Año: 25, Agosto 1983 No. 540

N.DEL D. El presente artículo es reproducción parcial de la conferencia que el autor dio en Taipei, Taiwan, República de China, en «La Semana de las Naciones Cautivas 1983», en la cual participó por invitación de la «Liga Mundial Anticomunista» (WACL), del 23 a 29 de Julio del presente año.

LA GUERRA IDEOLÓGICA

Juan Carlos Simons

Si no fuera por las expectativas de libertad que aún existen en el mundo, la labor de defensa de los inalienables derechos del hombre ya hubiera pasado a la historia como una causa perdida. La tarea de contrarrestar el totalitarismo comunista en todos los campos en donde se ha logrado infiltrar se hace cada día más dura. Sin embargo también tenemos el estímulo que nos provoca el ganar algunas batallas en defensa de los ideales libertarios. Personas de todo el mundo comulgan con un ideal común: que prevalezca un sistema de libertad.

Quizá uno de los aspectos más interesantes que debemos analizar es la posibilidad de aunar esfuerzos, no solamente para manifestarnos contra el totalitarismo comunista, sino para encontrar que el mejor ataque puede ser la promoción y la divulgación de la causa de la libertad. No es suficiente con ser ANTI, es necesario que seamos PRO, y que luchemos por instaurar un régimen universal que en forma práctica y evidente refute la dogmática dialéctica marxista.

Si revisamos los 135 años de historia del marxismo, podemos damos cuenta que el avance de las ideas socialistas o comunistas es un hecho. A mí se me ocurre pensar que una de las causas por las cuales han logrado tanta penetración es la ignorancia y el desconocimiento que tenemos del enemigo y de su estrategia. Lo más importante para ganar una guerra es conocer al enemigo lo mejor que se pueda. Primero, hay que saberlo identificar para luego poder analizarlo.

El comunismo ha sido un gran artífice de la confusión. Ha logrado confundir a gran parte de la humanidad mostrando distintas caras. Se adapta al país, a las costumbres, a la legislación, a la población y a las circunstancias de cada lugar y época.

Los conceptos marxistas originales que se refieren a la toma del poder por medio de la revolución violenta, sustentada en un movimiento eminentemente proletario, ya fueron relegados a la historia a partir de lo que Mao Tse-tung llamó la «Experiencia de Sinkiang» y que más tarde se denominó oficialmente el «Camino de Yenán».

La táctica comunista derivada del «Camino de Yenán» consistió en un cambio hacia una penetración más amplia de todos los sectores de la sociedad, en vez de desarrollar su labor exclusivamente en los sectores obreros. La pequeña burguesía urbana y rural, con sus ambiciones generalmente frustradas, se convirtió a partir del cambio de estrategia, en el objetivo de la lucha comunista.

Eudocio Ravines, en su libro «La Gran Estafa», cuyo título original en inglés es «The Yenan Way», cita textualmente a Mao Tse-tung de la manera siguiente:

«Nuestra experiencia, la experiencia del «Camino de Yenán», es que los elementos tales como los doctores, generales, dentistas, comandantes, abogados, que carecen de fortuna, no aman el poder por el poder mismo mucho menos para hacerle bien a alguien, sino que les seduce la captura del poder para hacerse ricos».

Cuando me refiero a socialismo o comunismo lo hago identificando plenamente al uno con el otro, aunque es muy común escuchar aseveraciones en el sentido de diferenciar al socialismo del comunismo. Hay quienes dicen: «yo simpatizo con el socialismo, pero nunca con el comunismo». Sin embargo, es necesario reflexionar sobre el tema antes de opinar en este sentido.

Ambos, socialismo y comunismo, proponen el mismo sistema: el control estatal de los medios de producción. Que unos quieran lograr este objetivo por medios pacíficos y que estén mayormente dispuestos a discutir sus puntos, mientras que otros proponen el método de la fuerza para la implantación de dicho sistema totalitario, es solamente cuestión de diferencia de caracteres y de preferencias. Según Engels, el socialismo era un movimiento burgués, mientras que el comunismo representaba un movimiento obrero; pero, en el fondo, en su esencia, son la misma cosa.

La historia muestra las varias caras del socialismo, desde el utópico, con Owen, Rodbertus, La Salle, Fourier, hasta el mal llamado «socialismo científico» de Proudhon, Marx, Engels y Lenin. Todos ellos pueden ser llamados socialistas que, genéricamente, es correcto.

Marx representa un socialismo que de original no tuvo nada, con excepción de su personal contribución de odio y violencia. Muchos años antes que él, la teoría socialista ya había sido expuesta. Si Lenin no hubiera utilizado el socialismo marxista como fundamento de la revolución, jamás hubiera el comunismo tenido la difusión alcanzada durante este siglo.

El comunismo, al igual que una religión, se fundamenta en dogmas, que en lugar de referirse a aspectos de orden espiritual, son eminentemente materialistas. La «Lucha de Clases», la existencia de «explotadores y explotados», la «dictadura del proletariado», el «cambio de estructuras», para mencionar algunos, son «slogans» que, aparte de su alto contenido dogmático, tienen una connotación materialista. No se refieren, como generalmente lo sugieren, a la búsqueda del «hombre nuevo» que algún día llegará a ser otro muy distinto al que Dios creó, sino que, implícitamente, hablan de la toma del poder a toda costa, utilizando para ello las ambiciones, las intrigas, los resentimientos y el odio de algunos hombres. Explotan lo malo que puede existir en el ser humano.

Al entrar al análisis del marxismo, nos damos cuenta de que el fondo de su teoría es básicamente económico. En el prefacio que Engels hace a la edición alemana del Manifiesto Comunista, señala que la tesis fundamental del mismo pertenece a Marx. Ésta afirma que «en cada época histórica, el modo predominante de producción económica y de cambio, y la organización social que de él se deriva, necesariamente forman la base sobre el cual se levanta y la única que explica la historia política e intelectual de dicha época». Según Marx, el asunto económico es el que determina y explica cada momento de la historia. Si este determinismo económico fuera cierto, tendríamos que afirmar que no existe voluntad humana libre, y que el hombre no es dueño de su propio destino.

De cualquier manera, podemos afirmar que el objetivo del movimiento socialista o comunista es el de lograr el control de la economía. Saben que si controlan la economía están controlando la actividad total de los individuos de una comunidad o país. El Camino de Yenán les permite utilizar cualquier medio y persona para alcanzar su objetivo.

Para lograr su propósito han llevado la discusión al campo de la teoría económica. Es así como nos encontramos ante algunas teorías que predican bajo el nombre de capitalistas, pero que tienen una gran dosis de intervencionismo estatal, con lo cual logran una gran confusión acerca de lo que representan ideológicamente.

Frecuentemente escuchamos a personajes políticos, o aun empresariales, abogando por economías mixtas como una solución a la polémica económica. Creen que el problema estriba en que se llame empresarios a los dueños de los medios de producción, cuando el fondo del asunto se encuentra al preguntarse si existe legislación que los proteja y si se utiliza la fuerza del Estado para impedir la libre competencia.

En el sistema de economía mixta, el cual es compatible con el Camino de Yenán, supuestamente lo bueno es que si los empresarios tienen como socio al gobierno, las fricciones y enfrentamientos entre ellos desaparecen. Sin embargo, ¿es realmente esto lo que pretendemos? ¿Queremos esta clase de empresarios»? ¿O lo que queremos es establecer un sistema que permita alcanzar metas de mejoramiento del nivel de vida de los habitantes de nuestras naciones?

Si estamos de acuerdo con esto último, debemos estar conscientes de que lo que necesitamos es promover un sistema que garantice, hasta donde sea posible hacerlo, la soberanía de los ciudadanos particulares dentro del ámbito económico. La economía social de mercado, economía libre o libre empresa, es la alternativa existente a la creciente intervención estatal en el mundo.

En la misma medida en que aceptemos que el Estado intervenga en los asuntos económicos, en esa medida ayudaremos a la causa totalitaria. Si no tenemos esto claro, nunca ganaremos la guerra. Podremos ganar algunas batallas políticas, pero en la guerra ideológico-Económica estaremos cada día más lejos del triunfo.

Si analizamos el grado de intervencionismo estatal que tienen todos los países del mundo y lo comparamos con lo que los comunistas recetan para obtener el control de la economía, encontraremos que existe un alarmante índice de socialismo en la mayoría de los países occidentales.

No es mera casualidad que la mayoría de las recomendaciones del Manifiesto Comunista ya estén en vigor en una gran parte del mundo; la cantidad de tontos útiles que trabajan para los fines comunistas, sin saberlo, es bastante mayor que la de los activistas que están conscientes de su labor de infiltración y penetración. Aun los organismos internacionales, los países «capitalistas» y los llamados «del tercer mundo» están rebalsados de estos últimos.

Si no tenemos clara la identificación del enemigo y el método que utiliza para cumplir su cometido, estaremos en desventaja permanente. Nuestro enemigo es aquel que, no importa con qué fines o con qué intenciones, propone la intervención del Estado para solucionar problemas económicos y sociales. El método o forma de lograr su objetivo puede ser directo o indirecto, pacífico o violento, no importa, lo medular es que tomemos conciencia de que el problema es económico-ideológico. El enemigo de la libertad sabe muy bien que si el Estado tiene una creciente intervención y control de la vida privada de la ciudadanía, podrá llegar gradual y progresivamente a la implantación de un régimen totalitario. Lo que le interesa a él es que el individuo pierda cada vez más el uso de sus derechos, ya que la prevalecencia de éstos es, precisamente, el obstáculo que tiene para el logro de sus fines.

Creo que lo que nos ha hecho falta para pasar de un ANTI a un PRO es el que nos pongamos de acuerdo todos los que repudiamos cualquier forma de totalitarismo (ya sea comunismo, socialismo, comunitarismo o fascismo) en un sistema social en el que prevalezca el respeto a la libertad individual como base fundamental de la convivencia pacífica.

El sistema de mercado es el único que permite el pleno desarrollo de los derechos individuales, a la vez que es el único que hace posible el mejoramiento económico de los pueblos. La historia está llena de ejemplos en este sentido. Sin embargo, jamás una población de ninguna parte del mundo ha mejorado su condición económico-social bajo un régimen socialista o comunista. Todo lo contrario; la esclavitud y la miseria son el resultado de las prácticas colectivistas. La economía de mercado no es un invento de nadie; es sencillamente el resultado de las acciones entre seres humanos cuando éstos son libres, es decir, cuando no existe coacción alguna.

El sistema de precios es el fundamento de la economía de mercado. Este es el indicador fiel, cuando hay libertad económica, de las necesidades de la población y el orientador de los recursos monetarios, humanos y tecnológicos hacia el logro o satisfacción de esas necesidades. La experiencia nos indica que cada vez que el Estado altera con su intervención estos indicadores y orientadores, el resultado, para los habitantes del país de que se trate, es empobrecedor.

El intervencionismo estatal en los precios de los bienes, en la moneda, en los asuntos de educación y de salud, en el transporte, en la vivienda y, en general, en todas las actividades económicas en las cuales el Estado se ha entrometido con sus empresas típicamente monopólicas, es el resultado de las tácticas y estrategias que utilizan los enemigos de la libertad para el control de las naciones. El Manifiesto Comunista es muy claro en determinar el procedimiento. La política económica del Estado Benefactor (Welfare State), con su creciente injerencia en la economía, ha ayudado mucho a la penetración de las teorías colectivistas. El «Camino de Yenán» ha demostrado ser eficiente en sus logros.

La guerra ideológica que estamos librando contra la esclavitud marxista exige de nosotros una posición clara y definida de luchar por un objetivo: la libertad. Esta noble causa conlleva la responsabilidad de conocer la estrategia y las tácticas que utiliza el socialismo internacional, para que podamos no solamente derrotarlo en el campo de batalla militar, sino que, primordialmente, en el campo de las ideas.

«No hay nación alguna en la que el estatismo haya aliviado la suerte de sus pueb los. Todo Estado Benefactor es un estado de fracaso permanente e irremediable. No hay región donde el intervensionismo estatal, la economía dirigida, el régimen de empresas estatales, las formas socializantes, hayan aportado un mezquino lenitivo para la pauperización, para la ignorancia, para el andrajo, para la mugre. En todas esas naciones, el Gran Retorno se vuelve imperativo histórico, razón de supervivencia, obligación de inexorable cumplimiento para liberar a los pueblos de la pobreza».

«LA GRAN ESTAFA», Eudocio Ravines, 10ª Edición