Año: 35, 1993 No. 781

LA ESPECULACIÓN EMPRESARIAL

Por Juan F. Bendfeldt

El diccionario nos ofrece tres acepciones para el vocablo «especular». Alude a la meditación o especulación «intelectual», al comercio y a sacar provecho fuera del ámbito mercantil. En este contexto, como queda dicho, la especulación mercantil es sólo una de las formas de especular que cabe dentro de la especulación como el paso de una situación poco satisfactoria a otra que lo es más.

Etimológicamente, especular proviene del verbo latino «especulare» que, a su vez, deriva del sustantivo «specula» que significa «atalaya, lugar altopara descubrir o ver a lo lejos».

Luigi Einaudi, estadista y economista, Presidente de la República Italiana después de la II Guerra Mundial, quien fue responsable de la exitosa reconstrucción económica de su país, nos resume el significado de especulación.

«Otra palabra que degeneró por el uso fascista es ESPECULACION. Palabra nobilísima, tal vez la más alta que a título de honor pueda aplicarse... Hace falta retrotraer la palabra especulación a su significado genuino, que es la de aquel que mira el porvenir, que trata a su riesgo de estructurar (‘especuIare) el horizonte lejano y adivinar los tiempos que vendrán.

La especulación empresarial es la esencia misma del proceso del mercado como un flujo de iniciativas personales cuyas consecuencias positivas favorecen a los demás y las negativas se asumen por los responsables, y eventualmente se eliminan o dispersan.

A este proceso de «descubrimiento» los economistas lógicos de la tradición austriaca le damos un lugar preferente en el análisis de las fuerzas del cambio y el progreso. La especulación no cabe en los modelos que han concebido «el equilibrio» del mercado como una situación existente en la vida real.

El economista Israel M. Kirzner ha escrito al respecto: «En el estado de equilibrio no hay sitio para el empresario. Cuando las decisiones de todos los participantes en el mercado se ajustan entre si enteramente... al empresario ya no le queda nada que hacer». Se asume que se puede llegar a tener información perfecta y que el futuro es la simple continuación de las tendencias presentes, o del estado de «equilibrio dinámico», es decir, se asume que la especulación ha cesado. Es por ello que quienes insisten en los modelos de equilibrio para referirse a los procesos del mercado, quienes buscan una economía «perfectamente competitiva», invariablemente gravitan hacia una posición anti-empresarial. Quienes critican a los neo-liberales que equivocadamente utilizan el modelo de equilibrio más allá de sus limitaciones, asumiendo que éste es la base de la economía de mercado, también yerran.

No estamos conscientes de que el avance tecnológico ha sido el fruto del esfuerzo visionario (especulativo) de hombres que en su época fueron tildados de locos o extravagantes.

Unos cuantos ejemplos de la historia que no aconteció son suficientes. ¿Cómo seria el mundo hoy si no existieran la telefonía, la navega­ción aérea, el transporte automotriz y el aprovechamiento de las frecuencias electromagnéticas para la radio y la televisión? Reflexione un momento antes de seguir.

Alexander Graham Bell, inventor del teléfono, ofreció una participación en el desarrollo de su patente a la principal empresa de la tetegrafía alámbrica de la época. La Western Union se asesoró del famoso banquero J. P. Morgan. Después de una demostración del teléfono frente a ejecutivos e ingenieros de la empresa, Morgan comentó: «Señor Bell, después de analizar detenidamente su invento, reconociendo que es una novedad interesante, hemos llegado a la conclusión de que no tiene posibilidades comerciales».

En 1876 Chauncey M. Depew le preguntó a su amigo, Presidente de la Compañía Western Union, por entonces la principal empresa dedicada a la telegrafía, si consideraba buena idea adquirir una parte de la patente de teléfonos Bell en US $ 10,000. Ciego a la oportunidad, este empresario le recomendó:«No veo nada interesante en esa patente ni en su posibilidades de desarrollo para el futuro, salvo su uso como un juguete».

En 1903, una semana antes del exitoso vuelo de los hermanos Wilbur y Oliver Wrigth en las playas de Kitty Hawk, Carolina del Norte, el influyente periódico The New York Times daba los siguientes comentarios respecto a otro aeronauta que competía contra los hermanos Wright en la carrera para desarrollar una aeronave autopropulsada controlable: «...esperamos que el profesor Langley no siga dedicando sus grandes talentos de científico a sucesiva, locuras, perdiendo el tiempo y dinero en experimentos de aviación. La vida es corta, y él es capaz de hacer grandes servicios a la humanidad, mucho más importantes que intentar volar. Para estudiantes e investigadores como Langley, hay empleos mucho más productivos». El diario no hacía sino reflejar el «consenso de opinión».

En 1908, Billy Durant, un fabricante de carretelas de Michigan, intentó obtener un préstamo para financiar su taller de montaje de motores de combustión a sus carretas. Se acercó al Banco Morgan y Compañía, diciéndole: «Pronto vendrá el tiempo en que medio millón de automóviles al año transitaran los caminos de este país». Esto molestó al alto ejecutivo del banco que le atendía, George W. Perkins, quien le replicó, «Si usted tiene algún sentido común debería guardar sus comentarios para sí mismo». Tras ser rehusado el préstamo por los grandes banqueros de New York, Durant volvió a su hogar y fundó una pequeña empresa que financió con la participación de algunos familiares y amigos que llegó a llamar General Motors.

Lee De Forest, inventor de los tubos catódicos de audición que hicieron posible las transmisiones de radio, fue acusado de fraude postal en 1913. El había utilizado el correo para ofrecer al público acciones de su compañía de radiofusión. Durante el juicio, el Juez del Distrito expuso: «De Forest ha asegurado a través de los periódicos que su empresa hará posible la transmisión de la voz humana a través del Atlántico antes de mucho tiempo. Basado en este absurdo y mal intencionado argumento ha engañado al público, que ha sido persuadido de comprar acciones de su compañía...». Como las acciones no habían sido aún vendidas, De Forest no fue sentenciado, pero al Juez le recomendó: «...consígase un trabajo de jardinero y trate de no perderlo».

¿Qué tienen en común todas estas aventuras (especulaciones) empresariales que en su momento fueron cuestiones tan arriesgadas que ni siquiera eran creíbles? Su éxito demostrado más allá de toda duda. No es posible concebir el mundo moderno y su historia sin comprender las profundas transformaciones a los actos más ordinarios de la vida contemporánea que estos cuatro ejemplos de la arriesgada especulación empresarial han causado. Pero, además, y esto es lo más significativo, es que todos los esfuerzos por financiarlos mediante los mecanismos convencionales de crédito fracasaron. Todos se fisiduciaron con la venta de acciones. Esos sueños, especulaciones riesgosas de unos empresarios visionarios fueron posibles sólo gracias a la participación que ofrecieron a otros inversionistas en el capital arriesgado.

¿Cuál es el mecanismo particular de la bolsa de capitales dentro del mercado fisiduciero? ¿Cuál es la función social de una verdadera bolsa de valores?

No es disminuir el riesgo para el ahorrista. Es disminuir el costo de oportunidad del capital arriesgado. Al dispersar los títulos-valores en pequeños montos, el riesgo no se disminuye, solamente se diluye. Pero la valoración de los pedazos de ese riesgo hace que se considere como un menor riesgo. Si pierdo Q.10 no es lo mismo que sí pierdo Q.1,000.000. Si invierto Q.10 en una empresa riesgosa, mi costo de oportunidad son dos cervezas frías, o un almuerzo ligero, o un buen habano. No voy a sufrir mucho si la empresa fracasa y pierdo la parte del capital de riesgo que invertí. En la medida que mí parte del riesgo es mayor, mi costo de oportunidad mi riesgo se eleva de valor, aún cuando sea exactamente el mismo riesgo.

Por otro lado, eso permite que la sociedad enfrente riesgos mucho mayores, en donde el verdadero carácter especulativo del descubrimiento de nuevas cosas y nuevos métodos puede pagarse. Apelar directamente a los ahorristasy convertirlos en partícipes del capital de riesgoes la forma de hacerlo. En Guatemala lo hemos prohibido al imponer absurdamente el Impuesto al Valor Agregado a las transacciones de acciones.

La función primaría de la bolsa de capitales es convertir inversiones riesgosas y complejas en una actividad tan sencilla como apostar a la lotería. Por Q.1.00 puedo correrme el riesgo de perderlo todo ante la posibilidad de una ganancia atractiva. En la medida en que el monto mínimo de la operación se eleve, en esa medida desaparece el atractivo de operar en el mercado de la bolsa. Además, conforme el monto mínimo se eleva, los inversionistas dispuestos a arriesgar se reducen en número, y los que van quedando, valoran sus riesgos mucho más alto que cuando el riesgo se coloca en pequeñas sumas.

Eso también advierte sobre el carácter de las operaciones primarias de la bolsa Su comercio debe ser eminentemente relacionado con ese proceso especulativo de descubrimiento de lo que conocemos al final como el progreso.

Todos sus papeles deben en última instancia estar en el lado de la producción futura de bie­nes, aún cuando algunos nunca pasen de ser meras ilusiones.La bolsa del mercado de capi~ tales es el instrumento de colocación social del legitimo riesgo empresarial y su naturaleza es especulativa.

Las operaciones de bolsa no pueden ser so­bre ficciones imaginarias, promesas inflaciona­rias, o pagos de deuda burocrática. Definitiva~ mente, una bolsa de valores que se intenTe ha­cer funcionar sólo con «valores públicos», «va­lores garantizados», «papeles de deudas» inclu síve privadas, y pretender la eliminación del carácter primariamente especulativo de su fun­ción es no comprender, no solamente la fun­ción de la bolsa, sino tampoco comprender el proceso económico, pues sus actividades resultan destructivas del escaso capital del país. Una cosa es que la bolsa sirva de escape al sobre-regulado, por no decir estrangulado sistema financiero convencional, y que por lo tanto sus operaciones sean de una banca paralela, y otra es que cumpla su función social.

¡Qué viva la especulación empresarial!

¡Celebre el 10 de Septiembre, DIA DE LA LIBRE EMPRESA!