Año: 2, Mayo 1960 No. 12

Tomado del periódico Mercurio de Buenos Aires – 1° de Agosto de 1957.

Las bases del crecimiento económico

Por RALPH MUSTED

A través de toda la historia ningún sistema económico ha deparado jamás a la humanidad beneficios más duraderos que la economía libre. Aquí, en los Estados Unidos, ha realizado la obra más espectacular de todos los tiempos en la satisfacción de las necesidades del pueblo. Lo hemos logrado mediante el funcionamiento de un sistema económico que se adhiere más a los principios de la economía libre que cualquier otro de los que lo precedieron. Nuestra riqueza material ha mejorado enormemente porque la prosperidad es inherente a la naturaleza misma de la economía libre; incluso los períodos relativamente breves pero inevitables de ajuste, característicos de la economía libre, no son más que etapas de su constante crecimiento de largo alcance.

¿Qué es la economía libre? ¿Por qué la prosperidad es inherente a su naturaleza misma? Se la ha definido de diversas maneras como economía mercantil, economía de precios, sistema de empresa libre, sistema de empresa privada y. en forma muy amplia como la manera de ser norteamericana. Si bien ninguna de estas expresiones constituye una definición completa, quizás convenga no tratar de establecerla en pocas palabras.

Tres importantísimas instituciones sirven de base a la economía libre. La primera y más importante, puesto que sin ella las demás no podrían existir, es la libertad personal.

La historia de las grandes civilizaciones ha probado muchas veces que poco o ningún progreso económico se puede lograr si el pueblo no goza de libertad personal; mientras mayor sea la libertad personal, mayor y más rápido será el progreso material. Dominando esto se encuentra una de las verdades básicas de la existencia humana. Somos creaciones individuales. No hay dos de nosotros que pensemos igual. No hay dos que procedamos igual y no lo podríamos hacer aunque quisiéramos. No hay dos de nosotros que tengamos exactamente las mismas necesidades. No existe nada de eso que se designa como mentalidad en masa, pensamiento en masa, acción en masa o demanda en masa de cualquier cosa. Lo más que se puede señalar en apoyo de la creencia en la mentalidad en masa, son los millones de ideas que sostienen los individuos, entre las cuales puede haber considerable similitud. Lo que más se acerca a la acción en masa es que en ciertas ocasiones los hombres actúan de manera similar debido a la similitud de ideas. La demanda en masa no es más que la suma total de las diversas necesidades de innumerabIes individuos.

Independientemente de la forma en que los hombres pueden agruparse para satisfacer necesidades, sus esfuerzos están encaminados hacia la satisfacción de las innumerables necesidades de los individuos. Los hombres han creado organizaciones comerciales, sociedades, estados y naciones, pero estos elementos no poseen vida, filosofía ni capacidad para crear o producir y no tener ninguna necesidad separada y distinta de las de los individuos que los componen o para cuyo beneficio han sido creados. De cualquier manera que se encaren las cosas, la vida sólo es inherente a los individuos. Sólo los individuos crecen y progresan, y el crecimiento económico sólo pueden generarlo de la libertad personal y de la libertad de elección.

Antes de considerar el segundo requisito de la economía libre y de su relación con el primero, debemos clarificar un aspecto. La economía concierne a la satisfacción de nuestras necesidades materiales. El crecimiento económico no es más que la satisfacción de un creciente número de esas necesidades. No obstante, la mayoría de nosotros creemos que por naturaleza estamos dotados de un sentido de lo acertado y correcto, de un sentido de moralidad, y que nuestros anhelos surgen de la necesidad, no sólo de bienestar económico, sino también de bienestar intelectual. Es lógico, por lo tanto, que interpretemos la economía como ciencia moral y no como juego puramente mecanicista de normas que regulan nuestra existencia material.

La propiedad proviene de los ahorros Cuando los hombres aprendieran a acumular, a ahorrar un poco de lo que extraían de la tierra para hacer frente a las necesidades del mañana, se establecieron los cimientos para el segundo requisito de la economía libre, el de la propiedad privada. El móvil básico del ahorro está en nuestras propias necesidades individuales. Lo que ahorramos tiene para nosotros una significación especial que no podría tenerla para nadie más por la sencilla razón de que la razón por la cual ahorramos es nuestra. Otros pueden ahorrar lo mismo por una razón similar, pero no exactamente la misma que la nuestra. Naturalmente, a las cosas que hemos ahorrado las identificamos con nosotros mismos, con nuestras propias necesidades personales. Es probable por lo tanto que la idea de la propiedad haya aparecido.

Si la libertad personal desapareciese repentinamente de la faz de la tierra, desapareciese con ella la institución de la propiedad privada. La propiedad privada sólo es tal mientras su dueño tenga libertad para disponer de ella. Cuando pierde esa facultad pierde la propiedad. Tiene que tener bienes que pueda identificar con sí mismo, y tiene que estar en condiciones de disponer de ellos para satisfacer sus necesidades. Por eso la propiedad privada es necesaria para el progreso económico.

Por qué ahorra el hombre La cantidad que ahorramos y la razón por la cual ahorramos están determinadas en igual medida por el hecho de que somos seres morales e intelectuales y por nuestras necesidades materiales. En verdad ambas influencias son inseparables. Nuestras necesidades no se limitan a la satisfacción de los apetitos animales; al contrario, nos agrada pensar que hemos aprendido a dominar esos apetitos. No llevamos una doble existencia.

Somos seres cuyo bienestar material e intelectual guarda una interrelación absoluta. La búsqueda de seguridad intelectual determina en gran medida nuestras necesidades materiales y nuestra aptitud para satisfacer las necesidades materiales tiene mucho que ver con nuestro bienestar intelectual. Todos nosotros tenemos iguales apetitos animales, difiriendo solamente, si difieren, en intensidad. La gran diferencia radica en nuestras necesidades y satisfacciones intelectuales. Sólo el individuo mismo puede saber cuáles son sus necesidades. Debe ser libre, por lo tanto, para decidir qué cosas desea. Debe ser libre para acumular y poseer bienes con fines que su solo juicio considera importantes.

Hacer lo que mejor se pueda El tercer requisito de la economía libre, de la empresa libre, no tiene tanta relación con el tipo de necesidades que experimentamos sino con la forma en que nos dedicamos a satisfacerlas.

No es menester que nadie nos diga que somos más felices cuando hacemos las cosas que podemos hacer bien. Tampoco hace falta que nadie nos diga que solemos hacer bien las cosas que nos agradan más. La necesidad de libertad personal para hacer estas elecciones es tan evidente que se hace difícil creer que haya quien la ponga en tela de juicio. En realidad, sin embargo, esto es muy discutido en la actualidad. La felicidad es algo tan personal que ningún otro puede conocer nuestros sentimientos como no sea observando las manifestaciones externas de lo que ocurre dentro de nosotros. Aún así, la otra persona sólo capta nuestros pensamientos a grandes rasgos. Estas nociones acerca de nosotros jamás pueden ser del todo exactas porque las experiencias ajenas nunca han sido exactamente las mismas que las nuestras. Además, partiendo de la base que se trata de una persona diferente, nada puede afectarla de la misma manera que a nosotros. ¿Será necesario, en consecuencia, recordarnos que sólo con libertad para elegir la clase de trabajo que más nos agrade y la clase de trabajo en que nos creemos más productivos, podemos abrigar la esperanza de alcanzar un grado de bienestar económico e intelectual que nos satisfaga? Estas son las premisas en que nos fundamos para reclamar el derecho a dedicarnos a la ocupación que prefiramos, el derecho a buscar cualquier trabajo que nos parezca que somos capaces de realizar, el derecho a renunciar al empleo, el derecho a comprar y vender dónde y a quién elijamos, y el derecho a contratar; todo lo cual se resume en el término mercado libre.

Conservación de energía El rasgo más notable de la empresa libre es el ingenioso sistema que hemos ideado para conservar nuestras energías. Es al mismo tiempo, la forma más completa y eficiente concebible para satisfacer un número constantemente creciente de nuestras necesidades materiales. Los economistas la denominan división del trabajo. En la práctica cotidiana la denominamos especialización del trabajo, en vez de disipar sus energías en la satisfacción de una sola necesidad inmediata, el individuo, mediante este vasto sistema cooperativo, puede dedicar sus esfuerzos al suministro de artículos o servicios que tienen demanda en el mercado libre y satisfacer muchas de sus necesidades.

A través de los anales de la historia, los hombres han experimentado la insaciable inquietud de comprender su relación con el resto del universo. Las ciencias físicas jamás han resuelto esta cuestión. La religión, por lo tanto, siempre ha sido, y probablemente siempre será, esencial en las vidas de la mayoría de nosotros. Hasta en Rusia, donde las formas establecidas de religión están prohibidas, se ha puesto como substituto un tipo distinto de religión para satisfacer la necesidad de seguridad intelectual. La falacia del sistema ruso es el hecho de que se dice al pueblo que debe aceptar la única religión aprobada por el Estado que es el culto al Estado mismo. Ya antes los gobiernos han tratado de imponer creencias religiosas al pueblo, pero sin mayor éxito. Sin libertad para elegir las propias creencias religiosas que son esenciales para esa seguridad, los pueblos no pueden ser felices. Sin seguridad intelectual no pueden mejorar su existencia material. La religión, por lo tanto, también tiene una importante relación con el crecimiento económico.

Indudablemente el ansia básica de libertad individual del hombre está relacionada con la característica igualmente básica del interés propio, lo que significa, literalmente, interés privado o interés en beneficio de uno mismo. Para las mentes de ciertas personas el término interés propio tiene un significada objetable porque no saben distinguirlo del egoísmo. Egoísmo es buscar beneficio propio sin tener de ninguna manera en consideración el beneficio de los demás. Es cierto que el interés propio conduce, a veces, al egoísmo y hasta al salvajismo. Pero somos gente civilizada. Somos seres morales. Somos seres responsables. TODO DERECHO QUE DEFENDAMOS CELOSAMENTE, LLEVA APAREJADO EL DEBER DE NO ENTORPECER EL GOCE DEL MISMO DERECHO POR LOS DEMAS.

Lamentablemente todavía no hemos llegado a la perfección en materia de comprensión y dominio de nosotros mismos. A veces nos causamos daño unos a otros. Recurrimos a la ley para restringir los impulsos que existen en nosotros con tendencia a contrariar los fines de nuestra naturaleza. Jamás debemos olvidar, sin embargo, que el propósito básico de la ley es el de restringir nuestras tendencias destructivas y no el de dirigir nuestras acciones pacíficamente creadoras. Toda restricción impuesta sobre nosotros significa la pérdida de alguna libertad; la pérdida para hacer lo que habríamos hecho en ausencia de toda restricción. Cuando la ley va más allá para dirigir nuestras acciones, sufrimos una doble pérdida de libertad. Perdemos entonces no sólo la libertad de hacer lo que de otro modo habríamos de hecho, sino también la libertad de elegir cualquier otra alternativa. Este es el mal de la organización gubernamental coercitiva, o de interferencia en nuestro sistema económico. Cuando encomendamos al gobierno la tarea de la planificación, administración y fiscalización de cualquier empresa, no importa lo humanitaria que parezca ser, debemos medir cuánto perdemos en libertad, porque inevitablemente esa pérdida ocurre.

Defendidos hasta la muerte Al considerar este asunto no debemos dejarnos seducir por expedientes momentáneos. Bajo presiones de una y otra naturaleza ya se trate del temor, o que nos arrolle un enemigo externo, de un dictador en el país, de las demandas de un grupo organizado que desea privilegios especiales, como derechos de aduana más elevados, mayores salarios y precios más altos para los productos rurales puede hacerse que nuestra economía revista una apariencia de prosperidad. Durante un tiempo puede ser que resulten satisfechas un creciente número de las necesidades materiales de ciertas personas. Eso es crecimiento económico en un sentido, pero el crecimiento que resulta de la producción de instrumentos destinados en última instancia a la destrucción de riqueza, el crecimiento que se deriva del manipuleo compulsivo de factores económicos para satisfacer las demandas de algún grupo influyente, no es duradero. No tenemos más que contemplar la Rusia de hoy para ver qué puede esperarse de una economía organizada coercitivamente y manejada principalmente para un solo propósito: la producción bélica. No hace falta más que echar un vistazo a Inglaterra para ver qué puede esperarse de la intervención compulsiva en gran escala para otros fines, aunque sean fines pacíficos. Aquí mismo, en nuestro propio país podemos observar los efectos de los intentos de organizar la economía en forma coercitiva por razones ocasionales, tales como subsidios para aumentar los ingresos rurales, subsidios otorgados a guías de servicios gubernamentales, impuestos destinados a redistribuir réditos y muchos más.

El hombre debe ser libre para progresar; libre, pero, sin embargo, responsable. Cuanto más numerosos sean los hombres, mayor tiene que ser su sentido de responsabilidad. Esta no es una cualidad que se les pueda imponer. Es resultado de la educación, de las creencias religiosas, y del progreso mismo. La libertad y la responsabilidad fomentan el progreso, y el progreso fomenta la libertad y la responsabilidad. El uno sustenta al otro, y el resultado es la satisfacción de un mayor número de necesidades humanas cada vez más nobles.