Año: -29, 1929 No. 681

N. D. Pablo Antonio cuadra es una figura preponderante de la nueva literatura latino americana. Desde su puesto como redactor del Diario La Prensa, de Managua, ha desafiado al sandinismo totalitario que ha vendido Nicaragua al marxismo- leninismo. Su arma es la verdad. De Poeta ha pasado a ser un «elocuente pregón de la libertad de pensamiento».

Esta nota fue publicada en febrero de 1989 con el título «Un Hombre se Desangra en la Calle, pero Nadie se Detiene».

Un Hombre se Desangra...

Por Pablo Antonio Cuadra

Tantas veces ha sido Nicaragua escándalo de cancillerías y noticia de primera página que ahora cuando se está produciendo uno de los más dolorosos e impresionantes plebiscitos de América, nuestros cautos políticos demócratas o semidemócratas y nuestros comentaristas de etiqueta progresista tan esclavos del cliché mental prefieren no meter su mano en el fuego. No importa que «The New York Times» le dedique más de media página a la información con amplias fotos de las oficinas de Migración en Managua atestada de gente pobre; «¡Mil nicaragüenses salen semanalmente de Nicaragua a rodar fortuna! Un éxodo que comenzó como una fuga de cerebros es ahora una fuga de brazos». No importa que las televisiones de Miami o de Texas traigan diariamente escenas de un creciente y masivo movimiento emigratorio que cruza Centroamérica y atraviesa de espaldas mojadas las viejas rutas hacia Estados Unidos que abrieron los mexicanos, o cruza las selvas y se presenta en grandes grupos famélicos de hombres, mujeres y niños en Costa Rica o en Honduras. «Desde hace cuatro meses el 75 por ciento de los que cruzan ilegalmente el Río Grande son nicaragüenses» decía la televisión texana. No importa que este movimiento espontáneo y desesperado de un pueblo repita como una refutación de los mitos la vieja dirección de los exilios en el Siglo XX que es, siempre, de una tiranía a una democracia. No importa que desde el año 1,000, en que se produjeron las grandes inquietudes y migraciones con la decadencia y caída de nuestras altas culturas clásicas mesoamericanas, nunca se haya producido nada igual en Centroamérica. Costa Rica, con el espíritu de comedimiento que siempre la ha caracterizado, ha querido detener el éxodo devolviendo a la fuerza, a los más recientes exiliados. Canadá, que estaba acogiendo nicaragüenses por centenares, ha detenido la corriente negando visas. Miami, ha tenido que abrir un estadio de baseball para dar techo a los juanes-sin-tierra. «Temen el resurgimiento de tensiones raciales ante la oleada de refugiados en el sur de la Florida», decía el título a ocho columnas del «DIARIO LAS AMERICAS» de Miami. ¿Qué sucede en Nicaragua?. . .Después de una revolución que mereció tanto crédito, ¿no amerita, al menos, una interrogación este fenómeno? ¿No afecta de algún modo al resto de América?

Ya no son somocistas que huyen por miedo de la represalia. Ni burgueses expropiados o amenazados en nombre de una mítica lucha de clases. Ni «Contras». Uno de los jóvenes en Managua, cumplió con el servicio militar llamado patriótico, se enfrentó a «los Contras» en las montañas en la brigada Simón Bolívar para convertirse en un desengañado más. «A menos que el Gobierno cambie, esta crisis no tiene solución» le dice con amargura al periodista del New York Times. La caudalosa corriente une toda clase de aguas y arrastra los niveles más bajos de pobreza: las más recientes multitudes emigrantes son de obreros y campesinos ¿Qué sucede en Nicaragua?

En los primeros años del gobierno sandinista, los vecinos centroamericanos temieron que el monstruoso ejército nicaragüense significara una invasión. Y la invasión se produjo en gran parte motivada por ese monstruoso ejército pero de otro signo: como una estampida de gente que huye, que se convierte en grave problema para las inestables economías del istmo y, además, en foco de intranquilidad. ¿Alguien se ha puesto a pensar a cantidad de exilio que absorbió La Contra? «Dame un exiliado y te daré un soldado» dice el viejo proverbio de las revoluciones hispanoamericanas.

Leszak Koiakowski, refiriéndose a los países centroeuropeos dominados por el Comunismo, habla de esos «Estados-Patrias», Estados-partidos que usurpan la soberanía y a historia del pueblo, imponiéndole todo ideas, valores, fe, vida, memoria, de tal modo que el ciudadano es realmente un exiliado dentro de su propio país y de su propia historia. Esa sustitución a la fuerza de lo entrañable y caliente de la Patria, por el frío e ideológico Estado, es, creo yo, lo que ha producido el fenómeno de nuestro Siglo XX de los muros que no sirven para impedir entrar sino para impedir salir y ese martirologio de los que mueren por saltar las murallas para huir al soñado país de la real gana... Pero en Nicaragua donde el Estado ha querido también, pero inútilmente, reemplazar a la Patria el gobierno no ha levantado muros. Somos una Cuba sin mar. Y sobrecoge, más bien, la indiferencia con que el gobierno Sandinista mira el creciente desangre poblacional.

«Para muchos nicaragüenses el futuro está en otra parte», es el título del reportaje de The New York Times. Cuatro días después el Presidente Ortega, en un discurso, comentaba el fenómeno con esta frases «Los que quieran democracia vayan a buscarla a Miami». Posiblemente entre una y otra frase está encerrada toda la tragedia del pueblo nicaragüense. Según los datos que recoge el citado periódico estadounidense, Nicaragua ha perdido en nueve años de régimen marxista del 20 al 25 por ciento de su población, que se calculaba en unos escasos tres millones. . . Esto, es proporcionalmente, como si Estados Unidos hubiera perdido en igual término de años 62 millones y medio de habitantes, que era la población total de los Estados Unidos en 1895.

Nicaragua era un país sin hambre; un país poseedor de una mediana pero dorada holgura. «¡éramos pobres pero no miserables!» me dice uno de los espaldas mojadas detenido en Texas, pero tenemos años de incesante destrucción: De ser un país ganadero exportador de carne. «se teme ahora que desaparezca el hato ganadero», según palabras del propio Presidente Ortega; de ser granero de Centroamérica, tenemos ahora hambre. Nos estamos quedando sin bosques, sin economía nuestra inflación monetaria es la mayor del mundo sin moneda, sin producción, sin cultura. . .¿A qué Dios le hemos sacrificado tanto? ¿Qué sucede en Nicaragua?

El exilio de los nicaragüenses es un plebiscito. Es el doloroso NO de un pueblo a ese experimento político y socio-económico demencial y destructivo. Cuando no se da la democracia, cuando se le niega democracia a un pueblo que ha peleado por ella con un saldo de 30 mil muertos, la democracia siempre se produce poco en formas inusitadas, como este voto de la desesperación del autodestierro en que el pueblo elige instintivamente a un país demócrata en sustitución de la patria perdida.

Sin embargo, el plebiscito del exilio es un NO en derrota. Es la impotencia del derecho que da por perdida su causa. Por eso la frialdad del «Estado-patria». Frialdad inhumana del Estado que excluye, que considera enemigo a todo el que se oponga, o rechace o simplemente muestre su independencia ante su ideología y sus pretendidas soluciones. Para ese Estado el que se va es un enemigo porque se va. Y «a enemigo que huye, puente de plata».

He estado con la Nicaragua del éxodo. He escuchado sus historias y visto sus rostros fatigados pero resueltos. Sus rasgos los rasgos usuales de la Patria me reclaman desde los hermosos ojos mestizos de una muchacha; desde el perfil aguileño de un viejo campesino, desde la sonrisa tímida de un niño: desde el gesto de un hombre que saca al aire sus bolsillos para indicar su total expolio. Son nuestros rostros (¡ más nuestros que nuestro territorio!) rostros que tienen siglos de transportar una historia asediada y anhelante: pueblo hablador, extrovertido, insumiso, en éxodo... ayer huyendo de un pavoroso terremoto, transportando sus pobres pertenencias en destartalados carretones o camionetas, huyendo luego de los aviones somocistas que descargan bombas genocidas sobre pueblos y barrios. Huyendo luego de nuevo de la guerra civil o de las represiones de los helicópteros rusos. Huyendo por ríos, lagos y selvas. ¿Qué sucede en Nicaragua?

Con el corazón en cenizas oigo a una mujer que lava su ropa y canta La Golondrina:

«Ave querida, amada peregrina,

mi corazón al tuyo estrecharé

diré tus cantos, tierna golondrina

recordaré mi patria y lloraré».

¿Qué será mañana de este pueblo peregrino?

Muchos volverán enriquecidos por el sufrimiento. Muchos ya no volverán jamás. Miro sus rostros de nuevo. ¿Quiénes dirán mañana, dentro de un siglo, «tengo un nicaragüense en el tejado»? Tal vez en un décimo piso de Babel, un nieto del éxodo se encontrará en un desván un viejo libro en lengua extraña, el libro de un poeta loco que interrogaba a los cisnes:

«¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?».

«Si algo hemos aprendido en Nicaragua» es que el comunismo avanza sólo donde puede ocultar su verdadero cometido. De un punto de vista cultural, esta es una actitud terrible y fundamentalmente esterilizante. La hipocresía y la careta pueden crear consignas pero no poemas, propaganda pero no vida»

Pablo Antonio Cuadra