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Año: 30, 1988 No. 661
N. D. Este artículo fue preparado por un grupo de disidentes soviéticos que viven en el occidente. Ellos son: Vasily Aksyonov, Vladimir Bukovsky, Edward Kuznetsov, Yuri Lyubimov, Viadimir Maximov, Ernst Neizvestny y Aleksandr Zinoviev. Tomado de la Revista Intercambio, de Costa Rica.
UN JUEGO DE ESPEJOS
¿Son las nuevas políticas de Mijail S. Gorbachev el histórico punto decisivo que hemos estado anhelando yque representa el fin de la opresión y la miseria en la Unión Soviética? ¿O estamos viendo solamente una «relajación» a corto plazo, una retirada táctica antes de la siguiente ofensiva, como dijo Lenin en 1921?
Es verdad que algunos de los más famosos defensores de los derechos humanos han sido liberados de los campos de trabajo y del exilio. Apreciamos mucho este gesto, pero también reconocemos que la intención de este tipo de misericordia selectiva es impresionar favorablemente al público con un mínimo de concesiones genuinas.
Si la Unión Soviética realmente está cambiando su forma de ser, ¿entonces por qué no ha declarado una amnistía general para todos los presos de conciencia en vez de resolver ciertos casos muy visibles, uno a uno, durante el transcurso del año?
No hemos escuchado, por ejemplo, ninguna condenación firme del uso criminal de la psiquiatría, el más famoso de todos los métodos soviéticos de represión. Y no hemos visto ningún progreso respecto a la emigración. Otro cambio positivo, naturalmente, es que Moscú está reconociendo la necesidad de reformas económicas radicales. Pero hasta la fecha no hemos visto señales serias de reformas.
Lo que más se aplaudiría sería el retiro de las tropas soviéticas de Afganistán. Pero si el Kremlin realmente quiere terminar la guerra, ¿por qué simplemente no retira sus tropas? Si se están demorando porque quieren dejar un gobierno estable, ¿por qué no dejan que se celebren elecciones libres y justas bajo estricta supervisión internacional? Como ninguna de estas soluciones parece satisfacer al Kremlin, nos vemos obligados a concluir que lo único que quiere realmente es la apariencia de estar abandonando Afganistán.
Quizás el mayor enigma de todos es el creado por la nueva política de «glasnost» (franqueza). En realidad muchas personas deben sentirse desconcertadas al leer en Pravda ciertas críticas de la realidad soviética que hace apenas unos años se habrían considerado «calumnias antisoviéticas» y se habrían castigado conformemente. Esta nueva política, hasta cierto punto, simplemente convierte a la necesidad en una virtud. Actualmente no tiene sentido que el régimen soviético siga manteniendo una enorme y costosa máquina de propaganda interna cuyos productos casi nadie cree.
Realmente el «glasnost» está ayudando a los líderes a captar de nuevo la atención del público soviético y a mejorar la imagen de los líderes en el exterior. El verdadero glasnost permitirla genuinos debates públicos en los que todos puedan participar sin temor de castigos. En otras palabras, seria una garantía pública contra el abuso del poder; Lo que estamos viendo, sin embargo, es el mismo monopolio del partido sobre la verdad, aunque por el momento la orden sea: usar la verdad para criticar al régimen. Pero esa, orden podría rescindirse mañana.
Consideramos la «rehabilitación» póstuma de varios escritores famosos como Boris Pasternak, Nikolai Gumilev y Vladimir Nabokov. Queremos señalar que el privilegio de la rehabilitación al parecer sólo se concede a los muertos, que ya no pueden ni hacer ni decir nada inesperado. Además, una larga fila de escritores difuntos - menos afortunados siguen esperando su turno,
Podría decirse lo mismo del interés actual en los cadáveres de algunos artistas como cantante de ópera Feodor Chaliapin y el director cinematográfico Andrei Tarkovsky, muertos en el exilio y cuyos cadáveres en contra de sus últimos deseos explícitos las autoridades están tratando de repatriar desesperadamente.
Este juego macabro para echarle mano a los cadáveres no puede llamarse libertad cultural, ni tampoco las invitaciones a varios emigrados conocidos para que regresen a la «patria» como si fueran hijos pródigos, «olvidando» el pasado.
Después de todo, nadie le prohibe a la Unión Soviética que distribuya los libros y discos de los emigrados o que muestre sus películas, dramas y cuadros. Si el público soviético pudiera escoger libremente, los artistas y escritores exiliados no necesitarían negociaciones subrepticias con las autoridades. El pasado podría olvidarse, ¿pero cómo «olvidar» el continuo y omnipresente control del partido sobre todo después de probar la libertad del Occidente?
Finalmente, supongamos que llegara a implantarse la sugerencia más atrevida del Sr. Gorbachev la celebración de elecciones más libres dentro del partido. Ese gran salto simplemente le darla al pueblo soviético lo que los negros actualmente disfrutan en Sudáfrica: un, 7% de la población podría celebrar elecciones «libres».
La realidad es que los líderes soviéticos, sin alterar realmente la naturaleza del régimen, podrían darse el lujo de una «retirada» provisional más significativa que esta que está haciendo que serian tantas esperanzas infundadas. Ellos podrían reducir los excesos del sistema peral podrían permitir una mayor emigración y podrían retirarse de Afganistán. Hasta podrían publicar el «Archipiélago de Gulag» de Alejandro I. Soljenitsyn. Podrían ser tan «libres» y «capitalistas» como Polonia, Hungría, Yugoslavia o China continental.
La verdadera pregunta no es hasta dónde llegará la «relajación» actual sino hasta cuándo durará. Porque a diferencia de Hungría y Polonia, la Unión Soviética no vive a la sombra de un hermano mayor que pueda rescatarla, y, o diferencia de la China Roja, tiene una serie de hermanos menores que debe cuidar.
Lo que el Occidente no entiende es que si los líderes soviéticos estuvieran interesados realmente en cambios radicales, para empezar tendrían que descartar la ideología gobernante.
La ideología es ese rígido núcleo del sistema soviético que no permite que el país se desvíe ni mucho ni por largo tiempo; si no se recusan los dogmas ideológicos centrales, la estrategia soviética a largo plazo seguirá aprisionada por sus suposiciones.
Sí no existe la posibilidad doctrinal de hacer las paces con el «enemigo de clase», ¿cómo puede haber una genuina coexistencia pacífica con el mundo «burgués»? Y la coexistencia pacífica dentro de la Unión Soviética es igualmente improbable.
Mientras exista la «lucha histórica de los dos mundos», no se puede permitir que los ciudadanos soviéticos se dediquen simplemente a vivir sus vidas y luchar por sus aspiraciones. Ellos son reclutas de un ejército nacional de guerreros ideológicos, obligados a considerarse no miembros comunes de la familia humana sino defensores de «la justicia socialista», «la cultura socialista», «el deporte socialista» y ahora hasta del «glasnost socialista».
Si el Occidente acepta el presunto valor de las nuevas políticas, estará tratando los síntomas e ignorando la enfermedad. Para lograr un cambio significativo, los líderes soviéticos deberán rechazar los errores básicos del dogma marxista-leninista, cesar la «lucha histórica» unilateral y permitir que los ciudadanos soviéticos sean seres humanos ordinarios, que puedan dar a palabras como democracia», «cultura», «justicia» y «glasnost» el mismo significado que le dan sus hermanos «burgueses».
Además, si el Kremlin realmente quiere enmendar su conducta debe parar su explotación para fines de propaganda de los dolorosos recuerdos de la Segunda Guerra Mundial, debe suspender el perverso «Programa Patriótico Militar» obligatorio en todas las escuelas y debe evitar que se siga militarizando la sociedad. Sobre todo, debe decir toda la verdad histórica sobre los delitos cometidos por el régimen soviético.
No se puede lograr la reconciliación nacional liberando a unas decenas de presos que nunca deberían haber estado en la cárcel.
La Unión Soviética es un país muy enfermo y sus dirigentes han tenido que romper una tradición de silencio que existe desde hace 70 años simplemente para tratar de ganarse la confianza del pueblo soviético y del mundo exterior.
Pero ellos son los que tienen que aprender a confiar. Ellos deben dar al pueblo el derecho de administrar justicia en verdaderos tribunales: deben aprender a tener suficiente respeto por la opinión pública para no usar sus acostumbradas tácticas de desinformación y manipulación.
Hasta un tonto puede ver que si 70 años de doctrina han arruinado a uno de los países más ricos del mundo, la doctrina debe ser defectuosa. El Sr. Gorbachev admite que en todos esos años nadie ha logrado poner en orden el país. Entonces, quizás ha llegado el momento de rechazar el sistema en sí. ¿No fue Lenin quien dijo que finalmente sólo la práctica puede juzgar la teoría?
En cuanto al Occidente, ¿no es vergonzoso que las gentes estén tan dispuestas a aplaudir a la Unión Soviética por prometer condiciones que ellas no tolerarían ni un segundo?
«En un país donde el único patrono es el Estado, la oposición significa la muerte por consumación lenta. El viejo principio, ‘el que no trabaje no comerá ha sido reemplazado por uno nuevo: el que no obedezca no comerá».L. Trotsky (1879-1940).