Año: 34, Marzo 1992 No. 746

N. D. Sobre este tema ver Tópicas de Actualidad: R. Juárez Paz: Tres Falacias Internacionalistas (214) H. E. Arathoon: Fermín y Martín (295) J. F. Bendfeldt: Los Prejuicios Moralizantes (627) A. Sherman: La Restauración de Adam Smith (637) J. F. Bendfeldt: Nos Oponemos al Progreso (698)

LA SOLIDARIDAD NO-INTENCIONAL

Juan F. Bendfeldt

Si bien definiciones sobre la ciencia económica y su objeto formal hay muchas, la provista por el Economista inglés Lionel Robbins contiene todos los elementos generalmente aceptados hoy día. «La economía (ciencia económica) estudia los problemas (fenómenos) de la asignación de recursos escasos (medios) entre fines (metas, propósitos, finalidad) distinto, y en competencia entre sí».

Dos cosas saltan a la vista como partes fundamentales de la ciencia económica. La primera es la noción de escasez la segunda es el proceso de escogencia. Cada persona enfrenta la realidad de la vida escogiendo lo que le parece mejor en cada caso, pero siempre ante la existencia limitada de recursos. Si bien es muy fácil aceptar esta afirmación porque la reflexión respecto a nuestras propias acciones nos indica que así es, puesto en el orden social el proceso económico se vuelve más difícil de ver. Si los recursos son escasos, y todos vamos a competir por ellos, ¿cómo poner de acuerdo a tanta gente para usarlos bien y cuánto toca a cada quien? ¿Cómo es el proceso económico social?

Ahí está nuestra interacción directa con muchas otras personas cuyas acciones observamos, pero también sabemos de las acciones de muchas otras cuya existencia solamentesuponemos. Cuando vamos al mercado vemos toda la verdura que está para la venta, pero no tenemos ningún trato directo con los que la llevaron ahí, ni con quienes la sembraron y cosecharon, menos aún con quienes esos campesinos a su vez obtuvieron las semillas y los fertilizantes, o con quienes les fabricaron sus machetes y azadones en algún otro lado.

Si nos hacemos las mismas preguntas sobre el comercio más distante, nos sorprenderá lo poco que sabemos sobre la gente de Taiwán, de Corea, de Alemania y de Timbuctú. Sin embargo sus productos están disponibles para nuestro consumo aquí, sin que hayamos tenido ningún convenio directo con esa gente, menos aún un trato fraternal y solidario. Esas personas, cuya existencia Suponemos, están a nuestro servicio, aún cuando ni siquiera sepan dónde queda Guatemala, y jamás servirnos haya sido su intención. Si nos ponemos en sus zapatos y nos hacemos las mismas preguntas respecto a nosotros, nos daremos cuenta que nosotros también estamos al servicio de ellas, aunque no lo sepamos

Existe un complejo fenómeno de interacción social que está más allá de las intenciones individuales y mucho más allá de las relaciones personales. Es difícil de percibir, y por ello difícil de reconocer y aceptar. Cuando se recurre a la palabra «cooperación» se involucran mentalmente también otros conceptos que implican una común intencionalidad o el propósito afín de los cooperantes. Palabras como colaborar, ayudar, auxiliar, apoyar, acudir, asociar, secundar, reforzar, coadyuvar... son conceptos afines, y todos requieren que quienes actúan con otros lo hagan deliberadamente. Hay, no obstante esta dificultad de la percepción, otra esfera de cooperación social. Existe un tipo de «orden» o «sistema» social que vincula a las personas, las une, aún cuando no estén conscientes de ello. Logra con ello que «cooperen», aunque ni siquiera lo sepan. Es una forma de Solidaridad no-intencional.

La más clara lección de que tal fenómeno completo existe se aprende al observar las cosas más sencillas y de uso común que nos rodean. Piense en un lápiz de mina, como el que millones de escolares usan todos los días, en todo el mundo.

Leonard E. Read, fundador y presidente de Fundación para la Educación Económica, con sede en Nueva York, desarrolló ese ejemplo para el beneficio de muchas generaciones por venir.

«Yo lo tengo una lección profunda que enseñar, aunque en apariencia Sea tan simple. NI UNA SOLA PERSONA EN ESTE MUNDO SABE COMO FABRICARME. Suena fantástico ¿verdad? Especialmente cuando se fabrican miles de millones de lápices cada año. Mi árbol genealógico empieza con un árbol, un cedro de grano recto proveniente de algún bosque de alguna parte del mundo. Piense en todas las personas y herramientas que participaron en el proceso de convertirme de un trozo del árbol a un tubito de madera; y en quienes fabricaron las herramientas que se usaron, desde las materias primas de las minas de metales hasta las fábricas más complejas. Y en las comunicaciones, fuerza motriz, y sistemas de transporte que se usaron.

Mi mina es más compleja aún; es de grafito procedente de Sri-Lanka, que se extrae de minas en las que trabajan miles de obreros; ésta se transporta hasta las fábricas, en donde se mezcla con minerales provenientes de muchos otros lugares del mundo, se refina, se extruye y se hornea a 1.000 grados centígrados. Piense en la pintura de esmalte amarillo que me recubre, otro proceso igualmente complejo. Y en el borrador, cuya materia prima proviene de cierto tipo de árbol de las selvas del Amazonas, que se mezcla con un aceite proveniente de un tipo especial de nabos que proviene de Indonesia. Y en el cincho de metal que me une al borrador, resultado de una mezcla de metales provenientes de muchas otras partes del mundo...».

«He aquí el hecho asombroso: ni el leñador, ni los trabajadores de los aserraderos, ni los camioneros, ni los fabricantes, ni los mineros, ni sus jefes o supervisores, ninguno de todos los que ayudaron a fabricarme hace su trabajo porque me tiene en mente. Muchos de ellos, nisiquiera saben lo que es un lápiz, ni para qué sirve».

«Hay otro hecho más asombroso aún: la ausencia de una supermente, de alguna persona dictando a dirigiendo este sinnúmero de acciones que sirven para concebirme. Yo lápiz soy una compleja combinación de milagros».

Si pensamos cómo es que nos llegan los alimentos frescos, todos los días, a las personas que vivimos en las ciudades, y notamos que casi ninguna tan siquiera se preocupa de que eventualmente los alimentos podrían no llegar al mercado, nos maravillamos de nuevo. Por un lado, ahí está funcionando eficientemente ese fenómeno que pone la leche, los huevos, el pan, los diarios, los buses... todos los días a nuestra disposición, muchos con procesos de interacción social mucho más complejos que la fabricación de simples lápices. Y por otro, el hecho de que nadie lo note, y que todos lo demos por sentado.

Permanecer indiferente ante este hecho no tiene mayor consecuencia. Reconocerlo puede ayudarnos a mejorar su maravilloso funcionamiento. Negarlo, o intentar sustituirlo por alguna creación del intelecto humano es harto peligroso.

Obviamente existe una esfera del fenómeno económico que está más allá de lo que cada uno de nosotros es capaz de observar y comprender por nuestra participación en el proceso. No obstante, todo el sistema permite a cada quien participar yobtener un beneficio de la cooperación de todos los demás, y beneficiar alos otros a quienes ni siquiera llega a conocer. Pero las relaciones que nos unen a todos y nos permiten lograr finalidades deseables y buenas no son la consecuencia directa de nuestras intencioneshacia losdemás. Al Sistema, como Sistema, no se le puede atribuir la calidad de moral o inmoral pues no es el producto deliberado de una decisión.

Existe un orden social ORDO SOCIALIS que no es el resultado deliberado de las acciones de los hombres, pero que es la consecuencia natural o espontánea de sus acciones individuales. Como muy bien lo ha señalado F. A. Hayek: «El descubrimiento de que hay en la sociedad órdenes (sistemas)... que no han sido diseñados por los hombres sino que han resultado de las acciones de los individuos, sin que ellos hayan tenido la intención de crearlos, es el triunfo de la teoría social. Más bien, ese descubrimiento demostró que la teoría social (y por ende las ciencias sociales) tiene un objeto de estudio» .

UNA CADENA DE SOLIDARIDAD

«Mediante su trabajo el hombre se compromete no sólo en favor suyo, sino también en favor de los demás y con los demás: cada uno colabora en el trabajo y en el bien de los otros. El hombre trabaja para cubrir las necesidades de su familia, de la comunidad de la que forma parte, de la Nación y en definitiva, de toda la humanidad. Colabora, asimismo, en la actividad de los que trabajan en la misma empresa e igualmente en el trabajo de los proveedores o enel consumo de los clientes, en una cadena de solidaridad que se extiende progresivamente».

S.S. Juan Pablo II «Centesimus annus»

1991