seducirla”. Termina la cita de “Fortune”.
No quiero que se me vaya a
mal interpretar que por haber citado este ejemplo, no me interese la elevación
del nivel de vida de las gentes. Lo he citado como ilustración de la teoría que
la pobreza no necesariamente produce el comunismo: el hombre sólo por el hecho
de ser pobre no se vuelve inmoral y ateo. Y el caso lo vimos aquí en Guatemala.
Aquí se impuso un régimen comunista. Nosotros somos un pueblo pobre y
subdesarrollado y en ningún momento, estoy convencido, el pueblo de Guatemala
ha sido comunista. Lo único que pasó es que la elite comunista nos dominó.
Pero vamos más allá, ya que al fin y al cabo, elevar el nivel de vida de
nuestros pueblos es nuestra meta común con el plan de Alianza para el Progreso,
y el evitar el comunismo no es más que una de las medidas, que entre otras,
hemos escogido, por considerar que a través del comunismo no se elevan los
niveles de vida de las gentes, sino se bajan. De considerar que a través del socialismo
o el comunismo se elevaría el nivel de vida de los pueblos, estoy seguro todos
seríamos socialistas o comunistas. No
está demás reiterar que los comunistas y los socialistas no tienen ningún monopolio
sobre la “sensibilidad social”.
¿Pero a través de qué método es que se eleva el nivel de vida de los
pueblos?
¿Qué medidas, qué régimen
de gobierno hay que adoptar, qué instituciones se han de respetar; qué leyes
deben existir, qué leyes no deben existir; qué impuestos deben existir,
qué impuestos no deben existir? Los documentos de Punta del Este precisamente
proponen algunos caminos y son esos caminos los que debemos evaluar: dos
aspectos de tales recomendaciones son los que principalmente me preocupan. Me
opongo a las propuestas sobre reformas tributarías (impuestos progresivos a
ingresos), y sobre reforma agraria, porque considero que los principios igualitarios
en que se basan y las formas propuestas de llevarlas a cabo, no conducen a
elevar el nivel de vida de los pueblos, sino todo lo contrario, a rebajarlo, y
de paso, los más afectados son las personas más pobres. No pretendo defender
los sistemas impositivos que actualmente existen. Muchos de ellos son malísimos
y adolecen de los mismos defectos de los que se proponen.
Un aspecto muy curioso de las
recomendaciones que hoy en día emanan del gobierno americano, con la tácita
advertencia de que si no se adoptan no prestará ayuda, es que Estados Unidos
para llegar a ser la gran nación que es, no utilizó ninguno de esos sistemas.
Los Estados Unidos también fue un país subdesarrollado en situación de más
desventaja que muchos otros países subdesarrollados, quienes hoy día tienen
oportunidad de aprovecharse de los inventos, de la ciencia, de las
investigaciones, de los métodos, etc., que hoy día los países subdesarrollados
pueden copiar de los desarrollados e inclusive aprovechar su ayuda económica.
Los Estados Unidos no adoptó una política económica
igualitaria y redistributiva
-un impuesto progresivo sobre la renta-hasta muy recientemente. Nunca
en su historia tuvo una reforma agraria basada en la expropiación de la
tierra y redistribución arbitraria según las preferencias del planificador. Sus
sistemas actuales de redistribución de riqueza a través de medios impositivos
son de cosecha reciente. Si bien es cierto que los impuestos redistributivos se establecieron a principios de este
siglo, fueron en cuantía tan baja (el 2%) que prácticamente a nadie le importó.
Únicamente, 1os que se fijaron en el precedente y en el principio
impositivo que se estaba sentando se opusieron. Hace poco, unos treinta años,
todavía era de 20% el límite máximo. Durante los primeros 150 años de su
subdesarrollo no lo tuvieron, y es menester recordar que tuvieron que
modificar su Constitución para poderlos establecer, pues aquellos Padres de la
Patria que sentaron el cimiento que hizo de aquel país la gran nación que es,
lo dejaron expresamente prohibido, pues precisamente venían huyendo de la
arbitrariedad del poder, típica de los países de donde habían emigrado. En
aquella Constitución que sirvió de base ya a muchos países del mundo entero
inclusive de Europa, Suiza por ejemplo, dejaron claramente establecida la
libertad. Pero no tanto la libertad del yugo colonial, pues esto era ya un
hecho como resultado de su revolución, sino la libertad del individuo frente
al poder arbitrario del estado y de la misma sociedad, del abuso de la mayoría
sobre la minoría; la libertad del individuo y su derecho de propiedad,
principalmente su derecho de propiedad sobre el fruto de su trabajo presente,
pasado o futuro. Por supuesto, comprendiendo que la base de la libertad es el
respeto a la libertad ajena y que por definición tiene que estar limitada y
restringida por la libertad de los demás. Pero de allí a que los demás tengan
derechos sobre el fruto del trabajo de una u otra persona, hay una distancia
muy grande. Aquellos Padres de la Patria dejaron establecido un régimen donde
el gobierno era impotente ante la desigualdad económica de las personas,
porque comprendieron muy bien que la desigualdad económica es necesaria para la
elevación de vida de todos. Que sin desigualdad no hay progreso posible. Que la
gran lucha por la libertad ha sido la lucha por igualdad ante la ley. Que
pretender establecer la igualdad económica a través del poder coercitivo de la
sociedad, tratando a las minorías en una forma desigual, destruye la
libertad y constituye tal poder uno de los principios del
totalitarismo. Que no porque una minoría es rica se puede discriminar en su
contra, así como no se puede discriminar legislando contra grupos minoritarios
por razón de color, raza o religión, sin destruir la base de la democracia: la
igualdad ante la ley.
La experiencia de todas las
reformas agrarias, que se han probado en la historia reciente, ha demostrado su
fracaso. México es uno de los mejores ejemplos, a pesar de historias oficiales
de la revolución mexicana que desde luego tienen que defenderlo
demagógicamente. Y esto que todos lo sabemos, los americanos no lo quieren ver.
Es un contra-sentido pregonar
tal transformación del régimen de propiedad diciendo simultáneamente que el
respeto a la propiedad privada constituye la base de la estabilidad económica y
política.* ¿Es que se pretende respetar
la propiedad y el fruto del trabajo únicamente en los períodos en que no se
están cambiando las leyes?
Admito la posibilidad de
que en algún país, escaso de tierras, a través de abusos y de irrespeto a los
derechos de los demás y a través de poder político mal adquirido,
personas se hayan adueñado de toda la tierra cultivable del país. Pero éste no
es el caso general, puesto que casi en todos los países existen tierras
cultivables en manos del estado, y mucho menos lo es en Guatemala. Pero sí así
fuere el caso, lo que hay que evitar es precisamente que esos procedimientos se
repitan. Todos sabemos que la redistribución de la tierra es una bandera
política socialista, efectiva única y exclusivamente porque promete
redistribuir la tierra que ya ha sido habilitada y que está en
producción. Su eficacia política es evidente, ya que es muy atractivo decir que
la propiedad que ya está en producción, se va a distribuir en forma gratuita o
por menos de su valor. Ello es mucho más atractivo que ofrecer tierra donde
habría que ir a trabajar e invertir para hacerla producir, y donde tendrían que
esperar las comunicaciones modernas, en la misma forma que los actuales
dueños de la tierra que hoy produce tuvieron que invertir y esperar por muchas
décadas. Y no hay otra razón para ofrecer reforma agraria, ya que si no se
pretende darla gratis o por cantidad menor a su valor de mercado, todos
aquellos que quieren tierra y que la pueden pagar, la pueden comprar en el
mercado: todos los días algunas tierras cambian de mano por un precio relacionado con su capacidad productiva. Hay
muchísimos casos donde el hombre que ha trabajado, economizado e invertido en
tierra, se ha convertido en lo que llaman “Feudalista”.
Es un hecho, que el tamaño de las fincas de Estados Unidos es mucho mayor que
por ejemplo en Cuba y en México. También es un hecho que como corolario de la
elevación del nivel de vida en los Estados Unidos, la población rural y el
número de finqueros ha disminuido, y que el tamaño de las fincas ha aumentado,
y por lo tanto, que cada día hay menor número de dueños. Y no sólo es así en
los Estados Unidos sino en cualquier país que se ha desarrollado. ¿Por qué
entonces recomendar el procedimiento opuesto para los países subdesarrollados?
Es evidente que no se ha
llegado a comprender que las economías llamadas “típicamente agrícolas” y los
bajos salarios que invariablemente se pagan en ellas, persisten sólo porque no
ha habido suficiente inversión de capital en ocupaciones de mayor
productividad, donde el fruto del trabajo tenga un mayor valor. Estos
países por ejemplo, no podrán sembrar café cuando aquellos hombres que hoy
cosechan las cerezas, tengan otras alternativas de empleo que paguen mejor.
Pero sencillamente hoy por hoy no las hay, y la transformación no puede ser
instantánea, y tal evolución depende exclusivamente de la libertad y
habilidad de los individuos para acumular capital que pueda ser arriesgado en
el tipo de inversión que puede pagar mayores salarios. Y también por supuesto,
en el ingreso de capital extranjero, contra el cual, por cierto, siempre se
están proponiendo medidas discriminatorias por parte de aquellas personas que
no aprecian la ayuda que ello representa para elevar el nivel de vida de los
pueblos, y quienes tampoco se dan cuenta del daño que le están haciendo a la
nación, al adoptar unas posiciones de extremo nacionalismo que son en realidad
harto antipatrióticas.
En algunos de los folletos del Centro de Estudios
Económico Sociales, que muchos de ustedes ya conocen, hemos reiterado repetidas
veces, a través de artículos escritos por los más prominentes economistas del
mundo, que son dos los principales requisitos para la elevación
de salarios: la educación y la inversión de capital.
A mí no me cabe la menor
duda qué viene primero. No es el caso de la gallina o el huevo. Primero viene
la inversión de capital y ésta trae como consecuencia y hace posible la
educación. Las necesidades humanas se satisfacen en cierto orden de prioridad.
Una persona no lee si todo su tiempo lo tiene que dedicar a trabajar para poder
subsistir físicamente. Hasta que reduce el tiempo de trabajo en medida
suficiente para poder subsistir, se puede dedicar a educarse. Sin
suficiente riqueza no puede existir educación. Ni siquiera se pueden comprar
libros, menos aún pagar profesores.
Para permitir que cada
hombre eleve su nivel de vida, es evidente que el producto de su trabajo, en un
día por ejemplo, debe darle un poder adquisitivo suficientemente alto para que
le proporcione la satisfacción de necesidades en que precisamente consiste un
alto nivel de vida.
En la moderna sociedad basada en la división del trabajo, en último
análisis, toda persona está cambiando el fruto de su trabajo por el fruto del
trabajo de los demás, en la forma indirecta que permiten el dinero y el
crédito. No por ello deja de ser un canje. Y lo que los demás, libremente, a
través del llamado mercado, están en disposición de darnos por lo que
producimos en un día, es decir lo que nosotros podemos obtener a cambio del
trabajo de nuestro día, desde luego depende de la cantidad y la calidad de lo
que hagamos en el día. El grado de cantidad y calidad del trabajo
que producimos en el día es prácticamente lo que se ha dado en llamar la
productividad del hombre. Es evidente que para elevar nuestro nivel de vida, es
decir, para satisfacer mayor número de necesidades, tenemos que aumentar esa
productividad. ¿Pero cómo se eleva la productividad? Principalmente aumentando
el capital invertido per cápita. Como ya se ha dicho
muchas veces en los folletos que antes cité, la diferencia entre el
salario de una persona trabajando con una pala de mano, y el de una persona
trabajando con una pala mecánica; o el de una persona manejando una carreta de
bueyes y el de una persona manejando un camión de diez toneladas, se debe
principalmente al valor del bien que utiliza para producir. ¿Y de dónde y cómo
se aumenta esta inversión? La fuente de inversión es únicamente y sencillamente
el capital que les sobra a los que tienen ingresos por encima de sus
necesidades y que lo pueden ahorrar e invertir directamente ellos mismos, o
bien, otras personas a través de los créditos que los bancos pueden otorgar por
el hecho de tener tales dineros bajo su cuidado.
Por
eso, las resoluciones de la Carta de Punta del Este que recomiendan un impuesto
basado en el lema marxista “de cada quién según su capacidad, y a cada quién
según su necesidad” daña principalmente a las personas
más necesitadas. Porque el empleo y
altos salarios dependen exclusivamente de que a algunos les sobre dinero
suficiente. Las redistribuciones no mejoran la suerte de nadie, empobrecen a
todos, consumen la riqueza que de otra manera formaría las capitales.
En Guatemala, en un estudio
que hice yo hace algunos meses entre las industrias que pagaban lo que
consideramos aquí lo mejores salarios, resultaba que la inversión por
cada empleado es de más o menos ocho mil quetzales. (En los Estados Unidos es
de $20,000 a $60,000). Multipliquen Q 8,000 ustedes por el número de gente que
entra a formar parte de la fuerza laboral anualmente, y tenemos la cantidad de
inversión necesaria para dar empleo decoroso a los nuevos trabajadores.
Agréguenle a eso lo necesario para dar igual empleo a los que hoy día no
cuentan con él, y que por cierto son la mayoría de los trabajadores
guatemaltecos. Como aún así no se puede considerar que ello proporcionaría un
nivel de vida adecuado, multiplíquenlo por cinco y tendremos una estimación
aproximada del capital necesario que se debe invertir para elevar el nivel de
vida de todos los guatemaltecos. ¿Cuánto suma esto? Hagan ustedes el cálculo y se asombrarán de
la cantidad astronómica.
No obstante, se pretende
establecer impuestos so pretexto de redistribución de riqueza, exclusivamente a
esos ingresos que pueden servir para crear esas plazas de trabajo y elevar el
nivel de vida de las gentes, ya que los bajos ingresos prácticamente no son
afectados por los impuestos progresivos, por ser ellos necesario para el
consumo.
En mi estimación, es una barbaridad recomendar esto a pueblos
subdesarrollados. ¡Y es una tontería adoptarlo!
Los Estados Unidos se pueden dar el lujo de cometer esos errores y
subsistir con ellos durante veinte o treinta años como lo han hecho desde
cuando tal impuesto sobre la renta se aumentó a un nivel significativo después
del año 1933. Han subsistido, pues, cerca de treinta años con esos impuestos.
Pero ya se están dando cuenta, y mucha gente se dio ya cuenta, del daño que
esto le está haciendo a los Estados Unidos, y tengo la seguridad que dentro de
diez años, los límites del impuesto sobre ingresos en los Estados Unidos,
estarán por debajo de la mitad de lo que hoy están y por debajo de lo que hoy
nos recomiendan extra-oficialmente. Me baso, para decir esto, en los resultados
de las investigaciones y en las recomendaciones oficiales del Congreso de los
Estados Unidos, y en estudios por otras autoridades económicas de mucho
prestigio.
Desgraciadamente parece que
los políticos americanos que hoy tienen el poder, y sus asesores, no se han
dado cuenta. Y es más lamentable que la presión para que adoptemos esas medidas,
que van a bajar el nivel de vida a todos los guatemaltecos, sea tan fuerte y
difícil de resistir, al ser planteada en la forma que dije anteriormente.
Son pues, principalmente
estos dos aspectos de la filosofía de Punta del Este y la Alianza para el
Progreso, contra los cuales debemos estar muy alertas, comprender sus
implicaciones y tratar de que se corrijan.
A aquellas personas que
realmente tienen un verdadero interés en averiguar cuál es la estructura
política, económica y social que hace posible el progreso, con todo respeto me
permito recomendarles que estudien la filosofía política y económica de
aquellos grandes hombres que hicieron posible el desarrollo de los países
adelantados del mundo, países a los que hoy día aún las naciones socialistas
les copian sus inventos, comodidades, ciencias, etc. Sé que algunos economistas
que se autodenominan “avanzados”, modernos y “amplios” de criterio, consideran
esas filosofías anticuadas, para otras épocas. Investiguemos, si realmente
tenemos interés, la filosofía de John Locke, de James Madison, el
filósofo de la Constitución Americana, etc.*
No por haber tenido su apogeo hace ciento cincuenta años o más, van a
ser inválidas sus teorías que ya soportaron la prueba del tiempo con el más
grande éxito en la historia del hombre. ¿Acaso por habérsenos dado en el tiempo
de Moisés los Diez Mandamientos ya caducaron por anticuados? Adoptemos los
métodos ya probados. Adoptemos lo bueno y no lo malo, y trabajemos así para
lograr los sanos objetivos de la Carta de Punta del Este, que es la elevación
del nivel de vida de los pueblos.
*En especial. me permito recomendar el libro
recientemente traducido al español: “Socialismo” por L. von Mises,
puede adquirirse en el Centro de Estudios Económico Sociales.