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Año: 7, Septiembre 1965 No. 111
La Empresa Privada y la Economía Dirigida
Por Isidoro Zarco
«Prensa Libre», Guatemala
Hace poco más de siete años – para ser más exactos en 1958el presidente demócrata de la Costa de Marfil –el hombre de YamaossukroFélix Houphouet-Boingy, le hizo una apuesta al marxista Kwane Nkhrumah, jefe de Gobierno de Ghana, sobre cuál de los dos países alcanzaba mayor progreso, el primero tomó el camino de la libre empresa; el segundo se aferró a la filosofía de la economía dirigida. Las palabras de Houphouet a Nkrumah fueron las siguientes: «sigan ustedes por su camino que nosotros seguiremos por el nuestro. Dentro de 10 años veremos cuál de las dos naciones lleva a la otra la delantera».
La convicción de Houphouet de que el progreso se alcanza solamente a través de la libre empresa, no necesitó siquiera los dos lustros; bastaron apenas siete años, para que la republica de la Costa de Marfil figure como la más próspera de las naciones africanas de reciente cuño; pues mientras muchos gobernantes del continente negro aumentan la intervención del estado en la vida económica de sus naciones, Houphouet otorga los mayores incentivos a los capitales foráneos que buscan establecer sus empresas en Abidján y sus alrededores, en tanto que Ghana, que antes de iniciarse a la vida independiente, constituía la más pujante nación del África, hoy afronta retroceso tal, al extremo que muchos cesantes de Ghana son absorbidos por las factorías, recién instaladas, en la Costa de Marfil.
El capital extranjero que afluye, año con año, a la república que gobierna Houphouet, supera los -veinticinco millones de dólares. Una de las empresas europeas que con un sustancioso capital ha establecido un extenso taller de montaje de coches y camiones, es la casa Renault, de Francia.
También sentaron sus reales allí una refinería con doce millones de dólares de capital y por extensión, astilleros, molinos harineros, fábricas de tejidos, de bicicletas, que han cambiado por completo la fisonomía de la paupérrima Abidján, la que de una población de diez mil habitantes con anterioridad a la segunda guerra mundial, hoy sobrepasan los trescientos mil.
La Costa de Marfil, en su economía, se asemeja a muchas naciones latinoamericanas, especialmente las del Caribe y Centroamérica. Su principal producto de exportación, antes de 1945, era solamente el café, un poco de banano y otras especies agrícolas. Houphouet ha diversificado la producción agrícola; actualmente se explotan florecientes industrias madereras; se han extendido las plantaciones plataneras, de palma de aceite, de caucho y de muchas más que están aportando al país grandes utilidades inconcebibles de no intervenir el capital foráneo. Como puede verse el reto de Houphouet-Boigny a Nkrumah está probando que los países que han seguido el camino de la nacionalización y de la confiscación bajo gobiernos de tendencias marxistas o proclives a esa filosofía, tendrán que ir a la deriva sin remedio ni esperanza de un amanecer próspero.
En América algunas naciones corren ese mismo riesgo: el estancamiento de su desarrollo económico, por la coyuntura de esa desgraciada enfermedad que se llama nacionalización y mejor: «latinoamericanización ».
Nuestra tendencia al nacionalismo que tuvo como primordial y patriótico objeto el de sacudirnos de las empresas monopolistas que operaron y operarán en Iberoamérica nos está llevando a extremos de ahuyentar hasta al capital extranjero que en igualdad de condiciones con las empresas cien por ciento nacionales, buscan nuestras latitudes. Desde el advenimiento del régimen de Castro, en la sufrida Cuba, muy pocos empresarios de la América del Norte y Europa se arriesgan con nuevas inversiones, particularmente en la América del Sur. Los pocos que lo han intentado, han buscado el mercado común centroamericano por virtud de que en nuestro istmo no ha hecho mella el virus de la nacionalización y de la confiscación de empresas extranjeras.
Mas, no sucede otro tanto allende el Canal de Panamá: en la América del Sur, en donde muchas de las campañas electorales se libran llevando como estandarte el más extremado chauvinismo; lo mismo en Brasil, Argentina, Perú que Chile. Frei que buscaba capitalizar el voto de las izquierdas no comunistas, pero ultranacionalistas, ofreció la nacionalización de las minas de cobre, en manos norteamericanas; pero un poco más visionario que su excolega argentino, Domingo Perón que dicho sea de paso compró (chatarra) el ferrocarril inglés a precio de oro y el que hoy constituye el mayor lastre del presupuesto nacional de la república platense, comprendió que un paso como el que se proponía podía situar a Chile al borde del peligroso despeñadero en que se situó Bolivia cuando confiscara la minas de estaño. Situación ésta para que Frei entablara convenios con la «Braden Copper» que le traspasa al gobierno chileno el 51 por ciento de sus acciones.
Esa inteligente transacción que hace a la más meridional de las repúblicas americanas, la mayor accionista de la empresa que constituye el principal pibote de la economía chilena no gustó a los comunistas, que en las elecciones pasadas apoyaron a Allende. Interesados como están en que el país vaya a la quiebra, porque es el único medio en donde pueden medrar, califican al actual gobierno chileno de «imperialista» y «traidor».
La prosperidad de nuestras naciones no es precisamente lo que les interesa a los adláteres de Moscú y Pekín.
PLANIFICACION Y TOTALITARISMO
Por Napoleón Viera Altamirano
(«El Diario Hoy» Salvador)
Podemos decir que el pecado original de la manía planificadora o del planismo viene de haber sido la expresión inequívoca del absolutismo totalitarista: todos los regímenes de fuerza en Rusia, en España y Portugal, se apresuraron al entretenimiento utopista para justificar sus violencias prometiendo la restauración del paraíso terrenal sin más condición para las masas desposeídas que el renunciar por algún tiempo a todo vestigio de libertad, someterse con la cabeza baja, creer en la palabra mágica del dictador de turno, abjurar de la democracia capitalista y cumplir en pocas palabras aquella breve consigna del fascismo que encandiló a las juventudes italianas: la consigna de obedecer, creer y combatir.
Demás, desde luego, que los regímenes verdaderamente democráticos pueden devolver el prestigio a los planes bienales, quinquenales o decenales. Todavía sigue siendo algo sintomático el hecho de que los países realmente exentos de las desviaciones dictatoriales, no tengan que recurrir a ningún plan para prestigiar el régimen de gobierno vigente. Siempre seguiremos viendo con perfecta razón y no solamente por inercia histórica en la planificación, la contaminación dirigista y totalitarista.
Por más esfuerzo que se haga en purificar los planes no podrá evitarse por lo menos el fundamento estadista, el aporte intervencionista. El planismo no podrá sacudirse del esquema totalitarista. Pero hay algo más importante que señalar en todo esto y es que no hay plan quinquenal o decenal o de cualquier duración que sea, que no represente en esencia y sustancia una propaganda partidista.
No hay, o no hemos visto en ninguna parte, régimen alguno de gobierno que se sienta minado en sus bases populares, que no recurra al estruendo de la planificación para justificar su permanencia en el Poder, la persecución de los adversarios, la confiscación de la propiedad, los abusos tributarios y, más que todo, la contratación sistemática de empréstitos. El endeudamiento con la Banca Internacional es una institución en toda la América para procurar al Partido los deleites del despilfarro y confundir la opinión pública atronando todos los días en los periódicos como si se tratara de un diluvio universal, esta vez, de incalculables bienes materiales.
Todos los países más o menos, franca o disimuladamente dictatorializados en América y el resto del mundo, están hablando de planes quinquenales o decenales. La misma Alianza para el Progreso en la que ha influido muy abiertamente una brillante falange de economistas, escritores, pensadores y hombres de letras, de tendencias abiertamente izquierdistas, excomunistas arrepentidos o socialistas contaminados de fidelismo no pudo escapar a la tendencia pIanista y se anunció desde el primer momento como un plan decenal para realizar la transformación de los pueblos de América. Los dirigentes que decidieron semejante despropósito en Punta del Este no se dieron cuenta de que el hecho mismo de dar un plazo, y un plazo perentorio, conminatorio y compulsorio, estaba denunciando su verdadera raíz totalitarista, porque la vida no admite plazos ni compases y la realización del rigor estatal tiene que implicar el atropello del orden natural tanto como del orden social, el apresuramiento obcecado y torpe con que una manada de animales bravíos como de los búfalos hace doscientos años en las praderas del Oeste podría abrirse paso en una dirección arbitrariamente determinada. La comprobación de todo esto que decimos es que la Alianza para el Progreso se ha convertido en una propaganda oficialista de carácter nacional e internacional de la cual están procurando derivar provechos todos los Partidos políticos del Continente que están ya en el poder, provocando asimismo una acción contraria de parte de todos los Partidos políticos del Continente que no están en el Poder.
Ciertamente que el estado de guerra obliga a los recursos anormales en el hacer político y social; pero conviene advertir que la realidad de esta batalla o de esta guerra contra el comunismo no justifica la imitación de los métodos, de las tácticas o de las falsificaciones comunistas. Los pueblos americanos pueden perfectamente bien, sin mixtificaciones dirigistas, realizar el progreso de una manera natural, tradicionalmente cierta y certera: manteniendo la libertad económica, realizando la austeridad arriba y abajo, apurando el esfuerzo, y manteniendo en alto, tan visible como una iluminación necesaria para el recorrido, el depósito de que todo el sacrificio que se exija a los pueblos estará realizándose para el bien común.
Federico Bastiat (1801-1850) fue estadista, autor, economista. Hoy día como durante la época en que Bastiat ejercitó su incisiva pluma, el mundo corre hacia el socialismo.
Bastiat, en contraste a los economistas contemporáneos quien escribe en terminología y construcción difícil de comprender, se expresaba en forma excepcionalmente clara, con humor y sátira comprensible para todos. A pesar de la época en que fue escrita LA LEY, parecerá al lector contemporáneo que Bastiat argumento sobre el tópico más controversial del momento actual.
El CEES se complace en anunciar que ha editado la magnífica obra de Bastiat «LA LEY». Es un juicio claro y certero sobre la perversión de la ley, como dice el propio bastiat en su obra ¡La Ley, Pervertida! y tras ella todas las fuerzas colectivas de la nación la ley, digo, no solamente apartada de su finalidad, si no aplicada para contraria se objetivo lógico
«Nunca ha tenido el mundo una buena definición de la palabra libertad y precisamente ahora, tiene necesidad de ella el pueblo americano.
Todos hablamos de libertad, pero al usar la misma palabra, no todos se refieren al mismo concepto. Para algunos, el vocablo libertad puede significar que todo hombre proceda como le plazca, en cuanto a sí mismo y en cuanto al producto de su trabajo; mientras que para otros, la mismo palabra puede significar que ciertos hombres hagan lo que les plazca con otros hombres y con el producto del trabajo de otros. He aquí dos cosas no solamente diferentes, sino incompatibles, bajo idéntica denominación: Libertad. De lo cual se sigue que cada una de estas cosas sea llamada respectivamente por unos o por otros de dos maneras diferentes e incompatibles: libertad, y tiranía».
Abraham Lincoln