Año XXXVIII Abril de 1997 N. 828

RESPUESTA NEOLIBERAL

En Europa y Latinoamérica, pareciera cabalgar la nueva bestia del Apocalipsis denominada NEOLIBERALISMO, un movimiento atacado en los medios masivos de comunicación como responsable de la mayoría de los males económicos del mundo moderno recesión y desempleo, pobreza y subdesarrollo, distribución injusta de la riqueza. La nueva generación de anti-Iiberales ve horrorizada la moderna tendencia que nos aleja del socialismo y el keynesanismo y nos acerca a un renacimiento de los principios de la economía de mercado libre, y la rechaza masivamente. Este corto ensayo no pretende defender el paradigma neoliberal. pues esto sería una tarea muy amplia, sino exponer las debilidades fundamentales y las contradicciones inherentes a las afirmaciones anti-liberales, indicando algunos de los argumentos que deben ser refutados por aquellos que pretendan continuar, de buena fe, su ataque contra el liberalismo.

Con el objeto de mantener la discusión dentro de su contexto actual, el término liberal se utiliza en su significado europeo clásico, que exhalta la iniciativa privada y la libertad, en contraposición con la agobiante intervención gubernamental; y anti-Iiberal o no liberal como sinónimos de la desconfianza hacia el mercado libre y una mayor dependencia del gobierno.

ANTI-LIBERALISMO

¿Quiénes son los anti-liberales de hoy? Este ensayo no está dirigido a los viejos socialistas y keynesianos profesionales, todos ellos anti-liberales que siempre rechazaron los principios de la libertad y ahora buscan nuevas bases ideológicas. Más bien, se dirige a dos grupos de individuos «promedio», el primero de los cuales rechaza cualquier cosa que sea percibida como liberal, no sobre la base de una formación profesional sino más bien fundándose en cierta moralidad y sentido de la rectitud, una especie de sentimiento interior de que el liberalismo es irredimeblemente infrahumano y que la dirección y el control de la economía por el gobierno se necesitan en cualquier sociedad que aspire a la justicia. El segundo grupo está formado por los beneficiarios de los programas sociales, quienes pragmáticamente aceptan el intervencionismo como el mejor medio de asegurar la continuación de las prebendas que el gobierno les otorga.

¿En qué creen los anti-liberales? Brevemente, los anti-liberales de cualquier grupo ven con el mayor desprecio y como el mayor obstáculo para el progreso social, a la iniciativa privada. Solicitan la intervención del gobierno, con sus huestes de fugaces políticos y eternos burócratas, para exorcisar los pecados de los empresarios y asumir la dirección de la actividad económica en gran escala. Le asignan al gobierno la función de proporcionar múltiples servicios económicos y sociales. Se oponen a cualquier tendencia contra el intervencionismo y que conduzca hacia la liberalización de la actividad económica. El anti-liberal es estatista e intervencionista, frecuentemente mercantilista y socialista, generalmente sin percatarse de ello.

La mística anti-liberal adopta numerosas formas. En primer lugar, cree que el mundo comercial siempre ha sido un escenario dominado por las inhumanas atrocidades de los empresarios. Durante dos siglos, los anti-liberales han afirmado que los empresarios son inmorales, que los negocios sirven como instrumento del lucro personal, que conducen a la explotación y el monopolio, que los empresarios obtienen beneficios elevados pero pagan salarios insuficientes, que se dedican a la producción de objetos inferiores y antisociales, que cobran precios excesivos, que maltratan a los trabajadores en talleres y fábricas en condiciones infrahumanas y que favorecen las ganancias materiales y financieras sobre los seres humanos.

Para proteger a la sociedad de las injusticias y los excesos perpetrados, por el mercado libre, sienten la necesidad de llamar al gobierno y sus agentes, para que impongan programas de control de rentas y precios, salarios mínimos, amplias regulaciones de las actividades industriales y comerciales y, especialmente, elevados impuestos a la riqueza y las empresas.

Todo esto se necesita, aseguran, para garantizar la equidad y la justicia, el juego limpio, y se oponen vociferanfes a cualquier intento de evadir o disminuir estos controles.

Los anti-Iiberales tienen una fe ilimitada en el gobierno. Proclives a proponer soluciones colectivas para todos los problemas, son los primeros en oponerse a la tendencia actual de transferir actividades del sector público al privado. Rechazan todas las propuestas para privatizar o desmonopolizar, asegurando que los servicios públicos como los teléfonos, la electricidad, el petróleo, el gas o el transporte, están mejor si se quitan de las manos del sector privado.

Los anti-liberales promueven la autosuficiencia de cada nación. Sostienen que las economías nacionales jamás deben hacerse dependientes de las importaciones. De esta manera, se oponen al movimiento que promueve la libertad del comercio internacional. Señalan el descalabro en el empleo nacional que el libre comercio crearía, así como el peligro inminente de transferir industrias completas fuera de las fronteras nacionales. En resumen, aprueban toda la gama de instrumentos del mercantilismo proteccionista: cuotas, aranceles, aduanas, privilegios, migración controlada y restricciones de todo tipo.

Los anti-liberales son devotos del omnipresente Estado Benefactor. Sostienen que la función de proveer educación, salud, vivienda y empleo es directamente del Estado. Favorecen el gasto ilimitado y la inversión en beneficios «sociales»; «la guerra» contra la pobreza y la ignorancia son proyectos tradicionales de su programa, que ahora incluye control de la población y el aborto sin restricciones.

Los no-liberales sostienen que únicamente el gobierno puede tomar la dirección y la coordinación del crecimiento económico de la nación y asegurar que todos los recursos estén plenamente empleados. Para este propósito, el gobierno debe disponer de amplios recursos y fondos. Así, aplauden todas y cada una de las medidas que aumenten los ingresos del gobierno, ya sea impuestos progresivos, transferencias de ingresos de los ricos hacia los pobres, creación y acumulación de deudas. Estimulan al gobierno para obtener préstamos internacionales, aunque tienden de manera inconsistente a culpar a los banqueros internacionales de los inmensos déficits del pasado. Le otorgan amplios poderes al Banco Central para inflar la moneda y financiar los déficits presupuestarios, así como para regular la tasa de cambio de la moneda o disminuir las tasas de interés, y para controlar la cantidad y calidad del crédito. El gobierno anti-liberal deviene así en el principal actor y, simultáneamente, supremo árbitro de toda la actividad económica. Aunque muy pocos de estos anti-liberales comprenden cómo los dogmas macroeconómicos subyacentes en este programa crean muchas anomalías como la inflación, devaluación, consumismo, malas inversiones generadoras de pobreza y otros males, no cesan de elegir una y otra vez a los proponentes de tales ideas.

Es verdad que estas personas reconocen y lamentan las muchas ineficiencias y escándalos que plagan las actividades del gobierno, especialmente en los países llamados del «tercer mundo»; no obstante, siempre parecen optar por continuar en la misma línea, temerosos de que la libertad solamente resulte en aún más individualismo, falta de solidaridad y miseria social.

LIBERALISMO

Los liberales, por el contrario, rechazan todos los puntos de la anterior agenda. Ponen énfasis en una libertad con principios y una iniciativa individual responsable, que promueva la prosperidad y el crecimiento. El verdadero liberal pretende limitar la actividad del gobierno al mínimo requerido para crear el escenario en el cual la libre iniciativa disponga de la mayor libertad posible. El principal regulador de la economía debe ser la competencia, no el control público, aún en el campo internacional. Sostiene que los servicios sociales se hacen más efectivos y humanos cuando son proporcionados y financiados por la iniciativa privada en vez de por los ministerios públicos y los impuestos obligatorios. Sostiene que las empresas del gobierno solamente engendran estancamiento burocrático que retarda el progreso. Reconoce «el papel fundamental y positivo de los negocios, el mercado, la propiedad privada y la resultante responsabilidad por los medios de producción así como la libre creatividad humana en el sector económico». (Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus).

Aquí nos referimos a los auténticos liberales, no a aquellos que usurpan el nombre pero rechazan las implicaciones morales esenciales a la verdadera libertad. Están eliminados los libertarios, quienes frecuentemente aprueban el libertinaje irrestricto o que ven la libertad como el único valor. También los advenedizos, aquellos empresarios que externamente aplauden al liberalismo, mientras continúan usufructuando los beneficios de privilegios especiales. Nos limitamos a retratar el espíritu de aquellos liberales que creen que el bien común es mejor servido por la libertad que por la servidumbre y que promueven un individualismo calificado, limitado laissez-faire, genuina competencia en el mercado, solidaridad cooperativa, benevolencia voluntaria y el humanismo que confía más en la opinión de la gente expresada en el mercado (al que las empresas sirven) que en la manifestada en las urnas (que los políticos distorsionan).

DEFICIENCIAS DEL ANTI-LIBERALISMO

La respuesta liberal a aquellos que desconfían de la libertad es firme y severa. Asegura que la agenda anti-liberal es completamente equivocada y su crítica de la misma es devastadora.

En primer lugar, el anti-liberal se apodera incorrectamente del término neo-liberal. Desconoce la existencia de un género diferente de neoliberalismo, llamado como tal, que ya estaba vigente hace 60 años, para describir el movimiento que rechaza la intervención estatal. Censura el hecho de que vivimos en un mundo liberal, sin percatarse de que apesta a estatismo y mercantilismo. Designa al colectivismo tercermundista como capitalista. De manera errónea, designa como liberales, políticas recientes diseñadas para reestructurar la economía mundial y vigilar el desarrollo económico de los países del tercer mundo. El Banco Mundial, ciertamente no puede catalogarse como una institución liberal. El anti-liberal confunde liberal con lo que constituye su contradicción.

Luego, con respecto a la teoría, el anti-liberal manifiesta una total ignorancia o un desprecio irresponsable de la ciencia económica. Cuando habla de política, carece con demasiada frecuencia de bases para fundamentar sus recomendaciones; en su desprecio hacia el liberalismo, frecuentemente es tan imprudente como el zapatero que discute sobre teología o el analfabeta que denuncia la gramática. Nunca ha comprendido el razonamiento y los teoremas de la economía. Carece de apreciación por la espontaneidad de las correcciones del mercado. Ignora las implicaciones del equilibrio económico, de cómo éste crea y coordina el funcionamiento del mercado y promueve la prosperidad. No alcanza a comprender las razones para los precios altos y bajos, o las causas de la inflación, la recesión, el desempleo y la prosperidad. Es incapaz de explicar la función social del dinero, el capital, la tasa de interés, las utilidades empresariales o la propiedad privada. No puede comprender cómo él mismo ha sido beneficiado por estas instituciones, a las que no obstante, continúa criticando.

Jamás ha comprendido cómo las políticas que apoya, conducen al estancamiento económico; cómo causan escasez, desperdicio de recursos, desempleo y salarios reales inferiores; cómo agregan costos onerosos que resultan en precios más elevados; cómo destruyen la iniciativa y reducen la inversión. No se da cuenta que los impuestos paralizan el crecimiento económico y que la burocracia estatal dilapida preciosos recursos de mano de obra. No obstante, su conciencia lo hace castigar todo aquello que tiene que ver con un orden económico libre, acusando falsamente de neo-liberalismo todo aquello que considera injusto, degradante o empobrecedor.

Es particularmente ignorante de la ley del costo comparativo, que muestra cómo cada nación debe especializarse en producir aquellos bienes que puede fabricar con mayor eficiencia e importar aquello que otros pueden hacer mejor. El proteccionismo es una de las principales causas de los males del tercer mundo; aísla y perpetúa industrias ineficientes, que producen bienes de pobre calidad y elevados costos, incapaces de competir en los mercados mundiales. El resultado es que, en los mercados protegidos, los productos y servicios son caros y de baja calidad. Solamente el libre comercio, a precios mundiales competitivos, puedo garantizar industrias nacionales eficientes y proveer un mejor nivel de vida.

Segundo, es una tragedia que los antiliberales no cultiven el conocimiento de la historia y acepten ingenuamente como evangelio las ideas «politicamente correctas» que inundan los medios de comunicación. Consistentemente apoyan los programas centralizadores de los viejos socialistas, sin darse cuenta siquiera de que lo son, o de que han fracasado una y otra vez siempre que se intentaron. Olvidan o ignoran que cada intento de imponer un socialismo parcial, ha terminado en fracasos estruendosos. ¿Cuándo van a aprender algo de historia los anti-liberales, y cesarán de infligirnos una y otra vez los viejos errores del pasado?

Todo en el mundo comercial es, para él, injusto. No reconoce que el nivel de vida, doquiera que el liberalismo se ha instalado, ha subido incesantemente durante varios siglos, y que dondequiera que el estatismo ha prevalecido, el progreso humano se ha detenido o declinado. No ve nada extraordinario en los fantásticos logros de una Standard Oil, Co., de una IBM, o de una Mutsubishi; o en los avances hechos posibles por un BeIl, un Edison o un Ford. Puesto que todo lo privado es para él estéril, acepta la tesis, históricamente absurda, de que el gobierno está mejor preparado que la iniciativa privada para emprender actividades productivas. La historia también demuestra la incapacidad del gobierno para administrar cualquier cosa, sean teléfonos, salud o educación. El antj-liberal es ciego al hecho de que los ministerios del gobierno son mas políticos que económicos, de que están abotagados con personal y activos no productivos, que rara vez no presentan pérdidas y que proporcionan servicios defectuosos. De que hay un flujo constante de escándalos saliendo del gobierno, desde la misma Casa Blanca en los Estados Unidos hasta el último de los ministerios de los países del mundo subdesarrollado. La rutinaria desaparición de fondos e inventarios, los sobornos, el cabildeo, los déficits presupuestarios, las planillas infladas, son todas ellas, manifestaciones patéticas e inequívocas de la incapacidad y la ineptitud gubernamental en todos los niveles. La teoría de la Opción Pública, describe el estancamiento y la búsqueda de rentas ilícitas de la burocracia. Pero los anti-liberales no han leído esta literatura y prefieren al gobierno sobre el mercado.

Debido a sus deficiencias, tanto en teoría como en historia, el tercer gran fallo del anti-liberal consiste en su tendencia a sobrevalorar el corto plazo y despreciar el largo plazo. En su entusiasmo por proveer a los necesitados con mejor alimentación y vivienda, o en mitigar el dolor del desempleo, la enfermedad y la vejez, pretende implantar medidas provisionales que pueden ciertamente, de manera temporal, paliar las dificultades, pero no eliminan las causas fundamentales de los problemas.

Debemos darle crédito a su sensibilidad social. Pero en su ignorancia del largo plazo, tiende a perpetuar aquello que debe ser eliminado o modificado, como industrias obsoletas o defícitarias, programas y agencias ineficaces, precios y salarios distorsionados. No acepta el hecho de que en la actualidad todas las instituciones económicas, los procesos, los mercados y los productos eventualmente pasan de moda y son reemplazados por lo que el siempre cambiante mundo considera mejor.

Los cambios en las condiciones de producción en cualquier industria, crean dificultades tales como desempleo, relocalización, bancarrota y desaparición de productos obsoletos. Esto constituye una condición necesaria para el progreso, y sus efectos negativos pueden ser suavizados y aminoradas por la acción apropiada de los empresarios y el gobierno. Pero el no-liberal demanda que el gobierno evite las dificultades y problemas que se originan en estos cambios, utilizando el proteccionismo, los subsidios, controles de salarios, precios, y otras medidas similares. Se opone generalmente a los verdaderos remedios de estos problemas los cuales son paliados a través de medidas políticas y jamás resueltos con las medidas económicas apropiadas.

Cuarto, aunque el anti-liberal proclama su adhesión a principios sociales excelentes, continuamente tiende a contradecir sus declaradas convicciones. Dice profesar el principio de subsidiariedad, que es restrictivo de la acción estatal. Pero se une a los socialistas en la promoción de programas gubernamentales para la mayoría de las actividades que otros harían mejor, en directa contradicción con este principio.

Proclama la pretensión de ayudar a los pobres, pero promueve políticas que no solamente son degradantes e inefectivas, sino que perpetúan la pobreza a largo plazo. Desea liberar a los pobres, pero los enreda en la agobiante telaraña del Estado. Demanda el desmantelamiento de las grandes plantaciones, para beneficiar a los campesinos, pero inmediatamente implanta primitivas formas de explotación agrícola de subsistencia. Esto no solamente condena a los campesinos a una existencia marginal, acabando con sus esperanzas de una mejor vida, sino que destruye la industria de exportación del país.

Promueve los derechos humanos, pero promociona las políticas que la historia muestra siempre condujeron a la masificación y esclavitud del hombre, reduciéndolo al estado de una criatura dependiente de la caridad pública. En pocas palabras, proclama excelentes principios pero los niega con todas las acciones y políticas que sigue.

CONCLUSlON

Ef anti-liberal es muy ruidoso en la sociedad moderna, pero desafortunadamente, es ignorante del significado, teoría e historia del liberalismo, y contradictorio en la aplicación de sus principios sociales. Los remedios que propone son de corlo plazo, inefectivos, destructivos del carácter del hombre libre y, últimadamente, de la propia libertad. No concibe la libre Iniciativa como ruta abierta hacia la prosperidad, y construye permanentemente obstáculos colectivistas en su camino. No hay que sorprenderse de que el anti-liberalismo de nuestro siglo haya hecho tan poco para mitigar el sufrimiento del hombre pobre, la principal víctima de sus utopías. No obstante, continúa proclamando categóricamente sus mal concebidas doctrinas, y, peor aún, culpa de sus fracasos al Neoliberalismo.

El anti-liberal pues, parece estar en la desesperada necesidad de clarificar las posturas que afirma profesar, y de reflexionar sobre su validez y últimas consecuencias. Si es honesto consigo mismo, retornará sobre sus pasos y emprenderá el aprendizaje de los principios básicos de la libertad económica. De otra manera, no jugará ningún papel positivo en el mejoramiento de la sociedad moderna. Carece de justificación en su ataque feroz al Neoliberalismo. Su visión es falsa, demagógica y fatal para la prosperidad de los pueblos.