Nota del Editor: El
Dr. Manuel F. Ayau es miembro fundador del Centro de Estudios Económico
Sociales; fue también fundador de la Universidad Francisco Marroquín, de la que
fue Rector desde sus inicios hasta 1988. Actualmente es Rector Emeritus de esa casa de estudios.
Por considerarlo de actualidad volvemos a publicar este ensayo que el Dr. Ayau escribiera en octubre de 1991.
MERCANTILISMO VERSUS
MERCADO
Por Manuel F. Ayau
Es muy
común la creencia que una economía de mercado supone un sistema de gobierno que
mantiene un clima favorable a los hombres de negocios, colmando de incentivos a
la empresa privada. Algunos políticos, inclusive algunos gobiernos, para
ponerse a la moda de hoy, encaminan sus gestiones hacia ese clima que creen que
es la esencia de la economía de mercado.
Lo que logran es lo que propiamente, a
través de la historia se ha conocido como mercantilismo - sistema destructor
del mercado - promovido, respaldado y manejado por los beneficiarios del
sistema, gremios, empresarios privados, hombres de negocios, etc. Resultan así los
gobiernos manejados por grupos de presión, similar al corporativismo del
fascismo.
El mercantilismo es atractivo porque
promete seguridad económica a quienes beneficia.
Es comprensible que el anhelo de seguridad
ha conducido, a través de la historia, a la utilización del poder coercitivo
del gobierno como instrumento para evitar competencia
- potencial o real - y así lograr seguridad de las ganancias o mantener
seguridad en el empleo, o para garantizar el éxito permanente que en una
sociedad libre - de mercado - habría que conquistar diariamente. Ese abusivo
uso del gobierno se pretende justificar con racionalizaciones sobre la
conveniencia inmediata del interés general, pasando por alto los principios
generales en aras de ser pragmáticos.
Surge así, “democráticamente”,
ese sistema de legislación casuística que otorga privilegios a grupos
exclusivos, colegiados, de negocios y gremiales, otorgando privilegios
oligopólicos basados en leyes, reglamentos,
disposiciones ejecutivas, etc. que caracterizan el sistema mercan-tilista.
En el mercado no hay seguridad de nada más
que (idealmente) la ley será igual para todos, en cuanto a la protección de sus
derechos, pero sin garantía de resultados. En el mercantilismo se busca la seguridad
del éxito a través de la intervención del gobierno. En el mercado se logra el
éxito en cotidiana competencia por satisfacer deseos del consumidor, de acuerdo
con el criterio no del empresario, sino del consumidor, dentro del poder de
compra del consumidor. De lo contrario el empresario pierde. El mercado implica
constante, incertidumbre obliga a la readaptación continua para conservar
posiciones de liderazgo o participación de mercado. El mercado obliga a
confrontar constantes riesgos de fracaso. La quiebra como fenómeno de mercado
tiene su función social: limitar los recursos que se pueden perder al monto del
patrimonio privado arriesgado, y servir de incentivo para mantener la
eficiencia. . . la economización de los recursos de
que dispone la sociedad en forma de patrimonios privados.
El más potente y efectivo incentivo para
la eficiencia es el temor de perder lo logrado
- la casa, el automóvil, el negocio - ardua y diligentemente construido basado
en sacrificio propio o de los padres, y del crédito y confianza logrados a
través de la observancia de normas de conducta aprobadas por la comunidad.
Ciertamente es muy grande el incentivo a
las ganancias como factor para la eficiencia social. Pero yo creo que es mucho
más fuerte el incentivo de evitar pérdidas. Evidencia de ello es que son pocos
los que escogen voluntariamente los riesgos inherentes a la actividad
especulativa propia del empresario, y por ello la gran mayoría de personas
prefieren un ingreso contractual aunque menor, pero más seguro. Prefieren
sacrificar un poco de libertad a cambio de mayor seguridad.
Debemos enfatizar que las ganancias en el
mercado no se obtienen simplemente sumándolas al costo para determinar el
precio. Si así fuera, no habría riesgo de perder, ni razón para que haya pobres.
La ganancia en el mercado es residual, incierta. Se puede, y de hecho ocurre
diariamente, perder.
El empresario gana cuando produce a un
costo menor que el precio de mercado y pierde cuando el valor de los recursos
sociales consumídos tiene un valor mayor que el
producto logrado. Quien más gana es quien más recursos economiza.
Paradójicamente, los trabajadores que más ganan en una economía de mercado son
aquellos que más reducen el costo de mano de obra. En cambio en una economía
mercantilista, quien más gana es quien saca mayor ventaja de los demás, gracias
al respaldo de las leyes que protegen o fomentan su actividad.
El mercantilismo fue el sistema económico
que existió en Europa en el siglo XVI y XVII y que heredamos de España. Ha
prevalecido en Latinoamérica desde época colonial y continúa tan campante. La
gente quiere competencia para todo lo que compra y venden los otros, pero
quiere controlar el mercado en el que vende (monopolio) y en el que compra
(monopsonio). Quiere precio tope para lo que compra y precio mínimo para lo que
vende.
El mercantilismo, así como el socialismo, o el nacionalismo, se basa en lo que Hayek llama Constructivismo Racionalista. Supone que los
hombres pueden planificar la economía en la misma forma que se planifica un negocio,
un ejército, una organización religiosa, o la función gubernamental. La
intención es conseguir la prosperidad y la justicia (lamentablemente en ese
orden) encauzando el actuar de los ciudadanos hacia los objetivos inmediatos
escogidos, basados en leyes que los induzcan a actuar como no hubiesen escogido
libremente hacerlo, y a abstenerse de actuar como hubiesen escogido libremente.
Sin la coerción de la ley el plan sería en vano, pues la gente actuaría con
miras a lograr objetivos libremente escogidos, que no necesariamente
coincidirán con los planes del gobierno constructivista.
De manera que un gobierno constructivista por su
naturaleza no puede respetar los derechos, la libertad de los hombres. Tampoco
puede tratar a todos por igual, porque perdería el control de los resultados.
Obligadamente tiene el régimen jurídico mercantilista que ser casuístico,
otorgando ventajas a unos a costillas de otros, etc. Se vive por privilegio y
licencia y no por derecho.
La adopción de la economía de mercado
tiene fuertes enemigos: todos los beneficiados por el mercantilismo, pues
extender el ámbito de la libertad a todos los ciudadanos pone en riesgo
privilegios y conquistas alcanzadas por varios grupos, comenzando por los
banqueros, los industriales y hasta los trabajadores agremiados.
Quienes se oponen a la economía de
mercado, aducen que el país no está listo (como si se necesitara “estar
listos” para tener derecho a competir sin coerción ni privilegios); que
el mercado puro no se da en ninguna parte (como si la “pureza” se
diera en algún otro, sistema. Si la pureza fuese requisito para la adopción de
algún sistema habría que rechazar la democracia. ¿No basta con que sea el mejor
sistema dentro de las imperfectas opciones?); que los gobiernos deben controlar
la macroeconomía (¿acaso no es un contrasentido controlar la macroeconomía en
una economía de mercado, ya que la economía es de mercado solamente cuando la
dirige el Mercado y no el gobierno?).
Quienes se oponen a la economía de mercado
tiene a su favor la confusión entre mercantilismo y economía de mercado, y el
mal sabor ético que los socialistas lograron generalizar en contra del
capitalismo.
No nos gusta confiar en un sistema que ni
comprendemos, ni podemos predecir y que por esas razones lo consideramos anárquico.
Triste es que ese rechazo se da, a un sistema que se fundamenta en el respeto a
la libertad y consecuentes principios éticos.
Basta comprender que la economía de mer-cado se basa en la prevalencia
de un Régimen de Derecho (no simplemente de legalidad), que sea efectivo, en
hacer respetar la vida, la pro-piedad y los contratos, que se base en la mi-lenaria regla de oro, para que surja una econo-mía de mercado, pues contrario al mercantilismo,
aquélla ni se planifica ni se diseña. la interven-ción del gobierno se
dirige, no hacia el logro de resultados, sino hacia lograr que la interac-ción social sea
respetuosa, pacífica, y los contratos mutua y libremente consentidos. Ello de
por sí es una ardua y difícil tarea que el mercantilismo no sólo descuida sino
impide.
Lo que hace falta comprender es que una
economía de mercado es lo que resulta del régimen de Derecho que logra hacer
respetar el derecho de la vida, la propiedad y los derechos adquiridos a través
de contratos libremente consentidos. Por tanto, la discusión de fondo
pertinente no es economía sino sobre la función y organización propia de un
gobierno. En el último análisis la discusión es sobre normas éticas de conducta
justa.