Año: 41, Noviembre 1999 No. 860

Nota del Editor: Richard Ebeling es el jefe del departamento de economía en Hilsdale College, donde funge como profesor de economía Ludwig von Mises. Este artículo fue adaptado de uno publicado en The Freeman en su edición de octubre, 1999.

WiIhelm Röpke:

Una apreciación centenaria por Richard M. Ebeling

El 30 de enero de 1933, el presidente alemán Paul von Hindenburg designó a Adolfo Hitler como Canciller de Alemania. Una semana después, el 8 de febrero, Wilhelm Röpke, de 32 años, siendo profesor de economía en la Universidad de Marburgo, dictó una conferencia en Frankfurt am Main titulada"¿El fin de una era?".

Röpke dijo a su público que Alemania estaba en las garras de una "revolución contra la razón, la libertad y la humanidad". El Nacional Socialismo bajo Hitler era ya la fuerza dominante en un ataque contra los principios fundamentales del liberalismo y de la civilización occidental. El liberalismo, bien entendido, representaba una herencia intelectual de dos mil años que abarcaba la libertad política, civil y económica. La libertad requería del gobierno de la razón, descansando sobre "la verdad en vez del obscurantismo, la claridad en lugar de la histeria, el progreso del conocimiento en vez de sumergirse en humores y emociones... Sólo el ideal liberal del uso de la Razón, al servicio de la verdad, engendra la ciencia que por sí sola ha liberado a Europa del estupor y la humillación de la barbarie".

Un elemento adicional en la filosofía del liberalismo bien entendido, explicó Röpke, era la idea de la humanidad. "La idea de la humanidad se ve en todo su significado cuando se concibe como el rechazo al principio de la violencia, en favor del principio de la razón. La violencia queda relegada al fondo de la escala de valores, su uso es admitido únicamente como un último recurso y sólo con la máxima displacencia. Esto, en última instancia, es la esencia de la civilización."

Pero el Nazismo era la culminación del hundimiento de Alemania en "el barbarismo liberal", dijo Röpke, basándose en elementos como 1) el "servilismo", un "suspiro por un estado de esclavitud", en el que el Estado se convierte en el "sujeto de una idolatría sin precedentes"; 2) el "irracionalismo", en el cual las "voces" al aire solicitaban al pueblo alemán que se dejase guiar por la "sangre", el "terruño", y una "destructiva e irrestricta tormenta de emociones"; y 3) el "brutalismo", en el cual "La bestia de caza en el hombre es exaltada con un cinismo jamás visto, y con igual cinismo todo acto inmoral y brutal es justificado por la santidad del fin político". Röpke advirtió que, "una nación que cede a la brutalidad se autoexcluye, por ende, de la comunidad de la civilización occidental". El esperaba que Alemania diera un paso para atrás frente al precipicio antes de que su pueblo tuviese que darse cuenta de su error mediante el fuego de la guerra.

Röpke también habló en contra del despido de profesores y alumnos judíos por parte de los Nazis, tendencia que inició en abril de 1933. Los Nazis lo condenaron como un "enemigo del pueblo" y lo retiraron de su cátedra en la Universidad de Marburgo. Después de un acalorado intercambio con dos hombres de la SS que habían sido enviados para "razonar" con él, Röpke decidió abandonar Alemania y aceptar el exilio en lugar de vivir bajo el Nacional Socialismo.

Figura Líder

Wilhelm Röpke fue un líder intelectual en la Europa del siglo veinte. Combinó el conservadurismo con el liberalismo clásico para desarrollar una filosofía política que llamó una "vía media", orientada al mercado, entre el capitalismo del siglo XIX y el colectivismo totalitario del siglo XX. También se convirtió en guía espiritual y arquitecto económico y político de la "economía social de mercado" de la Alemania de la postguerra. Como escribiera Ludwig von Mises cuando Röpke murió en 1966, a los 66 años:

Porque la mayor parte de lo quees razonable y beneficioso en la política monetaria y comercial en la Alemania de hoy debe acreditarse a la influencia de Röpke. El, junto con el fallecido Walter Eucken, son considerados acertadamente los autores intelectuales de la resurrección económica de Alemania...Los historiadores futuros de nuestra era tendrán que decir que no sólo fue un gran académico, un profesor exitoso y un fiel amigo, sino antes que nada un hombre que nunca tuvo miedo de profesar aquello que consideraba correcto y bueno. En medio de la decadencia moral e intelectual, él fue un inflexible precursor del retorno a la razón, la honestidad y las prácticas políticas prudentes.

Röpke nació el 10 de octubre. hace 100 años, en Hanover, Alemania. Creció en una comunidad rural de granjeros independientes y artesanos de industrias caseras. Su padre era un médico rural. Este tipo de niñez se refleja en su posterior creencia en que una comunidad pequeña, sana y balanceada es la más adecuada para la vida humana.

Sin embargo, el acontecimiento que más formó su propósito de vida fue su experiencia en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial. La guerra era "la expresión de un orgullo nacionalista brutal y estúpido que fomentaba un hambre de dominación y aprobaba la inmoralidad colectiva," explicó Röpke. La experiencia de guerra lo decidió a convertirse en sociólogo y economista cuando los cañones se silenciaron. Ingresó a la Universidad de Marburgo, de la cual obtuvo su doctorado en 1921. Al principio, Röpke pensó que el socialismo era la respuesta a los problemas del mundo. Pero pronto descubrió que la única solución realista se encontraba en el liberalismo clásico y la economía de mercado. Entre las influencias más importantes en este descubrimiento se cuentan los escritos del economista austriaco Ludwig von Mises. "Fue su libro, Nación, Estado y Economía (1919) el que en muchas formas proveyó la respuesta redentora a las preguntas que atormentaban a un joven que acababa de retomar de las trincheras, " escribió Röpke. Y fue Mises quien "me inmunizó, a una edad temprana, en contra del virus del socialismo con el que la mayoría nos habíamos contagiado durante la Primera Guerra Mundial."

En 1922, Röpke se convirtió en asesor del gobierno alemán respecto a los problemas de pago que resultaban del Tratado de Versalles. Entre 1924 y 1928, fue profesor en la Universidad de Jena, dedicando parte de este tiempo, entre 1927 y 1928, a estudiar los problemas agrarios de Estados Unidos bajo el auspicio de la Fundación Rockerfeller. Después de regresar a Europa, fue profesor de economía en la Universidad de Graz, Austria, entre 1928 y 1929. En 1929, fue designado profesor de economía en la Universidad de Marburgo, puesto que mantuvo hasta su expulsión por el régimen Nazi en 1933. También fue miembro de la Comisión Nacional Alemana sobre el Desempleo en 1930 y 1931, y como consejero del gobierno alemán en 1932.

Después de abandonar Alemania en 1933, aceptó una cátedra en la Universidad de Estambul, Turquía. la cual mantuvo hasta 1937, y durante la cual se dedicó a reorganizar su departamento de economía. También fundó y fue el primer director del Instituto Turco de Ciencias Sociales.

Carrera Académica en Ginebra

En 1937 fue invitado a convertirse en profesor de relaciones económicas internacionales en el Instituto de Post-Grado de Estudios Internacionales en Ginebra, Suiza, puesto que conservó hasta su muerte prematura el 12 de febrero de 1966. El Instituto de Post-Grado había sido fundado en 1927 por el famoso historiador económico Paul Mantoux y el internacionalmente respetado economista, científico político y líder del liberalismo clásico, William E. Rappard. En el cómodo edificio del Instituto de Post-Grado, con vista al Lago de Ginebra, Röpke asumió sus obligaciones de profesor. Estaba en compañía de colegas como Mises, el eminente historiador italiano Guglielmo Ferrero (un exiliado del régimen fascista en Italia), el economista polaco de libre mercado, Michael Heilperin. y el filósofo austriaco del derecho, Hans Kelsen.

Después de la ocupación alemana de Francia, Röpke fue invitado tres veces para que asumiera un cargo de profesor en la Nueva Escuela para la Investigación Social en Nueva York (en 1940,1941 y 1943), como un medio para escapar de la Europa ocupada por los Nazis. Pero cada vez rechazó la invitación de abandonar a la Suiza neutral, habiendo decidido continuar siendo una voz en pro de la libertad y la razón en una Europa dominada por el totalitarismo. En las secuelas inmediatas de la Segunda Guerra Mundial. Röpke circuló un memorándum ofreciendo "un plan para un periódico internacional" que se dedicaría a reformular y defender el liberalismo clásico y la economía de mercado en contra de todo tipo de colectivismo político y económico. La publicación nunca se estableció, pero las ideas difundidas por el memorándum sirvieron de apoyo a la fundación exitosa de la Sociedad Mont Pelerin, por F.A.Hayek, en 1947, siendo ésta una asociación internacional de académicos y formadores de opinión dedicados a la filosofía de la libertad. Röpke fue presidente de la sociedad de 1960 a 1962.

En los años cincuenta, fue consejero económico del gobierno de Alemania Occidental. También fue una de las figuras líderes entre un grupo de economistas alemanes orientados al mercado libre que, en el período de la post-guerra, fueron conocidos como los Ordo-liberales. Su propósito y meta fue la construcción de una "economía social de mercado" que aseguraba tanto un orden competitivo y abierto como unas garantías sociales mínimas.

La crisis de la civilización occidental

La cuestión central que absorbió casi todos los esfuerzos intelectuales y literarios de Röpke en las décadas de los 30 y los 40 fue lo que el veía como la crisis de la civilización occidental, cuyo síntoma más severo y terrible fue el auge del colectivismo representado por el comunismo soviético, el fascismo italiano y el nacional-socialismo alemán. Dedicó todos sus esfuerzos a la oposición y el desafío a esta horrible tendencia en una serie de libros importantes y muy influyentes. En 1937 publicó Economía de la Sociedad Libre, un tratado sobre principios económicos que no sólo explicaba y defendía la economía de mercado, sino también criticaba fuertemente las ideas del socialismo y el intervencionismo. En 1942 le siguió La Desintegración Económica Internacional, en el que detalló las consecuencias desastrosas que la economía colectivista producían al destruir la división internacional del trabajo por medio de las restricciones comerciales, los controles de cambio, la planificación estatal, las intervenciones domésticas y las políticas de autosuficiencia nacional.

Pero el corazón de la critica de Röpke a la decadencia de la civilización occidental y del camino hacia su renovación consistió en una trilogía publicada durante la guerra La Crisis Social de Nuestro Tiempo, Civitas Humana (re-editado más tarde como Los Fundamentos Morales de la Sociedad Civil) y El Orden Internacional. A estos les siguió al final de la guerra La Solución del Problema Alemán (1945). Y un ulterior re-planteamiento de su idea de una sociedad adecuadamente ordenada y balanceada fue presentado en Una Economía Humanista: El Marco Social del Mercado Libre (1958).

Para Röpke, los logros del siglo XVIII fueron el uso de la razón para lograr un conocimiento balanceado tanto del mundo natural como del social, el despertar de un entendimiento de las posibilidades de un orden libre y espontáneo de relaciones de mercado; una conceptualización del hombre que lo veía en términos humanos proporcionados, y un sentido de humanidad al apreciar y desear mejorar la condición humana. De estas observaciones surgieron los logros físicos y biológicos de la ciencia y la medicina modernas, un orden de libre mercado que liberó al hombre de la sociedad de status y de casta del pasado y mejoró dramáticamente su nivel de vida, y el ideal liberal y democrático en el que el individuo poseía el derecho a la vida, la libertad y la propiedad, y en el que la paz y el pluralismo político tolerante reemplazaron a la violencia y el absolutismo político imperiales.

Pero desde la perspectiva de Röpke, muchos de estos logros y éxitos fueron retorcidos en el siglo XIX. El uso de la razón llegó a ser "irracional", al emerger un hiper-racionalismo que aseguraba tener el poder para descubrir los secretos para la ingeniería social. Los triunfos de las ciencias naturales al dominar el mundo físico habían alentado un "culto a lo colosal", en el que se daba una adoración por las cosas del mundo material y un deseo de crear objetos más grandes que la vida humana. Los grandes logros de la economía de mercado no sólo habían liberado al hombre de sus limitaciones sociales anteriores, sino que lo habían liberado de todas las ataduras sociales de la familia, la comunidad y las armonías de la vida local, y en su lugar redujeron al hombre a una "masa" proletarizada en una existencia urbana anónima e impersonal. Y el ideal del pluralismo democrático fue minado y reducido, de forma creciente, a una arena de saqueo político de los intereses especiales.

El "Estado Termita"

Röpke sostenía que la pérdida de los contactos humanos tradicionales, la deshumanización del hombre en la sociedad de las masas, y la corrupción de los mercados político y económico habían creado las condiciones sociológicas y psicológicas para el surgimiento de, y la receptividad a, la idea colectivista y su promesa de una nueva comunidad del hombre, una transformación de la condición humana, y una sociedad mejor, diseñada de acuerdo a un plan central. Todas estas eran falsas promesas y esperanzas. El colectivismo, fuera del tipo fascista o del comunista, significaba el fin de un orden económico racional, amenazaba con la pérdida de la libertad y el fin de la dignidad humana, y necesitaba de la reducción del hombre a la categoría de un insecto, en lo que Röpke a menudo llamaba el "estado termita" socialista.

Röpke era intransigente en su insistencia en que sólo la economía de mercado era consecuente tanto con la libertad como con la prosperidad. Sólo el mercado, con su sistema de derechos de propiedad privados, ofrecía el marco para encauzar los incentivos y la creatividad individuales para el bien de la sociedad. Sólo el mercado podía generar el proceso competitivo necesario para la formación de precios que pudieran coordinar con éxito la oferta y la demanda. Sólo el mercado le daba a cada individuo la libertad para ser un fin en sí mismo mientras era a la vez un medio voluntario para los fines de otros, a través del mecanismo de intercambio.

Sin embargo, para Röpke el mercado por si solo no era suficiente. La sociedad humanista necesitaba ir "más allá de la oferta y la demanda", a la construcción de un orden institucional que incorporara al mercado en un contexto social más amplio. Fue en este contexto que Röpke propuso una diferenciación entre las intervenciones en el mercado "aceptables" y "no aceptables". Las intervenciones no aceptables iban contra los procesos naturales del mercado al establecer controles de precios y de producción, los cuales desajustaban el proceso coordinador natural de la competencia de mercado. Las intervenciones aceptables influían en las condiciones subyacentes de oferta y demanda, y en los acuerdos institucionales en los que esas condiciones se basan, con el objeto de modificar los resultados que el proceso competitivo generaría.

Por ejemplo, Röpke creía que. las leyes antimonopolio eran necesarias y deseables como un medio para limitar cierta concentración industrial privada, los controles al desarrollo urbano eran necesarios para limitar el crecimiento de las ciudades y fomentar la conservación de la vida rural, la redistribución de la renta era legítima para reducir las desigualdades de ingreso muy grandes, y los programas de bienestar social de "red de seguridad". moderados y limitados, estaban en consonancia con una sociedad humanista que permanecía en esencia basada en el mercado. Para hacer justicia a Röpke, debería señalarse que en la época de la Gran Depresión y del creciente atractivo de la planificación socialista, un elevado número de economistas de mercado aceptó un mayor grado de intervencionismo y de programas de estado benefactor de lo que muchos economistas de libre mercado considerarían legítimo en nuestros días.

Pero hacia los años cincuenta, Röpke comenzó a cuestionar seriamente el estado benefactor y su tendencia a crecer más allá de las estrictos límites que él consideraba razonables. Röpke estaba de acuerdo con su colega liberal alemán Alexander Rustow, quien en un ensayo presentado en una reunión de la Sociedad Mont Pelerin en los años cincuenta se refinó al estado benefactor como "el otro camino a la servidumbre". A Röpke le preocupaba que el estado benefactor, en un sistema democrático abierto a las presiones de los grupos de intereses especiales, amenazaba con crecer hasta proporciones monstruosas y crear una dependencia del estado paternalista cada vez mayor. Más aún, los costos de financiar el estado benefactor y las políticas keynesianas de "pleno empleo" actuaban como un motor para empeorar la inflación, al recurrir el gobierno a "la maquinita" para pagar sus cuentas.

Finalmente, Röpke sostenía que la creciente politización de la vida económica y social debida a un estado intervencionista-benefactor cada vez más extenso reducía la posibilidad de un orden internacional exitoso basado en la paz, la prosperidad mutua y la distribución y el uso racional de los recursos del mundo. El orden internacional requería que los países ejecutaran políticas sanas en casa: el respeto a la propiedad privada, el cumplimiento de los contratos, la protección a las inversiones extranjeras, la intervención estatal limitada y las políticas monetarias no inflacionarias. El mundo se vería conectado natural y espontáneamente por redes de comercio e inversión internacionales que surgirían de las relaciones privadas de mercado. Por esta razón, Röpke dudaba que la integración económica y monetaria de Europa pudiera ser impuesta con éxito mientras los estados miembros no estuvieran dispuestos a seguir las necesarias políticas internas de gobierno limitado y capitalismo de mercado abierto y competitivo. Las tensiones y los conflictos eran inevitables en una era dominada por las ideas colectivistas e intervencionistas.

Wilhelm Röpke fue más que un economista. Durante algunas de las décadas más oscuras del siglo XX, sonó más como un profeta del Antiguo Testamento que advertía de los peligros de la pérdida de nuestra brújula moral. El colectivismo tuvo pocos opositores en nuestro siglo con tanto sentido de un propósito ético. Precisamente porque era economista de profesión, Röpke entendía la indivisibilidad de la libertad personal, política y económica de una forma que muchos otros críticos del socialismo en sus distintas manifestaciones nunca pudieron expresar. La percepción de la historia y del contexto histórico en sus análisis sólo enriquecían lo persuasivo de su mensaje El renacer de la economía de mercado en Alemania y en otras partes de Europa después de 1945 le debe mucho a sus esfuerzos intelectuales y a su legado.