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Año: 23, Marzo 1981 No. 481
Insólito Discurso de Inauguración del Presidente Electo de los Estados Unidos de Norte América- Ronald Reagan
Por Hilary Arathoon
En su acto de inauguración, el presidente electo de los Estados Unidos de Norteamérica, Ronald Reagan, pronunció un elocuente y extraordinario discurso extraordinario en cuanto difiere de los generalmente pronunciados en dichas ocasiones.
Generalmente el presidente electo, después de agradecer a sus electores la confianza en él depositada, pasa a enumerar los proyectos que tiene en mente realizar para favorecerlos, a fin de que ellos no se sientan defraudados. Beneficios cuyo costo, claro está, saldrá de la bolsa de los contribuyentes, pero esto como es natural, no se menciona. Prometen el oro y el moro y más tarde, en su afán por realizar sus promesas, no titubean en endeudar el país hasta rebasar su capacidad crediticia, como si dichas deudas no hubieran de pagarse jamás. Tal sucedió con Jimmy Carter, el cual debió su deposición en parte al hecho de que sus conciudadanos estaban hartos del pago de impuestos. Carter hoy lega a su sucesor una deuda tan enorme que el procurar eliminarla será una obra de titanes. Para llevar a cabo esa difícil tarea, los norteamericanos han electo a través de un voto abrumador al exactor Ronald Reagan, quien parece singularmente equipado para realizarla, si sólo cuenta con el apoyo de sus conciudadanos. Pero dicha labor requiere de ellos: «trabajo, sudor y lágrimas». ¿Están los norteamericanos dispuestos a realizar dicho sacrificio? Sólo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, he aquí algunos extractos del discurso de Reagan, los cuales nos proponemos analizar:
Empezó agradeciendo a su antecesor por su cooperación en el traspaso del poder y señaló que este acto tan natural en el historial norteamericano, es en realidad un milagro para los observadores de otras partes del mundo, donde cada traspaso de poder significa un trauma motivado por el conflicto de intereses en juego.
En seguida pasó a señalar el mal estado de las finanzas norteamericanas, haciendo especial énfasis en la «inflación», la más severa y perseverante en la historia del país y la cual no sólo distorsiona cualquier determinación que se pudiera tomar en el campo económico, sino a la vez paraliza el ahorro y oprime no sólo a los jóvenes que luchan por abrirse paso, sino a los mayores que cuentan con una renta fija. Dice Reagan: «Dicha inflación amenaza con destruir las vidas de millones de nuestras gentes». Olvidó incluir las de millones de habitantes de otros países dentro de la órbita de influencia norteamericana, los cuales también han salido igualmente perjudicados.
«Como consecuencia de dicha inflación», sigue diciendo, «la paralización de las industrias ha lanzado a los obreros al desempleo, causando mucha miseria y pérdida de dignidad. Mediante un sistema impositivo que penaliza los logros y evita que mantengamos una producción plena, a los que trabajan se les está negando una justa retribución a sus labores».
Sigue diciendo que a pesar de lo pesado de la carga tributaria, los ingresos no han podido mantenerse a la altura de los egresos. «Durante décadas», dijo, «venimos acumulando déficit tras déficit, hipotecando nuestro futuro y el de nuestros hijos. Continuar con esta prolongada tendencia es asegurarnos el sufrimiento de trastornos sociales de tremendas e insospechadas consecuencias. Si como individuos no podemos por mucho tiempo vivir más allá de nuestros medios ¿por qué habremos de pensar que colectivamente como nación, no estamos restringidos por una limitación idéntica?».
Y aquí viene la frase medular de su discurso: «En la presente crisis, dice,el gobierno no es la solución. El gobierno es el problema».
Sigue diciendo: «De vez en cuando nos vemos tentados a creer que la sociedad se ha vuelto demasiado compleja para permitir la autodeterminación, que el ser gobernados por un grupo selecto es algo superior a un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Bien, si ninguno entre nosotros es capaz de gobernarse a sí mismo, ¿quién de entre nosotros será capaz de gobernar a los demás? Todos nosotros juntos, en y afuera del gobierno, debemos asumir la carga. Ningún grupo debe ser señalado para soportar una carga mayor que los demás. En especial debemos preocuparnos por un grupo por mucho tiempo descuidado. Está compuesto por los hombres y mujeres que levantan nuestras cosechas, patrullan nuestras calles, operan nuestras minas y fábricas, educan a nuestros hijos, manejan nuestros hogares y nos curan nuestras enfermedades. Son los profesionales, los industriales, los transportistas, etcétera. Nuestro objetivo deberá ser una saludable, vigorosa y creciente economía que provea oportunidades iguales para todos».
Dijo también: «Somos una nación con gobierno y no al revés (o sea, que el gobierno está subordinado a la nación, a la que está llamado a servir y no viceversa). Nuestro gobierno no tiene más poder que el que le da el pueblo.Hora es ya que revisemos el crecimiento del gobierno, el cual parece haber crecido más allá del consentimiento de los gobernados».
«A fin de que no haya confusión». agregó, «me permito aclarar que no es mi intención acabar con el gobierno. Antes bien, quiero hacerlo funcionar a nuestro favor y no en contra.El gobierno debe proporcionar oporturnidades y no estrangularlas; fomentar productividad, no restringirla».
Después, pasó a señalar la causa por la cual los Estados Unidos de Norteamérica habían logrado mayor prosperidad que ningún otro pueblo en la Tierra y esto es lo más importante subrayar de su discurso. Dijo que era porque habían logrado desatar la energía e ingenio del hombre en grado mayor de lo que jamás se había hecho con anterioridad. «La libertad y dignidad del individuo, dijo, han sido mayormente accesibles aquí que en ningún otro lugar de la Tierra». Aquí señala Reagan la fuerza que más ha contribuido a engrandecer a los Estados Unidos de Norteamérica. Más que la riqueza natural, más que la feracidad de sus tierras, más que cualquier otro haber con el que hayan podido contar, la fuerza principal ha sido: «el haber sabido desatar la energía e ingenio del hombre en grado mayor de lo que jamás se había hecho». «El precio de esa libertad», continuó diciendo, «ha sido a veces alto, pero nunca nos ha faltado voluntad para pagar ese precio».
Atribuyó los problemas actuales que atraviesan los Estados Unidos de Norteamérica al crecimiento innecesario y excesivo del gobierno. «Es tiempo que nos demos cuenta», dijo, «que somos una nación demasiado grande para albergar sueños pequeños. No estamos condenados, como algunos quisieran hacernos creer, a una decadencia. No creo en un destino que se haya de enseñorear sobre nosotros, no importa lo que hagamos. Pero sí creo en un destino que nos va a dominar si no hacemos nada para evitarlo. Y así, con toda nuestra energía creativa a nuestra disposición, comencemos una era de renovación nacional. Renovemos nuestra determinación, nuestro valor y nuestra fortaleza. Y renovemos nuestra fe y nuestra esperanza. Tenemos todo derecho a soñar sueños heroicos».
Sigue diciendo: «Los que dicen que vivimos en una época carente de heroicidad, sencillamente no saben dónde buscarla. Se pueden ver héroes a diario, en nuestras fábricas, en el agro donde un puñado de gentes producen alimentos suficientes para nuestro sustento y para el de gran parte del mundo».
«Los hallamos a ambos lados del mostrador. Son los empresarios con fe en sí mismos y en una idea, creadores de nuevos empleos, nueva riqueza y oportunidades. Son los individuos y familias, cuyos impuestos sostienen al gobierno y cuya ayuda voluntaria sostiene a las iglesias, las organizaciones de caridad, la cultura, las artes y la educación. Su patriotismo es callado, pero profundo. Sus valores sostienen nuestra vida nacional».
«He usado las palabras «ellos» y «sus», pero en realidad podría decir: «ustedes», porque los héroes de quien les hablo, son ustedes, los ciudadanos de esta bendita tierra. Sus sueños, sus esperanzas y sus metas serán los sueños, las esperanzas y las metas de esta administración, así me ayude Dios».
«En nuestro gobierno», continuó diciendo Reagan, «reflejaremos la compasión, parte esencial de la naturaleza de ustedes. ¿Cómo podemos amar a nuestra nación y no amar a nuestros compatriotas? ¿Y al amarlos, no extender nuestra mano para levantarlos cuando caigan, sanarlos cuando estén enfermos y proveerlos de oportunidades para que sean autosuficientes, de manera qu e sean iguales de hecho y no solamente de principio?».
«¿Podremos resolver los problemas que confrontamos? La respuesta es un rotundo y enfático SI. Parafraseando a Winston Churchill: «No he prestado el juramento que acabo de prestar con la intención de presidir la disolución de la economía más fuerte del mundo». En los días venideros me propongo eliminar los obstáculos que han retardado nuestra economía y reducido la productividad. Se tomarán medidas encaminadas a restaurar el equilibrio entre las diversas esferas del gobierno. El progreso pueda que sea lento y que haya que medirlo por pulgadas y pies en vez de millas, pero progresaremos. Tiempo es ya de reavivar a este gigante industrial, de colocar de nuevo al gobierno dentro de sus propios límites y de aligerar nuestra punitiva carga tributaria. Estas serán las prioridades primordiales de nuestro gobierno y con respecto a las cuales, no haremos concesión alguna».
En seguida citó al Dr. Joseph Warren, Presidente del Congreso de Massachusetts, quien, en vísperas de la independencia, dijo a sus conciudadanos: «Nuestro país está en peligro, pero no hay que desesperarse... de ustedes depende la suerte de Norteamérica. A ustedes toca decidir la importante cuestión sobre la que descansa la felicidad y la libertad de millones de seres por nacer. Que su actuación sea digna de ustedes mismos».
«Considero», añadió Reagan, «que nosotros, los norteamericanos de hoy, estamos dispuestos a actuar en una forma concordante con nuestra dignidad, dispuestos a hacer lo que sea preciso para asegurar la felicidad y la libertad para nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Y conforme nos renovemos aquí en nuestra propia tierra, apareceremos más fuertes en todo el mundo. Volveremos a ser el ejemplo de libertad y faro de esperanza para los que ahora no tienen libertad.
«Con los amigos y vecinos que comparten nuestro ideal de libertad, fortaleceremos nuestros vínculos históricos y les garantizaremos nuestro apoyo y firme compromiso. Recompensaremos la lealtad con la lealtad. Nos esforzaremos por establecer relaciones mutuamente beneficiosas. No abusaremos de su soberanía ya que la nuestra no está en venta».
Señaló Reagan que la aspiración más alta del pueblo norteamericano es la paz. Que están dispuestos a negociar y sacrificarse por ella; pero sin llegar nunca al grado de abdicar o de rendirse por ella.
Señaló que la renuencia al conflicto por parte de los norteamericanos, no debe malinterpretarse, ni considerarse como una falta de voluntad para luchar. «Cuando sea requerida la acción para preservar nuestra seguridad nacional, actuaremos. Mientras tanto mantendremos una fuerza suficiente para prevalecer en caso que fuera necesario, a sabiendas que si así lo hacemos, el peligro de tener que hacer uso de la fuerza será menor.
«Y sobre todo debemos de reconocer que ningún arma en los arsenales del mundo por poderosa que sea, es tan formidable como lo es la voluntad y valor moral de los hombres libres. Esta es el arma que nosotros poseemos y de que carecen nuestros adversarios en el mundo de hoy. Que entiendan esto bien los que practican el terrorismo y hacen presa de sus vecinos.
«Me dicen que decenas de millares de círculos de oración están actuando en este día, por lo cual les estoy profundamente agradecido. Somos una nación gobernada por Dios y creo que Dios quiso que fuéramos libres. Sería oportuno y bueno que en años venideros cada vez que ocurriera una inauguración presidencial fuera un día de oración».
Se refirió después a los edificios que confrontan la parte occidental del Capitolio. Los santuarios dedicados a la memoria de George Washington, Tomas Jefferson y Abraham Lincoln, e invocó las figuras de dichos héroes.
Se refirió después al Cementerio de Arlington, situado en la ribera opuesta del río Potomac, donde bajo simples lápidas blancas descansan algunos de los miles y miles de héroes que han ofrendado sus vidas en aras de la patria, y se refirió en especial a uno de ellos, Martin Trepton, quien en 1917 abandonó su empleo en la barbería de un pequeño pueblo e ingresó al ejército para ir a Francia con una famosa división. Antes de morir, escribió que estaba dispuesto a sacrificarse, sufrir y batallar como si el resultado de toda la lucha dependiera de su esfuerzo solamente.
«La crisis que ahora confrontamos», dijo Reagan, «no requiere de nosotros la clase de sacrificio que se exigió a Martin Trepton y a muchos otros miles, pero sí requiere nuestro mejor esfuerzo, nuestro trabajo y nuestra voluntad de creer en nosotros mismos y en nuestra capacidad de realizar grandes obras; de creer que juntos y con la ayuda de Dios, podemos y habremos de resolver los problemas que ahora nos confrontan». Así terminó el discurso de Reagan.
Cuando Alexis de Tocqueville visitó Norteamérica años atrás, dijo: «El pueblo norteamericano es grande porque es virtuoso. Cuando deje de ser virtuoso, dejará de ser grande». Falta ver ahora si Norteamérica ha conservado su virtud y si gracias a ella puede recuperar nuevamente el lugar que le corresponde en el consorcio de las naciones.
¿SE PODRÁ PRESCINDIR DEL SECTOR PRIVADO?
EL SECTOR PRIVADO PRODUCE:
1) Todos los alimentos que se consumen
2) Toda la ropa que se usa
3) Todos los productos que se exportan
4) Todos los impuestos con que a su vez se pagan:
a) Los sueldos de todos los trabajadores de los tres poderes del Estado, desde el más al menos importante;
b) Las inversiones del Estado como caminos, hospitales, acción cívica, seguridad social, etc.;
c) Las pérdidas de las empresas del Estado:
d) Las deudas del país;
e) Sostenimiento de universidades estatales;
f) Todas las escuelas públicas:
g) Los hospitales públicos
5) Todas las escuelas privadas
6) Todos los salarios del país (los de los burócratas a través de impuestos y los demás directamente)
7) El capital para invertir en nuevas fuentes de empleo, de producción y de impuestos.
«La inflación tiene una sola causa y una sola cura. Proviene de que el gobierno gasta más de lo que percibe y desaparecerá cuando el gobierno lo deje de hacer y no de ninguna otra forma».
RONALD REAGAN