Año: 30, Enero 1988 No. 646

N. D. Ricardo De La Cierva fue Ministro de Cultura y Diputado a Cortes, en España; es historiador, columnista del ABC de Madrid, y catedratico de la Universidad de Alcalá de Henares.

Este artículo es un fragmento de la introducción de su libro «JESUITAS, IGLESIAS Y MARXISMO 1965-1985», publicado por Plaza y Janes, en 1986, y próximamente disponible en este Centro. El libro es, como lo indica el subtítulo, un desenmascaramiento de «Los movimientos de la liberación y la demolición de la compañía de Jesús en todo el mundo, conseguida en veinte años».

La Teología de la Liberación Desenmascarada

Por Ricardo De La Cierva

Con vigorosas raíces europeas, la teología de la liberación ha nacido formalmente en América con motivo de (no en) la Conferencia de Medellín, II reunión general del Episcopado iberoamericano, en agosto de 1968. Hemos de estudiar inmediatamente los antecedentes inmediatos y las influencias decisivas en la teología de la liberación; que no es, además, un movimiento aislado, sino que forma parte de un conjunto estratégico en el que se integran, además como acabamos de decir, otros dos movimientos virtualmente simultáneos de signo marxista todavía más claro, y con poderoso impulso original iberoamericano: Cristianos por el Socialismo (CPS) y comunidades de base-Iglesia. Popular (CB/IP). El estudio de la conexión de estos tres movimientos en una misma estrategia liberadora, situados en los Estados Unidos y en Europa, muy especialmente en España. Pero antes de estudiar los antecedentes inmediatos y las influencias decisivas en cuanto a la actitud y el pensamiento liberacionista, debemos hacer una precisión terminológica. De forma unánime, y con tono casi agresivo los liberadores y sus cómplices, incluso españoles, utilizan el término Latinoamérica para referirse al conjunto de las naciones iberoamericanas (con algunas incrustaciones de otra raíz europea y africana) al sur del Río Grande. En las transcripciones de textos e instituciones hemos de aceptar con reluctancia, el uso de este vocablo antihistórico y antihispánico; valga de una vez por todas esta inicial protesta. Nosotros utilizaremos siempre el término Iberoamérica para designar a este conjunto vital de pueblo; en el que incluímos, por extensión, la importante comunidad hispánica que vive en los Estados Unidos de América, y que es objeto preferente de la estrategia liberacionista.

Este término liberacionista es un neologismo cada vez más utilizado por los críticos de la teología de la liberación encabezados por el cardenal Alfonso López Trujillo, quien seguramente lo acuñó. Lo vamos a utilizar porque resulta expresivo; pero sin desdeñar el calificativo de liberadores que también aplicaremos a los movimientos y a los personajes del liberacionismo, con un inevitable deje irónico, que recuerda otro término que desde luego no aceptamos, aunque a ellos les encanta: el de libertadores de la segunda generación, nuevos Bolívares y San Martines de! Siglo XX. Resulta sumamente curioso que un importante grupo de jesuitas libertadores, tras el precursor Vizcardo, participaran intensamente en la emancipación de los virreinatos españoles, como ha demostrado definitivamente Salvador de Madariaga en Elauge y el ocaso del Imperio españoI en América, y que ahora otro importante grupo de jesuitas, españoles en su mayoría como aquellos, intervenga también de manera decisva en los movimientos liberadores del siglo XX.

El campo estratégico de acción y de investigación para los movimientos liberadores y para este libro es una realidad vital de enorme pujanza, Iberoamérica en marcha hacia el siglo XXI. Actualmente (dato de 1973) la población de Iberoamérica es de 309 millones de habitantes (a la que habría que sumar la población hispana de Estados Unidos), y se mantiene en crecimiento acelerado, 2.89%, el primero de todos los conjuntos mundiales continentales seguido por Africa y Asia. (U. N. World statistics in brief, Nueva York, 1976, p.2). «En el año 2000 dice un especialista, el profesor Nicolás Sánchez Albornoz, América Latina estará viviendo todavía bajo los efectos de la explosión que estalló sesenta años antes. La emisión violenta se habrá extinguido; en cambio las nubes levantadas por la dilatación repentina no se habrán sedimentado todavía. El crecimiento será aún del orden de 2.54%, tres puntos por debajo de la tasa actual. Por su incremento y la composición de su población, América Latina seguirá perteneciendo, junto con Africa y Asia, al bloque demográfico en vías de desarrollo, con fecundidad todavía mal controlada». (La población de América Latina, Alianza Editorial). Tras una evaluación de diversos parámetros, el profesor Sánchez Albornoz concluye que en el año 2000 Iberoamérica dispondrá de unos 641 millones de habitantes, es decir más que el doble de la cifra actual. Sobrepasará a Europa, entonces con 527 millones, excuida la URSS (353) y a Norteamérica, comprendido Canadá (354 millones, de los que un importante porcentaje serán hispanos). «Si los pronósticos se cumplen sigue Sánchez Albornoz, la población latinoamericana superará por primera vez a la del Viejo Mundo y será cerca del doble de la soviética y la norteamericana. Las nuevas proporciones no podrán menos de afectar a las relaciones de la región con el resto del mundo».

La estrategia soviética conoce perfectamente esta realidad inminente. En la que destacan las relaciones de religión. Gracias a la herencia hispánica, la confesión religiosa católica y romana de Iberoamérica se mantiene vivísima pese a muchas y graves deficiencias: Iberoamérica tiene aún a la fe católica como trama esencial de su cultura. Actualmente las estadísticas mundiales sobre religión nos dan para los católicos unos 560 millones de habitantes, lo cual significa que bastante más de la mitad de los católicos de todo el mundo viven ya en Iberoamérica en nuestros días. La proporción aumentara sensiblemente en el año 2000, si se aceptan los parámetros propuestos por el profesor Nicolás Sánchez Albornoz; porque si entonces hay en el mundo 900 millones de católicos, y más de 600 millones viven en Iberoamérica, esto significa que para el año 2000 dos católicos de cada tres en todo el mundo serán iberoamericanos, y si tenemos en cuenta la población hispana católica de los Estados Unidos, la proporción de católicos del mundo amplio hispanoamericano en el año 2000 se acercará a las tres cuartas partes del total. Es decir, que quien domine a la Iglesia católica, a las bases de la Iglesia católica en Iberoamérica del año 2000 dominará a la parte hispánica del Continente americano. Se trata, en esta última proyección, de cifras con un valor cualitativo y aproximado, pero innegable, porque se basan en parámetros de muy alta probabilidad en cuanto a su evolución. Y creemos que con esta breve aproximación queda definido el campo estratégico de nuestra investigación mejor que desde cualquier otro enfoque.

Muchas personas creen todavía en España y en América que la teología de la liberación es una polémica clerical, o un asunto interno entre católicos. No es así.

Creo conocer la suficiente teología para dilucidar que la teología de la liberación no es una teología, sino, todo lo más, una antropología; y no cualquiera, sino una antropología de raíz, base y alcance marxista; y tampoco cualquiera, sino una antropologia marxista mediocre y barata. Por tanto, como la Teología de la Liberación y los demás movimientos «liberadores» no se sitúan en el plano teológico y religioso, sino en el plano social, político y cultural, este libro les sale al encuentro desde la fe en esos planos temporales elegidos por ellos. Para decirlo en términos marxistas, que hasta la mayoría de los teólogos de la liberación (que son marxistas más bien tristes) conocerán bastante bien, la antropología marxista o marxistoide es en la teología de la liberación de carácter estructural; mientras que los ropajes teológicos, a veces muy pretenciosos, parecen de entidad superestructural, es decir emanación secundaria y adjetiva del auténtico núcleo de sus posiciones, que es, como se hartan de repetir, la praxis revolucionaria.

La síntesis de cristianismo y marxismo que proponen los liberacionistas es imposible; porque marxismo y cristianismo no son solamente contrarios sino contradictorios, aunque los marxistas cristianos pretendan asumir dialécticamente esta antítesis. No es posibe -como profetizó genialmente Orwell la síntesis del amor y del odio; de la fe en Dios y la negación de Dios; de la esclavitud y la libertad. A la lucha propuesta por los marxistas quiere responder, modestamente, este libro, en medio de otros muchísimos esfuerzos lúcidos del campo cristiano, con la lucha y no con el diálogo; con la denuncia y no con la entrega; con la esperanza y no con el derrotismo. El autor, y el libro, seguirán en la brecha. Con la Historia detrás; con el futuro delante. Toda la Historia, todo el futuro.

ANTE LA TEOLOGIA LIBERACIONISTA

«Unicamente una toma de posición corajuda y resuelta frente al desafío de la Teología de la Liberación por parte de nosotros, los latinoamericanos, puede revertir esa marea –más emotiva y desorientada que racional y bien informada. Hay que detener y revertir ese ingente despilfarro de inteligencia y energía que retrasa la recuperación social y económica de nuestra América» «En esa postura nada será tan decisivo como nuestra propia voluntad de permanecer serenamente libres, en el convencimiento de que lo que nosotros no hagamos por nosotros mismos otros lo harán en nuestra contra, y en la confianza que insinuara Bertrand Russell cuando dijo: «Veo el mundo como es y me pregunto por qué; y sueño el mundo como lo quiero ver y me pregunto por qué no».

Armando de la Torre, Conferencia en México, 1987.