Año: 16, Octubre 1974 No. 328

EL CRECIMIENTO DE LA POBLACION MITOS Y REALIDADES

Dr. Carlos Pérez Avendaño

I INTRODUCCIÓN

Quiero agradecer al Club Rotario la oportunidad que se me ha brindado de ocupar esta tribuna para exponer un tema tan controversial y de tanta actualidad. Exponer en pocos minutos lo que ha consumido muchos años de estudio y es motivo de discusiones internacionales por expertos de fama mundial, no es cosa fácil, sobre todo para alguien, que como yo, no es un demógrafo, ni un economista, ni un sociólogo. Cuentan que el canciller Adenauer, cuando recibía algún proyecto elaborado por sus consultores, y que él como ejecutivo debiera ponerlo en marcha, lo entregaba para su revisión a un ciudadano común y corriente, sin títulos, pero de los que viven más de cerca de la vida diaria, a fin de oír qué pensaba, qué creía, cómo afectaría aquella nueva medida a su pueblo. Sirva esta anécdota para justificar mi presencia ante ustedes. Como dije, estoy muy lejos de ser un experto; simplemente soy un ciudadano guatemalteco que se ha interesado en el problema de población-natalidad-alimentos y quiere, así como ese otro ciudadano alemán, consejero de Adenauer, emitir una opinión al respecto.

II ¿HAY UN EXCESO DE POBLACION EN EL MUNDO?

Es éste un tema controversial; el teletipo nos informa a diario de las opiniones tan disímiles emitidas en Bucarest, donde los criterios sostenidos por diferentes países varían de un extremo a otro. Sirvan de ejemplo los Estados Unidos, China, Argentina, Brasil e Inglaterra.

Ello nos abre los ojos para darnos cuenta que no puede llegarse a una conclusión que sea aplicable a todos. Por una parte hay países que habiendo alcanzado cierta densidad en su población han logrado ya un desarrollo técnico adecuado y no quieren crecer más; por otra parte hay otros que teniendo ya una población numerosa planean seguir multiplicándose, y no le tienen miedo al hambre porque simultáneamente harán crecer aún más su producción; tal el ejemplo de China, uno de los países más poblados del mundo, que no se preocupa por la posibilidad de una explosión demográfica. En los últimos 24 años la población china aumentó en un 60 por ciento (llegó de 500 a 800 millones de habitantes), mientras que su producción de granos se elevó en más de un 100 por ciento (de 100 a 250 millones de toneladas anuales). Sustentando este mismo criterio, países como Brasil y la Argentina, saben que a fin de llegar a ser pueblos técnicamente desarrollados necesitan incrementar su población.

Oigamos lo que al respecto nos dice Colin Clark, profesor de la universidad de Oxford:

«La gente suele creer firmemente que el crecimiento demográfico conlleva inevitablemente la pobreza. Ya he mencionado el hecho de que en la historia los casos de crecimiento demográfico acelerado se han dado con poca frecuencia, pero cuando han tenido lugar, han demostrado ser extremadamente fructíferos no sólo en la esfera económica sino también en la política. El crecimiento demográfico rápido produjo en la Grecia antigua una de las civilizaciones más grandes que el mundo haya conocido. Uno de los ejemplos más extraordinarios de crecimiento demográfico se dio en el siglo XVI en Holanda, nación pequeña establecida sobre una extensión de tierra muy limitada, convertida en primera potencia mundial naval y comercial y en gran centro de cultura. Los historiadores holandeses señalan que al detenerse en el siglo XVIII su crecimiento demográfico también se detuvo su avance político y económico. El crecimiento demográfico de la Inglaterra del siglo XVIII produjo la industrialización y el desarrollo científico del siglo XX».

«Y todo esto porque, como he indicado, el crecimiento demográfico conlleva no la pobreza, sino la prosperidad económica».

Hasta ahí, Colin Clark.

Por otra parte, Julián L. Simon, de la Universidad de Illinois presentó este año en la conferencia sobre «Derecho y Población» organizada por la UNESCO en París, un trabajo, en una de cuyas partes dice:

«Según algunos de mis cálculos, un aumento positivo de la población ha dado a la larga resultados económicos considerablemente mejores que una población estacionaria. Una población decreciente es muy perjudicial a largo plazo. Pero cuando alguien pone en tela de juicio la necesidad de interrumpir inmediatamente el crecimiento demográfico, la respuesta habitual es que cuando la población se haya duplicado varias veces ni siquiera habrá espacio para que todos se mantengan en pie. Es obvio que el crecimiento demográfico, como cualquier otro proceso de crecimiento, tendrá que detenerse alguna vez. Pero la cuestión debatida es si debe detenerse ahora».

Estos casos ejemplifican lo discrepante de las opiniones; la imposibilidad de asegurar que en el mundo hay un exceso de población y la necesidad de que cada país tiene que analizar su caso en forma particular sin adherirse automáticamente a determinada consigna. No podemos aceptar verdades a medias, y ya hoy estamos contemplando que de una falsa verdad, cual es que «a más población más pobreza» se ha creado un mito, y por medio de una campaña publicitaria masiva, se nos ha querido imponer sin discusión. A ello contrapongo yo la verdad, confirmada por la tradición de muchos siglos, de que «a más población, no necesariamente más pobreza». y aún mas, que el crecimiento de población frecuentemente es un factor positivo para lograr el desarrollo. Así como hay países en el mundo, que consideran haber alcanzado ya el número de pobladores que les permite explotar en forma adecuada sus riquezas, todavía existen otros muchos que necesitan hacer crecer su población para salir de su pobreza.

III ¿HAY UN EXCESO DE POBLACION EN GUATEMALA?

En Guatemala se ha importado una de esas consignas y sin mayor análisis del problema se ha concluido que el hambre en nuestra patria se debe a un exceso de población; por lo tanto, debe limitarse la natalidad.

Yo creo que no hay lugar a dudas que en Guatemala hay hambre; pero ese hambre, ¿a qué «se deberá? ¿Debiera estar Guatemala clasificada dentro del acápite «Mucha gente, poca comida» en que nos coloca la revista Visión?

Quiero mencionar dos hechos, para mí muy significativos por la luz que pueden aportar. En primer lugar retrocedamos exactamente doscientos años, cuando nuestra patria contaba con un millón de habitantes y se sufrió seria crisis por escasez de alimentos. Troy S. Floyd lo describe en su estudio sobre la economía en el Reino de Guatemala durante los siglos XVIII y XIX, donde hace referencia a que debido al monocultivismo del añil, fuente extraordinaria de divisas y que se sembró desde Guatemala a Nicaragua, se abandonó la crianza de ganado así como la siembra del fríjol, el arroz y el maíz. Como se ve, hubo hambre, pero no por exceso de habitantes; hubo hambre por escasez de alimentos debido a que el monocultivismo del añil, no permitió el cultivo del maíz ni fríjol. ¿Creen ustedes que hubiera sido lógico pensar que a fin de solucionar ese problema de escasez, se hubiera hecho una campaña para implantar dispositivos intrauterinos en la matriz de las mujeres guatemaltecas? Cuando el problema del hambre en Guatemala lo queremos resolver controlando la natalidad, viene a mi mente el aforismo de Einstein:

«Vivimos en una época de medios perfectos y de metas confusas».

En nuestra patria no hemos alcanzado la densidad de población que nos permita salir del subdesarrollo. Aunque el número de habitantes en Guatemala se ha quintuplicado es ahora de más de cinco millones la densidad de la población es de 45 habitantes por kilómetro cuadrado, mucho menor que en otros países del mundo, que como Holanda, tiene 383 habitantes por kilómetro cuadrado y sin embargo, los holandeses no padecen de desnutrición. Para tener la densidad de población de Holanda, Guatemala debería de contar con 38 millones de habitantes.

Son esas las cifras que nos asustan, sin darnos cuenta que muchos países en el mundo lograron su desarrollo sólo cuando su población al alcanzar una «densidad efectiva» hizo la presión necesaria para poner en marcha las inmensas posibilidades del hombre.

El otro punto que quiero mencionar es también muy significativo. Es el caso del niño rural guatemalteco menor de seis meses de edad y quien según los estudios del INCAP, está generalmente bien nutrido, porque recibe el alimento que para esa edad es el más completo, cual es la leche de la madre. Sin embargo, la mortalidad en esos niños es en Guatemala de la más alta en el mundo; mueren de la famosa infección intestinal, sarampión y pulmonía; mueren porque según los estudios del INCAP, ya desde las primeras semanas de vida se contaminan con shigellas y otros agentes enteropatógenos, consecuencia de vivir en un ambiente sucio donde priva la pobreza y la ignorancia. Es cierto que también entran en juego otros factores que determinan esa alta mortalidad, como la escasa atención durante el embarazo y las infecciones intrauterinas, contribuyen a que el niño tenga una menor resistencia, pero todos ellos en su conjunto no son sino la expresión de lo que se llama «Subdesarrollo». El punto que quiero dejar claro, es que la muerte del niño guatemalteco durante los primeros meses de vida no es resultado de la escasez de leche, sino de ese intrincado y complejo proceso que ya mencioné, el «Subdesarrollo».

Luego, partiendo de una falsa verdad y con el convencimiento que hay que frenar la población a cualquier costo, se han diseñado los métodos que con ligeras variaciones constituyen los pilares de una gran campaña de persuasión, nunca antes vista.

Todo comienza con la píldora, mal llamada anovulatorio; los pasos siguientes por ser mas efectivos, los dispositivos o mejor dicho, los abortivos intrauterinos y la esterilización. En penúltimo lugar, el aborto y solo será cuestión de tiempo para que sea legalizada la eutanasia.

Sus líneas de ataque: la píldora, el dispositivo intrauterino, las ligaduras y el aborto .

A. La píldora contraceptiva

Todas las medicinas que el medico prescribe tienen por objeto curar o prevenir enfermedad, para que sin enfermedad,, la vida sea mas significativa o se prolongue. En el caso de la píldora, por primera vez en la historia de la medicina, el medico tiene en sus manos una droga capaz de evitar vida humana y además la capacidad de dar sin mayores reclamos al paciente, una droga cuyos efectos secundarios no conoce a ciencia cierta.

Los ovarios son las glándulas que por medio de sus hormonas hacen que la mujer funcione con la femineidad inherente al mismo. Es una verdad en medicina que todo órgano que no trabaja se atrofia. Los contraceptivos orales frenan el funcionamiento de los ovarios en la mujer y si su consumo es prolongado se esta patrocinando la atrofia de esas glándulas; de manera que al dejar de tomar la píldora es muy probable que esos ovarios ya no trabajen a cabalidad y con frecuencia se ve que les es difícil recobrar su función. Si se pusiera a la venta una píldora que tomada por el hombre, inhibiera el funcionamiento de los testículos, ¿ creen ustedes que los hombres las aceptarían tan fácilmente como hoy aceptan la píldora las mujeres? Es este un aspecto sobre el que muy pocos han meditado con serenidad.

Por otra parte, los ovarios producen los óvulos que transmiten la vida y llevan dentro de sí todos y cada uno de los genes que al unirse a la dotación genética dl espermatozoide, imprimen al ser humano, al hijo, sus características esenciales desde el mismo momento de la concepción. Durante los años que se toma la píldora, las células que contiene la vida están siendo inundadas por sustancias que modifican su funcionamiento. No es raro que una mujer tome la píldora durante muchos años y al cabo de los cuales puede suprimirla para buscar un embarazo. Cuánto han sido afectados los genes que es estructurarán ese nuevo ser, y ello qué efecto tendrá sobre las generaciones que vendrán dentro de algunas décadas, es algo que nadie en el mundo puede predecir. Sólo el tiempo lo dirá.

La mujer que toma la píldora, estoy seguro, no ha meditado sobre los alcances y la trascendencia de la misma. Y una madre de familia, de las que llegan a nuestros hospitales de caridad y cuyo nivel de instrucción es generalmente deficiente, puedo asegurar que no logra comprenderlo.

B. El aborto.

Quiero al respecto del aborto, leer para ustedes, algunas notas tomadas de un artículo por Cornac Burke, quien antes que nada nos hace un recordatorio de la declaración de los derechos humanos de las Naciones Unidas en su sesión plenaria en 1959, y que dice así:

«El niño por razón de su inmadurez mental y física necesita esencial salvaguardia y cuidados, incluyendo apropiada protección legal tanto antes, como después del nacimiento».

Quiere ello decir que para la Asamblea General de la ONU no había lugar a dudas que el ser vivo que hay en el útero durante el embarazo, ya es una persona; tan convencidos de ello estaban que reconocieron que aún sin haber nacido ya goza naturalmente del derecho para que la ley lo proteja. Reconocen pues, que ese niño que está dentro del útero, no es una cosa; una cosa no goza de derechos. Y los derechos inherentes a la persona humana nadie puede discutirlos. No se necesita creer en Dios para saber que todos, cualquiera que sea nuestro color o tamaño, tenemos derecho a la protección de nuestra vida por ley y derechos naturales, así como de exigir el respeto correspondiente de parte de los demás hombres. No creo que haya en el mundo una ley que autorice a una madre a matar a su hijo en el momento de nacer, por haber nacido ciego, o porque pesó solamente 3 libras. Así sea su peso de 8 libras o de sólo unas cuantas millonésima de gramo, la madre no tiene derecho a disponer de esa vida que ya no es de ella; es la vida de otra persona. Si el feto no fuera vida humana entonces lo que se aborta no es una persona sino simplemente una cosa y la destrucción de una cosa no debiera ofrecer más dificultad moral que la destrucción de cualquier otra cosa.

No hay razón para que esa cosa no se pueda cambiar por otra cosa, como un televisor a colores, si eso es lo que en ese momento la familia desea. Se está intentando matar al niño no nacido; pero matarlo no sólo biológica o fisiológicamente sino hasta filosófica y jurídicamente. Antes se consideraba que el aborto era ilegal; ahora en algunos países, ya es legal, pero antes, ahora y siempre, será un homicidio.

Todas, pero absolutamente todas las campañas iniciadas con anticonceptivos, terminan tarde o temprano, más bien temprano en esterilización y aborto. Así desde 1929 todos los países que iniciaron programas de control de natalidad con el pretexto de evitar abortos, han adoptado todos sin excepción, leyes legalizando el aborto.

Las Campañas de Control de la Natalidad abren la puerta de entrada a algo peor: paulatinamente van haciendo perder el respeto por la dignidad de la vida humana. Se principia con la píldora, para terminar en el aborto y ahora, escandalícense ustedes, ¡ya se hacen experimentos con fetos vivos extraídos por abortos!

Por falta de tiempo, no discutirá las ligaduras con su efecto de esterilización permanente y los dispositivos intrauterinos que no son más que abortivos.

V CONCLUSION

Lo que está en juego no es la conveniencia o no de un programa de Control de la Natalidad, sino todo un concepto de la vida humana y la capacidad del hombre para enfrentarse y resolver con éxito los diversos retos que esa vida le presenta.

A la fecha, la población total de Guatemala no plantea un problema; por lo tanto, no es necesaria una política nacional de limitación de la natalidad. Quiero que quede esto muy claro; no vaya a decirse que yo estoy en favor de una familia guatemalteca que se multiplique sin orden, sin sensatez. Todo lo contrario, soy un firme creyente de la paternidad responsable, de que los padres se responsabilicen de su papel y como tales decidan, con juicio recto, desapasionado y nada egoísta, cuál debiera ser el tamaño de su familia. Pero esta es una decisión estrictamente personal, consecuencia del análisis íntimo, de una situación también muy íntima que no admite coacción.

No se me escapa el hecho de que al momento un buen número de familias guatemaltecas no están capacitadas para hacer ese análisis y llegar a conclusiones. No pueden hacerlo porque su pobreza material y espiritual no se los permite; porque su ignorancia no les ayuda a comprender que como seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios, tienen derechos que nadie puede regatearles. Ahí está el problema.

En lugar de una política nacional de limitación de natalidad que no tienen ninguna justificación, debiera encauzarse los esfuerzos privados y del estado para sacar al guatemalteco del subdesarrollo; un proceso de educación en el sentido más amplio de la palabra, continuo y a todo nivel, que nos lleve a estar convencidos que este mundo nuestro con todos sus problemas, se salvará gracias al trabajo de personas que con audacia y optimismo, tengan fe en las enormes potencialidades del ingenio humano y estén convencidas de la importancia de defender siempre, la dignidad sagrada de la vida del hombre.