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Año: 9, Abril 1967 No. 147
El Socialismo: Puerta Abierta a la Esclavitud
ROBERT M. THORNTON
Traducción: CEES
Mi tesis puede ser enunciada muy simplemente: La planificación central eventualmente destruye la libertad individual, al concentrar todo el poder político en una persona o en un grupo de personas; es más, eventualmente, también acabará con nuestra prosperidad al poner la mano muerta del Estado a controlar la Economía. Ahora bien; hay indudablemente algunos defensores de la planificación centralizada que saben que esto significa la pérdida de la libertad individual; pero la mayoría de la gente cree que dicha planificación centralizada es compatible con la libertad y la prosperidad. Es a estos últimos a quienes dirijo mis palabras.
Empezaré por hacer notar que las tres grandes tradiciones intelectuales, liberalismo clásico, conservatismo y Whiggismo, convergen en un punto: su oposición a la planificación estatal.
En su monumental obra «Acción Humana», el doctor Ludwig Von Mises, un liberal clásico, dice lo que sigue acerca de la repetida planificación centralizada:
«La verdad es que la alternativa no está entre un mecanismo muerto o un automatismo rígido, por una parte, y una planificación concienzuda, por la otra. La alternativa no es planificación o no planificación. La pregunta es: ¿quiénes son los que planifican? ¿Deberá cada miembro de la sociedad planificar para sí mismo, o un gobierno benevolente planificar para todos? La cuestión es, no automatismo contra una acción consciente; es acción autónoma e individual de cada persona contra la acción exclusiva del gobierno. Es libertad contra el gobierno omnipotente. Laissez faire no significa: dejar operar fuerzas mecánicas, sin conciencia. Significa: dejar a cada individuo escoger en qué forma quiere cooperar en la división social del trabajo; dejar determinar a los consumidores qué es lo que debe de producir el empresario. Planificar significa: dejar «que sólo el gobierno decida, y obligue a cumplir sus decisiones, utilizando para ello la coerción y la coacción».
PLANIFICACIÓN EN INGLATERRA
El escritor y conferenciante, Dr. Russel Kirk, un conservador, discute la planificación centralizada en su libro «Más allá de los sueños de avaricia», la última mitad de la cual está dedicada a describir las consecuencias de la economía planificada en Inglaterra:
«Si toda la vida debe ser planificada, ¿cómo se escogerán los planificadores? ¿Quién garantizará su integridad? ¿Quién compensará sus errores? ¿Qué pasará con esas delicadas realidades que no encajen convenientemente en planes utiIitarios, religión, estudios superiores, el sentido de la belleza, la tradicional vida de la familia en su comunidad, la continuidad de la tradición histórica que distingue a una Nación de un simple tumulto de individuos? Pocos ingleses comprendieron en el periodo inicial del Estado paternalista y dadivoso, cómo esta operación no podía limitarse únicamente a simples aspectos económicos, sino que necesariamente debería extenderse más y más en el aspecto moral, educacional, estético y hasta en las pequeñas amenidades de la vida de cada ser humano que estuviera bajo su autoridad y control».
El profesor Friedrich A. Hayek, un antiguo whiggista, argumenta en contra de la planificación centralizada en su ensayo «Kinds of Order in Society»: «Las personas que están a favor de la planificación centralizada escribe Hayek, no reconocen su insondable ignorancia, y careciendo de humildad, se creen capaces de crear complejas reformas sociales. Pero, en ningún caso, salvo en una sociedad muy simple, es concebible que todas las actividades estén controladas por una sola mente. Yciertamente, nadie ha triunfado en la tarea de arreglar en forma deliberada todas las actividades de una sociedad compleja; no existe una sociedad que tenga algo de complejidad que haya sido totalmente planificada. Si alguien tuviera éxito en organizar una sociedad así, no usaría muchas mentes pero, en cambio, todo dependería de una sola. Esto no sería complicado, pero sí muy primitivo, y así también sería la mente cuyos conocimientos y voluntad lo determinaría todo.
Los hechos que entran en la formación de este orden de cosas serían únicamente aquellos que pudieran ser percibidos y recopilados por esta mente; como sólo ella podría decidir las acciones y de este modo ganar experiencias, no existiría ese juego de mentes necesario para el desarrollo de mentes individuales.
Y así, resulta una paradoja, basada en una completa incomprensión de estos enlaces, cuando se sostiene la necesidad de planear deliberadamente una «sociedad moderna» porque ya es muy compleja. El hecho es, para mejor decirlo, que podemos preservar una sociedad compleja, únicamente si la controlamos, no con el sistema de «planificación», es decir «órdenes directas» sino, por el contrario, aspirando a la formación de un orden espontáneo, basado en reglas generales.
Queda perfectamente claro, después de leer la cita anterior, que es intelectualmente respetable oponerse a la planificación centralizada y que los anticolectivistas, con todas sus diferencias, actúan como una sola persona al condenar la planificación de una autoridad central. Quisiera ahora continuar en mis propias palabras, para mencionar brevemente algunas de las falacias inherentes de la planificación, y a explicar por qué la «planificación central» no es compatible ni con la libertad ni con la prosperidad.
CONTROLES
Ningún individuo ni organización puede planificar sin tener control absoluto sobre los medios de los cuales depende conseguir su objetivo. ¿Podría un ama de casa planificar una comida sin tener control sobre los ingredientes, los utensilios de cocina, los platos, la vajilla, los muebles del comedor y los miembros de su familia? Algunos estarían dispuestos a argumentar que las personas voluntariamente se someterían a un plan maestro, pues comprenderían de inmediato sus beneficios y, por lo tanto, no sería necesaria la coacción. Pero, ¿no es esto apreciación ingenua de la naturaleza humana? Es bastante difícil conseguir que varias personas se pongan de acuerdo en el día y la hora para una reunión. ¿Cómo es posible que alguien piense que una Nación entera, o por lo menos, una parte de ella estaría de acuerdo con los planes de una autoridad central?
Otros pueden creer que la planificación centralizada no necesita intervenir en la vida privada de las personas. El plan maestro nos dicen intervendrá únicamente en la producción y en los medios de producción. Pero, ¿no nos ha enseñado la experiencia de la Alemania nazi y la de los Estados comunistas, que la autoridad que planifica deberá controlar todas los asuntos personales, como son: ¿dónde?, ¿cómo?, ¿con quién vive uno?, ¿en dónde trabaja?, ¿en dónde juega?, ¿en dónde reza? El planificador no debe y no tolerará individuos que resistan a su autoridad; todos deberán someter su individualidad ante el plan maestro. Este es un lado de la moneda. Por otro lado, la planificación centralizada hará prósperas a algunas personas otorgándoles privilegios a expensas de los demás. La planificación central, al igual que el socialismo, no está diseñada para producir más riqueza, sino para redistribuir la riqueza ya producida de acuerdo con los caprichos de la autoridad central. Mientras más esfuerzos se hagan para repartir la riqueza, habrá menos riqueza; naturalmente, porque muchos dejarán de producir más de lo necesario para mantenerse ellos y sus familias Así también, los más listos verán que el camino hacia la riqueza es agradar a las autoridades en vez de trabajar más o pensar qué nuevos bienes y servicios se podría proporcionar y la forma de producirlos, esto es, de agradar al consumidor.
¿QUIÉN PAGA LOS ERRORES?
La prudencia y la responsabilidad individual pierden su efecto benéfico bajo la planificación centralizada porque cuando el «planificador» comete un desatino, todos salen perjudicados. En cambio, cuando un individuo en lo particular toma una decisión equivocada, las consecuencias lo afectan principalmente a él. Así, por ejemplo, si un agricultor se equivoca en sus planes, él, su familia y sus empleados probablemente serán los únicos afectados. Pero si la autoridad que planifica toda la producción agrícola comete un error, serán muchísimos los afectados, pero no necesariamente el planificador en lo personal, quien, respaldado por la fuerza del Estado, podrá, por lo menos, ser de los primeros en conseguir algún beneficio con el poco alimento que ha a quedado de la catástrofe. De aquí que el «planificador», a la inversa de la persona individual o compañía, no incurre en las penas naturales por sus errores. Se vuelve irresponsable, como sucede con todos los hombres y mujeres que viven bajo un sistema que les dice qué es lo que deben hacer, y consecuentemente los releva del deber que tienen de ejercitar su juicio personal aceptando a la vez la responsabilidad personal que esto implica.
EI individuo, bajo un sistema de planificación centralizada, está peor que de otra manera porque es imposible una economía balanceada y dinámica bajo ese sistema. Mano de obra y materias primas pueden ser invertidas en la producción de naves espaciales, pero el resultado será escasez de bienes de consumo. Media vez se haya puesto en operación un «plan maestro», las nuevas ideas, inventos y técnicas deberán ser ignoradas y dejadas a un lado, porque interferirían «el plan». La planificación fija a una nación un estatus quo, por ejemplo, ¿qué habría pasado si una autoridad central hubiera empezado a planificar la economía norteamericana en 1900? El «planificador», indudablemente, hubiera basado sus planes económicos en el hecho de que los caballos representaban un factor muy importante en el sistema de transporte. Los planes quinquenales hubieran incluido cuotas en la fabricación de arneses, sillas de montar y carrozas; la construcción de herrerías y establos, y el fomento de haciendas para crianza de caballos.
¡Pero entonces surge el señor Ford con su carruaje sincaballos! ¿Es probable que el «planificador» ansiosamente hubiera desechado los planes anteriores y elaborado otros nuevos, basados en el novedoso e inexperimentado sistema de transportación? Si por alguna rara ocurrencia así lo hubiera hecho, ¿es concebible acaso que él hubiera realmente planeado la industria automovilística (y sus derivados) tal como existe hoy, medio siglo después del aparecimiento del nuevo sistema? Lo dudo.
Leonard Read ha demostrado que nadie puede hacer solo, ni siquiera un lápiz; así es que necesariamente debemos comprender que nadie sería capaz de hacer por sí solo un automóvil. Por esto, es imposible siquiera imaginar a una persona o algún grupo de personas planificando la industria del automóvil, sin mencionar las diferentes industrias que son necesarias para la manufactura y operación del automóvil petróleo, hule, vidrio, etc-. La planificación empobrece a las naciones, no importando que exista buena intención de parte de los planificadores. (El limitado espacio de que disponemos no nos permite presentar casos ricos para demostrar lo anterior, pero los lectores interesados en el asunto pueden leer dos ensayos en el «New Individualist Review» (Vol. 3, No. 2): de B. R. Shenoy, «The ressults of planing in India»; de Míchael F. Zaremski, y «Read Chinas Great Leap Backward»). No es injusto afirmar que la planificación centralizada ha sido probada y se ha demostrado que es inútil. Negar esto es como cerrar los ojos a la historia.
En efecto, si la planificación centralizada fuera completa y absoluta (lo que, por supuesto, no puede obtenerse por designio humano), la sociedad desaparecería, y las pobres almas que quedaran tendrían que soportar un mundo como el concebido por George Orwell (1984), David Karp (One) o Ayn Rand («Anthem»). Cuando más «éxitos» tenga la planificación centralizada, más deslumbrantes son sus errores y defectos y más terribles sus consecuencias. El fraile Juan, personaje de Francis Rabelais, preguntó: «¿Cómo esperan que yo pueda gobernar una abadía cuando tengo tantos problemas para gobernarme a mí mismo?». Tal humildad es rara en nuestros días, cuando hay tantos que se consideran capaces de dirigir la vida de sus conciudadanos. Sumamente sorprendidos, oímos un reconocimiento de esto, hace algunos años, por un oficial del servicio de salud pública, quien declaró que «un tonto se podrá poner sus ropas solo, mejor que si un sabio se las pusiera». (Cita de Jane Jacobs en su excelente libro «La vida y muerte de las grandes ciudades americanas»).
CONSECUENCIAS NO PREVISTAS
Los planificadores pueden ser sinceros y bien intencionados, y los principios en que ellos basan la intervención pueden parecer lógicos. Pero aun así, las intervenciones pueden producir resultados contraproducentes. Un programa de renovación urbana por ejemplo, puede prepararse con la idea de proveer de mejores viviendas a los pobres, aumentar el valor de las propiedades, impulsar los negocios en la comunidad, dar trabajo a los desempleados, etc. Las consecuencias pueden ser escasez de viviendas, quiebra de pequeños negocios, aumento en la carga de los contribuyentes o reducción en los ingresos por impuestos.
Herbert Spencer dijo hace muchos años: «No importa cuán segura la intención política se vea en el papel; algo no sólo imprevisto sino que inconcebible vendrá a desarreglarlo todo». En la vida real, nunca tratamos con nada en forma aislada; las cosas están ligadas entre sí en una forma muy sutil, Si intentamos, por ejemplo, controlar únicamente el precio de la mantequilla, ese control inmediatamente se extenderá desde la industria lechera, a la industria de transporte, a la tienda de la esquina, etc., hasta que la Nación entera se vea afectada.
Uno también debe desconfiar de la teoría que está detrás de la planificación centralizada, que compara a los hombres y mujeres con las piezas inanimadas de un tablero de ajedrez. Los «planificadores maestros», apoyados por la autoridad del Estado, podrán determinar las condiciones de vida de una persona, pero no podrán determinar la reacción individual a estas nuevas condiciones.
CÁLCULOS ECONÓMICOS IMPOSIBLES EN UN ESTADO SOCIALISTA
Bajo un sistema de planificación, así como en cualquier otro sistema socialista, el cálculo económico es imposible, excepto por referencia a la economía relativamente libre de otras partes del mundo. La consecuencia de esto es, por supuesto, producción ineficiente y precios altos, exceso de una cosa y escasez de otra. Las maravillas de la economía de mercado se destruyen cuando las decisiones políticas substituyen a las decisiones económicas. El «planificador central» también olvida que lo que para una persona es ordenado y razonable, es para otra persona todo lo contrario. Yo, por ejemplo, que escasamente puedo clavar un clavo recto y no puedo, bajo ninguna circunstancia, cepillar una tabla, a veces me desespero ante lo que parece ser una gran confusión en una obra. Cómo pueden levantar un edificio, yo no lo sabría, porque todo parece una gran confusión. Pero si a mí me pusieran a cargo de dicha obra, mantendría todo perfectamente nítido, ¡pero el edificio nunca se terminaría! En resumen: muy frecuentemente nos vemos tentados a juzgar cosas de las que sabemos muy poco.
Si yo, como individuo, soy víctima de esta tentación, no puedo hacer mayor daño; pero si me dieran la autoridad de un «planificador central», entonces, sí realmente causaría problemas. El planificador no es necesariamente menos capaz que sus semejantes; el problema es que tiene el poder que a ninguna persona debe de confiársele bajo ninguna circunstancia. Ludwig von Mises reconoce esta verdad en su respuesta a alguien que le preguntó: «¿Qué haría él si fuera rey con la autoridad para hacer lo que quisiera?». Dijo Mises: «¡Abdicaría!».