Año: 30, Agosto 1988 No. 659

N. D. Este artículo fue tomado de una colaboración a la revista «Industria», órgano oficial de la Asociación Salvadoreña de Industriales ASI, No. 6 de Marzo-Abril 1988.

No es Pecado Ser Rico

Por Paul J. Meyer

El tema de un reciente programa de televisión fue la inmoralidad de la riqueza. Pareció ser la opinión de todos los participantes que la acumulación de bienes y dinero en cantidades elevadas, era todo lo que se requería para quedar marcado como pícaro, sin escrúpulos; en fin, un leproso moral. Yo resiento tales acusaciones, no sólo por ser falsas, sino porque perpetúan un mito que ha privado a la raza humana de cosas maravillosas casi desde sus principios.La creencia en este falso concepto ha hecho más por mantener al hombre promedio pobre, que toda la acumulada «opresión» del pecador rico a través de las edades.

El origen de este mito se pierde en la antigüedad. Los expertos sabios que han descifrado jeroglíficos antiguos y otros documentos de la antigua Mesopotamia, de hace más de 5,000 años, nos dicen que los críticos sociales de tal época condenaban con igual dureza que el grupo de la televisión, y decían que«Todos los ricos son pecadores».

Muchos de los escépticos, pasados y presentes, han basado sus argumentos en escrituras hebreas y cristianas de la Biblia. Pero, estas también son malas interpretaciones basadas, ya sea en interpretaciones preconcebidas y subjetivas o simplemente en falta de comprensión de las escrituras. Por ejemplo, muchos citan la Biblia diciendo «El dinero es la raíz de todo mal». Pero ¡no dice así! lo que sí dice es queel amor al dinero es la raíz de todo mal. Este comentario se refiere a la motivación mal encauzada del ser humano. Esto es lo que Jesús quiso decir cuando dijo que era más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja a que un rico entrara al reino de los cielos. El habló de las relaciones entre las personas, de actitudes y propósitos. Y, en este caudal de historia humana. ¿no fue Dios mismo quien prometió a Abraham hacerlo más rico de lo que su imaginación pudiera alcanzar? ¿Sería que Dios tenía un plan premeditado para corromper a su pueblo escogido? ¡Por supuesto que no!

No sabemos en que punto de la trayectoria humana el hombre comenzó con tal vehemente denuncia contra la riqueza y el natural deseo humano de acumularla. Lo que sí sabemos es que, casi sin excepción, el hombre que se dedica a su negocio con el objeto de acumular una fortuna personal es considerado dudoso, ambicioso, inescrupuloso y muchas veces, sencillamente falto de honradez. La pregunta ahora es ¿por qué? ¿Por qué desplegar tal discriminación contra el hombre que lucha por su éxito?

No debemos de ignorar lo que es tan obvio. Estoy seguro que cierta considerable cantidad de tan adversa crítica tiene sus raíces en la envidia, pero no concederé jamás que el hombre es tan perversamente envidioso como para ser responsable de toda esta crítica. Una buena porción se basa en hechos. Ha habido épocas cuando los pobres y desgraciados del mundo han sido enormemente explotados y abusados por los herederos de grandes títulos y capitales. Estas condiciones pueden aún existir y existirán en el futuro, pero confiamos que con la evolución de las sociedades esto pasará a ser nada más historia. En la sociedad del siglo XX de Norte América, tales tácticas son tan arcaicas y fuera de moda como la idea misma de que pobreza y santidad son sinónimos.

La realidad es que la moralidad, o falta de ella, no es privilegio de ninguna clase social o económicaExisten tanto pícaros pobres como paragones de virtud entre los ricos.

No es mi deseo defender a los hombres más ricos del mundo: Los Rockefeller, los Ford, los Hunt, los Getty, los Hughes, y otros. Es obvio que ellos pueden cuidarse de ellos mismos, no importa cuanta crítica reciban.Mi preocupación principal es desenmascarar el mito y crear un mejor entendimiento de la motivación tras el deseo de producir riquezas, oportunidades y beneficios, tal motivación la puede tener igual el rico que el pobre.

Para comenzar, la mayoría de los hombres ricos no acumulan riqueza únicamente para obtener las cosas que el dinero compra. Si tal fuera su meta, muchos de los tan llamados ricos hubieran dejado de hacer dinero desde hace mucho tiempo. Tampoco adquieren riqueza para retirarse y llevar una vida de ocio. Nos basta con ver a nuestro alrededor y veremos que el hombre más trabajador, el que tiene más arrastre e incitativa para el trabajo es el jefe ejecutivo, el propietario, el director de la junta directiva, el accionista principal. Lo que equivocadamente se juzga como «explotación», «intriga» es en realidad una dedicación de 24 horas al día a su negocio.

La más importante característica común entre los ricos (la que muchas personas no alcanzan a ver) es su motivación, la fuerza que los empuja a moverse, su impulso, su necesidad de realizar. No es que sea una característica desconocida, es simplemente mal interpretada. Nadie se pregunta cuál era la motivación tras Ralph Boston o Jim Ryun por querer romper un récord de carrera. Nadie critica a los mejores jugadores por querer ser siempre los mejores y luchar con todas sus fuerzas para lograrlo, es esto mismo lo que empuja y motiva a un hombre a adquirir riquezas. Es exactamente lo mismo, la diferencia es el deporte y el nombre del juego.

No habían millonarios en el pueblito de California donde yo crecí. Mi primera identificación con el dinero como un medio de intercambio fue cuando le pedí a mi padre que me comprara una bicicleta que había visto en una tienda local. Como mi petición coincidió con una profunda depresión dijo que si quería lo suficiente la bicicleta deberla encontrar un trabajo, ahorrar el dinero y comprarla yo mismo. Este fue el comienzo de mi aprendizaje y mi primer deseo de adquirir riqueza. Comencé luchando por una bicicleta, pero lo que en realidad descubrí fue algo mucho más importante y de valor. Aprendí que había una cierta emoción en trabajar hacia la obtención de una meta. Aprendí que había una intensa emoción que traspasaba el simple valor del dólar, necesario para comprar una cierta meta. En breve, aprendí lo que los antiguos griegos sabían ya y practicaban desde hacia más de 2,000 años, el valor intrínseco de la fijación de metas.

La principal moraleja de este artículo es que: el hombre rico lucha y alcanza éxito.El hombre pobre lucha y desperdicia mucho de su tiempo y esfuerzo rodeado de mitos y aberraciones que les impiden realizar lo que su Creedor hubiera querido que hiciera y para lo cual lo capacitó: un ser creativo, empeñoso, buscador de metas, e ingeniero del progreso.

Yo sé que yo he alcanzado riqueza, no por al amor a los dólares y centavos sino porque la riqueza personal es una medida por la que la sociedad mide el éxito de un hombre.

Yo luché con incansable tesón para alcanzar éxito (y aún estoy luchando), no para alcanzar más riquezas sino para tener más éxito.

Mis esfuerzos, y mi medida de éxito han resultado en proveer una fuente de trabajo para cientos de personas.

Algunos pueden decir que esto es un beneficio adicional, pero yo sinceramente creo que es la responsabilidad social de aquellos que han logrado éxito en su comunidad, crear oportunidades mediante su empresa privada para otros en su comunidad que dependen de salarios para vivir. En este empeño, no creo que mis aspiraciones sean extrañas, misteriosas ni estén sujetas a sospechas.

No existe razón lógica que diga que todo hombre que goza de una cierta inteligencia no pueda hacerse tan rico como lo desee. Desdichadamente muchas personas gobiernan sus vidas por los mínimos requerimientos diarios, de la misma manera que toman sus vitaminas diarias. Se levantan cada mañana con la idea de gastar un mínimo esfuerzo, con una determinación mínima, una originalidad mínima y un deseo mínimo. Con tal programa, su día de trabajo suma un mínimo de resultados. Esas personas jamás serán ricas, porque en realidad ellas no quieren riqueza; solo quieren pasar la vida, y por lo tanto no están dispuestos a sustituir todos esos mínimos con máximos. Personalmente,yo estoy dispuesto a continuar luchando, trabajando, renovando y acumulando... porque con toda sinceridad yo creo que no es ningún pecado ser rico.

LA RIQUEZA

«La riqueza es hija del trabajo, del capital y de la tierra; y como estas fuerzas, consideradas como instrumentos de producción, no son más que facultades que el hombre pone en ejercicio para crear los medios de satisfacer las necesidades de su naturaleza, la riqueza es obra del hombre, impuesta por el instinto de su conservación y mejora, y obtenida por las facultades de que se halla dotado para llenar su destino en el mundo».

Juan Bautista Alberdi, (1810-1884), ECONOMIA Y CONSTITUCION